La devaluación del Bolívar era necesaria. No se podía postergar más. Como una medicina amarga, o como un tratamiento doloroso, o como la amputación de un órgano, el no hacer nada es más malo que la terapia desagradable que se aplica.
Sin embargo, lo importante es analizar por qué se llegó a una situación en la cual era necesario hacer lo que se hizo.
En términos simples, la primera razón por la cual la devaluación era necesaria es porque los dólares se habían convertido en una mercancía escasa en Venezuela, y su precio tendía naturalmente a subir en todo espacio que se presentara como para ello.
La segunda razón, dice relación con la situación fiscal: el Gobierno necesita más bolívares para sostener su loca carrera de gastos, y la mejor medida que tenían a la mano era subir el precio del dólar. Aun cuando el dólar fuese barato y bundante –que obviamente no lo es- la devaluación implica que por cada dólar que recibe el dúo Gobierno-Pdvsa el poco autónomo Banco Central debe ahora entregarles
una cantidad mayor de bolívares, con lo cual se disminuye -pero no se arregla definitivamente- la diferencia entre los ingresos y los gastos gubernamentales.
¿Por qué los dólares se han convertido en una mercancía escasa? Ya se ha repetido hasta el cansancio que Venezuela ha recibido durante la última década más dólares que nunca antes en la historia del país.
Paralelamente con ello, el endeudamiento externo del país nunca ha estado en niveles tan elevados como hoy en día. Los dólares, por lo tanto, han fluido en forma abundante pero el Gobierno ha hecho todo lo posible para que estos se conviertan en escasos. ¿Cómo? Con varias medidas. Primero, con el financiamiento y el incentivo a la constitución de fondos en el exterior –es decir, la pura y simple fuga de capitales- que ha adquirido niveles siderales con el actual Gobierno.
LAS COMPRAS
En segundo lugar, con el incentivo a la compra en el exterior de todo tipo de bienes y servicios, llevando el nivel de las importaciones a niveles nunca antes conocidos por Venezuela. Muchas de esas importaciones descansan en la destrucción de la capacidad productiva nacional, y varias otras son un mecanismo nada sofisticado mediante el cual se sacan fondos hacia el exterior. A todo lo anterior se agrega la cooperación internacional, es decir, el apoyo financiero -no siempre por canales transparentes- que se hace a otros países y gobernantes, con lo cual se compran dudosas adhesiones políticas.
También hay que sumar la deuda externa, que en un primer momento se convierte en una fuente de ingresos adicionales, pero que al poco andar se convierte en una fuente de egresos, pues hay que concurrir al pago de las amortizaciones y los intereses de la misma. La permanente pugna con los inversionistas extranjeros, ha reducido a su vez el flujo de divisas y de tecnología hacia el país .En otros momentos de la historia de Venezuela, cuando los flujos de divisas han sido abundantes, se ha intentado represarlas en fondos especiales para dosificar su uso a lo largo del tiempo, y tener reservas para los años de vacas flacas. En el caso del Gobierno actual el Fonden, que en alguna medida tenía ese propósito, se convirtió en una fuente adicional de fondos usables con poca discreción y casi sin contraloría alguna, que se secaron rápidamente.
También la abundancia de divisas ha significado en otros gobiernos la inversión de ellas en obras que aumenten a futuro la capacidad productiva del país. Este Gobierno tiene el triste record de no poder mostrar ninguna empresa o sector productivo en el cual la inversión reciente le haya permitido dar algún gran salto en materia el incremento de la capacidad productiva. Muy por el contrario, se ha reducido la capacidad productiva del agro, del sector siderúrgico, del sector aluminio e incluso del sector petrolero.
La solución de los problemas del país no es, desde luego, recurrir en forma sistemática a la devaluación. La solución es generar una política económica que minimice, a mediano y largo plazo, la necesidad de estar devaluando en forma periódica.
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