La reciente operación de recompra de deuda comercial entre Venezuela y la República Dominicana, es una negociación que merece la pena de conocerse y analizarse, tanto por que enseña en forma extraordinariamente transparente, cómo funciona el sistema financiero internacional, y por qué muestra el desespero en que se encuentra Venezuela.
En su esencia la historia es la siguiente. Venezuela ha venido vendiendo petróleo a República Dominicana en el transcurso de la última década. Aproximadamente 90 mil barriles diarios. De esa cantidad, 50 mil barriles eran parte de lo convenido en el contexto de Petrocaribe; es decir, era una venta a crédito, con dos años de gracia, una tasa de interés de 1% y 23 años adicionales de plazo para pagar. Mejor imposible. Los 40 mil barriles restantes se pagaban a precio y condiciones de mercado. Esa venta a crédito generó, hasta diciembre de 2014, una deuda comercial de 4.027 millones de dólares. La negociación reciente entre Venezuela y República Dominicana giró en torno a esa deuda comercial. Venezuela aceptó recibir 1.933 millones de dólares en el presente, a cambio de esa deuda que le debía ser pagada a lo largo de las décadas venideras. Es decir, cambió un valor futuro, elevado, por un valor presente más bajo. Es concreto, el valor presente de esa deuda se transó en un precio un 52% más bajo que el valor facial, o valor a futuro que se debía pagar por esa deuda.
Ese tipo de operación -convertir valores futuros en valores presentes- es relativamente corriente en el mercado financiero internacional. Pero hay que discutir y negociar, en cada caso particular, cuán grande es la diferencia entre esos dos valores. Eso depende de la tasa de interés que impere en el mercado internacional, de la tasa de interés a la cual se transó esa deuda, y de la necesidad más o menos imperiosa que cada país tenga de realizar la operación en cuestión. En el caso presente, para nadie es un secreto que Venezuela necesita desesperadamente divisas liquidas, de las cuales disponer libre y rápidamente para cubrir sus necesidades de importaciones y pago de deudas. Por ello sacrificó un activo poco líquido, como era la deuda a cobrar por 4.027 millones de dólares, por un activo mucho más líquido, como son los 1.933 millones constantes sonantes. En el mundo de los ciudadanos de a pie, si uno le presta mil bolívares a un amigo, y le dice que le pague dentro de dos meses, pero en el entretanto se le presenta una urgente necesidad de dinero, uno puede decirle a ese amigo que le pague cuanto antes. Es probable que ese amigo le pague, tan pronto como pueda, los mil bolívares íntegros. Cambia los mil bolívares a futuro, por mil bolívares presentes. Pero en el frio escenario de las finanzas internacionales, las cosas no son así. Aun cuando me hayas prestado 4 mil, si estás apurado, yo te pago 1.900 y quedamos a mano.
¿Y de dónde sacó dinero República Dominicana para pagar esa deuda? Muy sencillo: se endeudó. Emitió deuda soberana en los mercados financieros internacionales por 2.500 millones de dólares, a tasas de interés que van entre 5,5 % y 6,85%. Con eso le pagó a PdVSA y se quedó con un remanente en la mano para otras obligaciones fiscales. Se endeudó en 2.500 millones de dólares para pagar una deuda de 4.027. Parece un buen negocio. En realidad para llegar a una conclusión definitiva al respecto hay que tener en cuenta las tasas de interés.
República Dominicana contrajo una deuda de 2.500 millones de dólares, a una tasa promedio cercana al 6%, para pagar una deuda de 4.027 millones de dólares a una tasa de 1%. Después de sumar y restar, todo parece indicar que República Dominicana termina ganando una cantidad importante con toda esta operación. Pero el secreto del éxito está en que dicho pequeño país caribeño, relativamente pobre, tiene capacidad de colocar deuda soberana en los mercados financieros internacionales –más de 200 bancos de inversión compraron esa emisión de deuda- a una tasa baja, pues está bien calificado (B+) por las agencias internacionales y sus políticas económicas generan confianza. A Venezuela, no le sería posible una colocación similar, a menos que pague una tasa por lo menos del doble que la conseguida por Republica Dominicana.
Hay otros dos aspectos que son interesantes en toda esta operación. La negociación correspondiente no empezó en diciembre ni en noviembre del año pasado, sino que llevaban un año conversando, en forma discreta o reservada. Es decir, Venezuela, y PDVSA en particular, veían venir la crisis que ahora se ha desatado. No necesariamente la caída del precio internacional del petróleo, pero si la imperiosa necesidad del país de contar con divisas líquidas. En segundo lugar, es bueno recordar que República Dominicana intentó en años anteriores pagar la deuda petrolera con frijoles, paquetes turísticos y adiestramiento hotelero; es decir, el viejo sistema de trueque, pero al final del día, tanto Venezuela como República Dominicana han optado por el viejo y desacreditado billete verde, que les da más confianza y les genera mayores grados de libertad.
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