En Brasil Dilma Roussef asumió nuevamente la Presidencia de la República, con lo cual el Partido de los Trabajadores completará cuatro períodos presidenciales seguidos con uno de sus militantes a cargo del poder ejecutivo de dicho país. En Uruguay las cosas lucen más o menos parecidas, con la sola diferencia de que el Frente Amplio sumará, con la nueva presidencia de Tabaré Vázquez, tres períodos consecutivos en la más alta responsabilidad ejecutiva del país oriental. Pocos analistas en la región piensan, sin embargo, que la reelección de los mismo partidos o de las mismas personas sea un anuncio de que van a seguir en marcha más o menos las mismas políticas. Todo anuncia que tendrán que venir cambios en ambos países.
En Brasil, el año 2014 no cerró como con buenos resultados económicos. Con suerte el crecimiento de dicho año bordeará el 0,15 % -algo bien parecido al estancamiento- mientras que la inflación anual se calcula cercana al 6,3 %. La vieja fórmula populista de potenciar el crecimiento por la vía de aumentar el déficit fiscal y dejar crecer la inflación, no es una opción. Sería sencillamente una locura. Pero los subsidios y la lucha contra la pobreza exigen gastos fiscales elevados que solo pueden venir de crecimiento económico y/o de crecimiento de las exportaciones. De allí que tanto el origen de sus males como el remedio para sus dolencias económicas parece que debe buscarlos Brasil en el comercio y en las finanzas internacionales.
Brasil, a principios de la presente década, vio como sus exportaciones saltaban de 152 mil millones de dólares en el 2009, a 201 mil millones en el año siguiente. 50 mil millones de dólares adicionales en un año. Y en el año 2011 las exportaciones volvieron a subir, llegando a 256 mil millones de dólares. Otros 50 mil millones de dólares. A ello se suman volúmenes altísimos de inversión extranjera directa que se volcaron sobre Brasil. Así se puede hacer política social y al mismo tiempo política de inversión e incluso se puede ver con optimismo la posibilidad de financiar un mundial de futbol. Se pueden financiar importaciones, tanto para incrementar el consumo como para financiar bienes de capital. De hecho las importaciones totales pasaron de 133 mil millones de dólares en el año 2009 a 236 mil millones de dólares en el año 2011. Pero en el 2012 las exportaciones bajaron a 242 mil millones de dólares y prácticamente se quedaron en ese nivel en el año 2013. Las importaciones, en cambio, tuvieron una ligera baja en el 2012, cuando alcanzaron los 233 mil millones de dólares, y volvieron a subir en el 2013, cuando sumaron 250 mil millones de dólares. Obviamente esas tendencias no se pueden mantener a largo plazo, pues el déficit en cuenta comercial se haría insostenible.
Durante un par de años, o algo así, se pueden financiar los déficits con disminución de reservas, pero el algún momento hay que hacer ajustes que impliquen solucionar los problemas de fondo. Entre esos problemas más sustantivos hay que priorizar el aumento de las exportaciones lo cual, hoy en día, es una meta que no puede descansar exclusivamente en el crecimiento del mercado chino y tampoco en la dinámica del Mercosur. Hay que mirar hacia la Alianza del Pacifico y hacia el mercado europeo –venciendo o saltándose las resistencia de Argentina- y no hay que descansar únicamente en la soya, que tiene en estos momentos precios a la baja en el mercado internacional. También entre los problemas sustantivos hay que considerar el déficit fiscal -cuya disminución es necesaria para frenar la presión sobre las importaciones- lo cual no implica revertir los gastos sociales encaminados a luchar contra la pobreza, pero sino detener su crecimiento.
Uruguay ha gozado también del auge mundial de la soya y sus exportaciones han aumentado desde los 5.400 millones de dólares en el año 2009, a los 9.155 millones de dólares en el año 2013. Sin embargo, la tonelada mundial de soya –que tuvo un precio de 475 dólares durante la cosecha 2013-2014- está presentando un precio de 360 dólares en la cosecha 2014-2015. Ese es un golpe duro para la economía uruguaya y para la economía brasileña, con el agravante en el primer caso, de que Brasil es un comprador importante de los productos distintos a la soya que exporta Uruguay, lo cual implica que este país tiene que sufrir los embates de la crisis mundial de la soya, y los embates de la crisis brasileña. Nuevamente, el país -y no solo el nuevo gobierno, aun cuando no sea tan nuevo- tiene la obligación de abrirse hacia nuevos mercados y hacia nuevos productos, lo cual obliga, entre otras cosas, a repensar los compromisos intra Mercosur.
Sería realmente insensato pensar que por que tenemos, arriba del escenario, los mismos actores que hace algunos años atrás, el guión sigue siendo el mismo.
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