Muchas de las medidas anunciadas por el Presidente Maduro en la noche del día viernes 17 de agosto tienen claras consecuencias directas de carácter inflacionario. Entre ellas podemos mencionar el alza de la tributación, el alza en el precio de la gasolina, el alza en los salarios, y el impuesto a las transacciones financieras.
La economía, cuando está en una situación de relativa normalidad – o de relativo equilibrio entre las variables macroeconómicas basicas – puede asumir o asimilar el impacto inflacionario que puede generar cualquiera de las medidas anunciadas. Más aún, la economía venezolana ha aplicado antaño cada una de esas medidas. Ninguna de ellas es absolutamente desconocida. Pero la diferencia de las medidas actuales, con relación a las anteriores, es que cada una de ella tiene ahora un nivel cuantitativo superior, se dan todas juntas, y se dan en un contexto de hiperinflación en el cual cualquier medida económica equivocada tiende a sumarse y a acrecentar la espiral inflacionaria.
El incremento de los salarios, pasando a un salario mínimo de 180
millones – con el consiguiente impacto sobre de la nómina salarial – es algo que difícilmente puede ser asimilado por parte de ninguna empresa. Aun cuando pueda posteriormente trasladar esos mayores costos a los precios – o cual implica un gran salto adelante de la inflación – en lo inmediato es difícil que una empresa tenga suficiente capital de trabajo como para llevar adelante el proceso productivo en estas nuevas condiciones. La banca difícilmente estará en condiciones de incrementar sus créditos en esa cuantía. Si se pudieran aumentar rápidamente los precios de venta de lo producido, eso ayudaría a incrementar la inflación. Si no permiten ese incremento de precios – e insisten con la política de precios controlados – eso conduciría al cierre de empresas, o al incremento de la capacidad instalada ociosa.
El incremento del IVA en 4 puntos es una medida que incrementa en forma inmediata los precios de venta de toda la producción nacional, excepto de algunos productos liberados de este gravamen. Este impuesto lo paga el productor, en los insumos y materias primas que compra para llevar adelante la producción- y será transferido al consumidor final – y, además, lo paga el consumidor en cada bien que compre en el mercado, y por esas dos vías tiene un impacto inflacionario directo.
Lo mismo sucederá con el impuesto a las transacciones financieras -transferencias, pago con tarjetas de crédito o de débito, etc. En última instancia, los consumidores de productos financieros somos hoy en día todos los venezolanos, obligatoriamente. El aumento de precio de la venta al público de la gasolina empuja en la misma dirección, con la diferencia de que en este caso el beneficiario directo no es el fisco nacional, pues no se trata de un impuesto, sino que ese mayor costo va en beneficio de PDVSA, que no paga impuesto por las ganancias periódicas que obtenga, si es que obtiene algo. Es suficientemente conocido, además, que el incremento de precio de la gasolina genera un
eslabonamiento de impactos indirectos sobre toda la cadena de
producción y de distribución de bienes y servicios. El aparato
productivo tiene que incrementar sus precios para resarcirse de los mayores costos, a menos que los obliguen a mantener los precios, con lo cual los obligan a cerrar sus puertas.
Las medidas económicas que causan inflación, como las mencionadas, se pueden eventualmente contrarrestar o neutralizar con ciertas medidas económicas que apunten en sentido contrario. Se deben, en cualquier caso, cuantificar los costos y las consecuencias de cada una de las medidas, en un sentido o en otro, para ver si los efectos finales consolidados son los deseados o no. Así son los planes económicos serios en cualquier parte del mundo. Pero aquí, todo este paquete económico carece de una sola cifra, además de no tener mucha lógica. Se asienta íntegramente en el aire liviano.