Adelantándonos a la conclusión final, el conjunto de medidas económicas del 17A y la fijación de precios máximos definidos para 25 rubros alimenticios constituyen una pesada carga que profundizara la larga recesión que afecta al sector agroalimentario venezolano.
El contexto
La caída abrupta en la producción interna de alimentos, sumado a las disminuciones significativas habidas en las importaciones de bienes agrícolas, representan parte esencial de la crisis económica y política que atraviesa la república. Ilustremos la grave situación del sector agrícola nacional a través de tres indicadores que la expresan vivamente.
1- Superficie cosechada (has)
2- Arroz y harina de maíz precocida (maíz blanco) son los dos productos que más consumen los venezolanos hoy día, medidos por el consumo per cápita, de modo que resulta representativo su comportamiento en términos de producción interna respecto al desempeño global del sector agropecuario.
Entre los años 2014-2018 la superficie agrícola cosechada en el país se redujo 45,57%; la producción de arroz cayó 76,1% y la de maíz blanco 71,6%. Cuando observamos que las importaciones de bienes agrícolas ha sufrido igual tendencia de deterioro, pues, nos explicamos la crónica escasez de alimentos que confronta el consumidor venezolano.
Esta situación de caída abrupta tanto de la producción interna de alimentos como de la importaciones agrícolas configuran un cuadro de abastecimiento alimentario de suficiencia precaria, según la denominación utilizada por la FAO queriendo señalar, que la población venezolana presenta índices alarmantes de subalimentación de consecuencias severas en el futuro mediato e inmediato. Comparemos, por ejemplo el consumo de carnes de diferentes tipos en 2017 respecto a 2012, que como bien sabemos representan los aportadores más importantes en el consumo de proteínas.
En el lapso 2012-2017 el consumo cárnico en el país descendió 73%. ¡Sin comentarios!
En este contexto, de aguda crisis, en lo que al sector agrícola se refiere, se inscribe el conjunto de medidas económicas tomadas recientemente. Es nuestro propósito, adelantar algunas consideraciones acerca de sus posibles consecuencias sobre el sector productor de alimentos en el país. Creemos que las mismas impactaran, esencialmente, al sector agroproductor en las siguientes áreas:
1- Costos de producción
Un aumento de salario en 6.000% impactara fuertemente al sector agroproductor venezolano. Esta actividad es, quizás, la que presenta el mayor índice de intensidad de uso del factor trabajo. Pensemos, por ejemplo, en la producción de hortalizas, o, en los procesos de siembra y cosecha de cualquier rubro agrícola. Un incremento de esa magnitud, inviabiliza la mayor parte de los planes de siembra del próximo ciclo norte-verano (octubre-diciembre), que, dicho sea de paso, como lo evidenciamos arriba han disminuido considerablemente. Precisar el efecto en rubros específicos escapa a los objetivos del presente trabajo, pero ya pronto veremos a las asociaciones de productores dando detalles sobre lo altamente pernicioso de esta medida.
2- Financiamiento
Un ejemplo: en mayo de 2016 sembrar una has de maíz costó BsF 630.000, en junio de este año BsF 450.000.000 (a precios del cono monetario viejo para facilitar la comprensión), un aumento de 71.328%. Cosas de la hiperinflación. Si asumimos que se mantenga para los meses venideros la tasa de inflación observada los últimos 10 meses -84% mensual- para abril de 2019, fecha que inicia el ciclo agrícola de invierno del próximo año, sembrar una has de maíz costara aproximadamente 450.000.000 multiplicado por un factor de 450. ¡Increíble!
Dos consideraciones:
A- A esos niveles de costos, ¿Cuántos productores sembraran?
B- Debido a la pulverización del poder de compra del bolívar por efecto de la vorágine hiperinflacionaria que no cesara, la cartera agrícola de la banca pública y privada en términos de capacidad real de financiamiento, se reducirá a unas pocas miles de has, muy, pero muy lejos, de las necesidades efectivas del país.
3- Suministro de agroinsumos
El país, salvo fertilizantes nitrogenados y un poco de fosfatados importa todos los agroinsumos que utiliza el sector para el cumplimiento de los planes de siembra y, estos elementos se adquieren en el mercado internacional con dólares americanos, no con petros, y aquellos –los $- seguirán inexorablemente su acelerada carrera de apreciación respecto al bolívar; es decir, en términos de bolívares, serán cada vez mucho más caros, entonces, ¿Quién podrá comprarlos?; más aún: ¿Quién los importará?, puesto que al anclar el bolívar al petro y este al barril del petróleo, pues resulta una tasa de cambio bolívar/dólar que es independiente de la cotización del dólar en el mercado paralelo que no será reconocida por el gobierno a efectos de formación de precios.
Sin agroquímicos que ex-ante de las medidas escaseaban alarmantemente, ¿Quién sembrara? Y el que siembre ¿Qué rendimientos o productividad obtendrá? Para preocuparse
4- Rentabilidad
De las consideraciones hechas arriba –no son todas-, ¿Qué nivel de rentabilidad avizorará en cualquier plan de siembra el productor agrícola venezolano?, ¿Cuál será su motivación para producir la materia prima, que luego la agroindustria procesará? Si la producción de alimentos cayo alarmantemente en el lapso 2014-2018, al término que Kg/PC de abastecimiento en el 2017 presentamos un déficit de 60% respecto a los requerimientos normativos, cuestión que explica la gravedad de la situación nutricional que padecemos, ¿Cuál será su comportamiento previsible en los próximos ciclos de siembra? Pregunta nada difícil de precisar. Ensaye su propia respuesta.
Adicional al paquete de medidas anunciadas el 17A, el gobierno fijo los precios de venta final a 25 productos alimenticios de alto consumo. Tres consideraciones al respecto y una conclusión.
1- Los precios fijados presentan poco margen de variación para cada artículo respecto a los vigentes antes de la adopción del paquetazo, lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo sufragaran las empresas el incremento en los costos por vía del aumento de impuestos y sobre todo la subida de 6.000% del salario que contempló dicho «paquetazo?
2- Las empresas al dificultárseles salirse del sistema de regulación de precios por temas asociados a las fiscalizaciones y sanciones, muchas cerraran sus puertas al no poder sostenerse trabajando con rentabilidad negativa, incrementando la escasez y los precios.
3- Continuaremos observando fuertes discrepancias entre el precio que fija el gobierno y el que efectivamente rige al consumidor. Los artículos continuaran adquiriéndose a precios diferentes a lo establecido por el gobierno, puesto que la tasa de cambio que rige la relación Bs/$ seguirá depreciándose, independientemente que la que rige la relación Bs/petro no sufra alteraciones. Y es múltiple, en términos de costo, el impacto del precio del dólar sobre el precio final de todo lo que se comercializa en el país.
4- Muy grave: los precios fijados impondrán un techo a las materias primas agrícolas, base del procesamiento industrial; por ejemplo, el precio de la harina precocida respecto al maíz blanco, de modo que al condenar a trabajar con nula rentabilidad a las agroindustrias, impactará de igual modo a la producción primaria. ¿Cómo producirán más nuestros productores agrícolas?
Conclusión: la irreal nueva política de precios puesta en marcha al no garantizar un adecuado nivel de rentabilidad para todos los eslabones que conforman la cadena alimentaria redundara negativamente sobre la gravosa situación que impera en el sector desde el 2014. Continuará la caída.