No es fácil entender a los Argentinos

La situación en Venezuela tiene algunos preocupantes rasgos en común con Argentina
La historia nos ha enseñado a todos a querer a los argentinos, por su futbol, por su desarrollo económico, por su ciudad capital, por su educación, por su tango, y por muchas cosas más, incluida también, entre ellas, por la intensidad y la grandeza de sus dolores y sus tragedias. Pero entenderlos ya es otra cosa mucho más difícil. En estos días, los argentinos nos están dando otra muestra más de lo difícil que es entenderlos y más aun predecirlos.

Acaban de reelegir a la Presidenta Cristina Fernández por una cómoda y masiva votación. En cualquier país del mundo eso se reflejaría en una alta confianza ciudadana en la capacidad del Gobierno para manejar las complejidades de la economía, y por lo tanto, en una cierta estabilidad de las principales variables macroeconómicas.

Pero en Argentina las cosas no están sucediendo así. A pocos días de la contienda presidencial, se ha generado un incremento en la demanda de dólares –que ya venía en desarrollo desde hace varios meses atrás- que amenaza con reducir las reservas internacionales del Banco Central, y con obligar a una devaluación de la moneda nacional, con los consiguientes impactos sobre la inflación y sobre la distribución del ingreso.

Es decir, en el plano económico, los argentinos parecen estar diciendo a gritos que no tienen confianza en que la política económica de la Presidenta Fernández podrá sostenerse en el tiempo, y que frente a esa situación, toman posiciones más seguras refugiándose en el dólar. Pero paralelamente dijeron con su voto que la Presidenta Fernández era la persona más indicada para gerenciar la crisis que todos visualizaban como inminente.

En Argentina el riego país es alto, la inflación supera el 10% anual, y los ingresos por concepto de exportaciones dependen en alta medida del precio internacional de la soya y de las vicisitudes del mercado brasileño. En los meses de agosto y septiembre, anteriores a las elecciones, las compras de dólares por parte del público, alcanzaron a los 3.500 millones de dólares mensuales, cifra que era 50% menor en los meses anteriores. Por mucho que el Banco Central intervenga en el mercado para sostener la moneda, esa cantidad excede su capacidad de perder reservas. Y la fuga hacia el dólar ha continuado en términos incrementados después de la elección.

Tratando de evitar una devaluación, el Gobierno ha respondido en la última semana, con una obligación a las compañías mineras y petroleras de que reingresen al país el total de las divisas que obtienen, por concepto de exportaciones, con la obligación a las compañías de seguros a que tengan en el país el total de sus reservas, y con la obligación a las casas de cambio a que pidan autorización al Gobierno por cada operación de venta de divisas que quieran realizar, lo cual significa prácticamente el control estatal del mercado formal de divisas.

Elecciones tumban Devaluación

La situación en Venezuela tiene algunos preocupantes rasgos en común con la situación argentina, aun cuando aquí se ha llegado mucho más lejos en el control de toda la actividad cambiaria. Pero el bolívar se mantiene sobrevaluado, lo cual se acrecienta día a día con el incremento de la inflación. La tasa riesgo país es la más alta de América del Sur, lo cual dificulta la consecución de crédito y de inversiones en el mercado financiero internacional, y el precio del petróleo se convierte -hoy en día más que nunca- en una variables sumamente volátil. Todo ello, unido a las incertidumbres de la situación política, genera una demanda alta de divisas, tanto para efectos de importaciones como para efectos de sacar capitales fuera del país para defenderse de las incertidumbres políticas y económicas del futuro cercano. El Banco Central no puede satisfacer toda esa demanda, so pena de perder reservas más allá de los límites de lo tolerable. Por razones políticas, el Gobierno venezolano –al igual que el argentino- no puede tampoco devaluar en época electoral. Pero aun cuando el Gobierno local viva en permanente campaña electoral, las elecciones presidenciales tienen una ubicación precisa en el calendario, y las arrugas económicas sólo pueden correrse hasta esa fecha. Más allá -salga sapo o salga rana- hay que ponerse serios y hacerle caso a la economía.

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