Mi Pintura

En mi pintura, figurativa y de estructura y colorido impresionistas, está reflejada una Venezuela romántica y tranquila que sucumbe ante el avance del modernismo, de ese modernismo avasallante que uniformiza al mundo y que nos hace parecidos, cada vez más, a lo foráneo, a lo que está más allá de nuestras fronteras.

Cuando salí de Tumeremo y dejé atrás esos ventanales coloniales, tan profundamente ligados a mi niñez y temprana adolescencia, nunca imaginé que sus postigos y sus rejas eran los últimos vestigios de una Venezuela que se iba. Lo empecé a percibir con el pasar de los años, ya lejos de mi pueblo natal, cuando el tiempo iba arrancándole a las evocadoras calles de la bella Valencia, mi nueva residencia, sus casas de tejas, con sus altos muros de adobe y con esas elegantes ventanas que tantas serenatas recibieron. Y a mi paso, frente a muros destruidos y ventanas que fueron, siento que la nostalgia invade mi corazón. Y es entonces cuando deseo aferrarme a los recuerdos, materializándolos sobre tela, en forma de tonos, de colores y de formas, como si quisiera detener el desvanecimiento de una época. Delimitan las líneas de estas calles a las que me asomo intrigada y veo aquellas casonas con sus colores y grandes ventanales, postigos entreabiertos y patios angostos, pero es muy posible que desde vuestra perspectiva, estos colores y estas líneas no signifiquen mucho; que sepan exactamente dónde van las calles, que los colores no connoten, sino que denoten y que la fortaleza de mis muros sea sólo un ayer; a lo mejor tienen razón, porque al terminar de morirse estas casas con sus puertas y ventanas entreabiertas de abandono, surge el cemento, la avenida, la rapidez obligante, habrá luz árida y colores gritones de artificio. Pero desde mi perspectiva, a través de la línea y el color, puedo recopilar el tiempo y el espacio.