Los invisibles

 La actual situación económica y social que enfrenta la gran mayoría de la población en Chile – particularmente la que habita en las grandes ciudades, pero fundamentalmente en la capital – ha contado permanentemente, a pesar de todas sus penurias, con una circunstancia no siempre suficientemente considerada: el abastecimiento de bienes agrícolas y agroindustriales no ha mermado, ni se ha notado su ausencia en los mercados formales o informales del Santiago.

Gruesa parte de los habitantes del Gran Santiago se abastece de alimentos frescos en las ferias o en pequeños almacenes de barrio, los cuales siempre han estado suficientemente abastecidos de verduras y otros bienes de carácter alimenticio. Esas ferias y pequeños comercios, a su vez, se abastecen en la Vega Central o en Lo Valledor, donde llegan los camiones con la producción proveniente de los productores agrícolas de la periferia de la capital. En el origen de estas cadenas de comercialización están, en alta medida, los pequeños productores agrícolas.

Esta situación pone de manifiesto la potencia de esa pequeña producción campesina, de la cual poco se habla y poco se conoce. Lo único que se podría decir, por lo menos hasta el día de hoy, es que no han dejado de abastecer con alimentos frescos a los millones de habitantes de Santiago, y cosa similar pasa con Valparaíso, Concepción y otras ciudades importantes del país.

Sin embargo, esos productores no son de otro planeta, y no dejarán de sentir el embate de la actual situación sanitaria, económica y social. La demanda de alimentos que fluye de la gran masa de habitantes del país se verá en alguna medida disminuida, sobre todo en la medida que avance la cuarentena y el gobierno se mantenga en su política de no otorgar a la población auxilios económico suficientes como para mantener los niveles de consumo de las familias más vulnerables de la población chilena. La demanda disminuida llevará a la reducción de la producción, de las ventas y de los ingresos de la pequeña hacienda campesina, agravado todo esto por el hecho de que se trata de producción que no resiste la posibilidad de almacenaje durante largo tiempo. Es dable pensar, también de que prescindirán de la contratación ocasional de mano de obra de otros campesinos sin tierras.

El pequeño productor campesino, y también los campesinos sin tierras, se encuentran más desprotegidos que el resto de la masa laboral chilena, en la medida en que no cuentan con organizaciones suficientemente poderosas que lo agrupen y que canalicen sus demandas hacia los sectores gubernamentales. Han quedado en alta medida invisibles ante los ojos de la opinión pública nacional. Incluso, su alto nivel de atomización los lleva a carecer de capacidad de negociación o de presión con relación a los otros eslabones de la cadena de comercialización de los bienes que ellos mismos producen

En la actual crisis, ¿qué beneficios económicos pueden esperar recibir del Gobierno? ¿Cual de todos los bonos llegará a sus manos? ¿Serán tratados como informales? ¿O como trabajadores por cuenta propia? ¿O como pequeños empresarios eventualmente beneficiarios del crédito con garantía de Fogade? ¿O Indap diseñará planes especiales de apoyo a este tipo de productor campesino, como se supone que es su rol institucional? ¿O seguirán invisibles para el Gobierno y para la gran masa ciudadana que come todos los días de su tierra y de su trabajo?