No hay ninguna buena razón que justifique, que los venezolanos en general tengamos que sufrir las consecuencias del fracaso de la implementación de unas políticas económicas que se alertó que no funcionarían. Hasta que no les explotó la bomba en la cara, fue cuando decidieron entender que es necesario sentarse y conversar con los empresarios y aceptar que la política de control de precios y control cambiario, es contraria a la racionalidad económica de cualquier productor o empresario progresista.
Todo parece confirmar que no existen suficientes recursos para liquidar las divisas que se les deben a los empresarios y las requeridas para estimular la inversión, se presume que los han dilapidado a través del manejo ineficiente en las empresas privatizadas, otros los han regalado, y a decir de los mismos funcionarios del gobierno, los restantes se los han apropiado bajo diferentes argucias (empresas de maletín y otras formas por investigar). Recurrir a solicitar préstamos para solventar la escasez de divisas a las compañías petroleras norteamericanas, empresas chinas y otras, luce contraproducente con la tan cacareada injerencia capitalista extranjera y la soberanía nacional.
De ser verdad que no hay dinero, los meses que están por venir del presente año no serán nada halagüeños. Continuarán escaseando los productos básicos de consumo de la población, tales como los alimentos, las medicinas y los productos de cuidado personal. La inflación ya de antemano luce que superará la barrera del 30% por mucho. No habrá estímulos financieros para invertir en la producción nacional y mientras eso suceda habrá que seguir importando para cubrir algunas de las necesidades prioritarias. La no disponibilidad de divisas a tiempo para aumentar la producción nacional, la ineficiencia manifiesta de las empresas que han sido expropiadas con niveles de producción muy bajos, más la alta inflación que se avecina, pudiese crear una situación no deseada en términos del comportamiento de los consumidores venezolanos.
Al analizar y tratar de entender los pasos que se están dando, uno se pregunta ¿cómo es que se llama a los empresarios a conversar y se les promete que se le liberaran las divisas para que se dediquen a producir, pero al mismo tiempo, se emprende viaje a Bolivia, Argentina, Uruguay, Ecuador, Brasil y a Nicaragua; y se invita a esos gobiernos y a los empresarios a firmar acuerdos para que vengan a producir en el país? Es decir, actuar de la misma manera que antes, favoreciendo a los extranjeros a costa de desestimular a los empresarios y emprendedores venezolanos.
Según mi manera de ver las cosas, el Gobierno como que no ha terminado de entender que la escasez de producción no solamente es consecuencia de los bajos precios controlados, sino que también existe el componente de la inseguridad jurídica y la incertidumbre de no confiar en el modelo que se ha tratado de imponer. La solución pasa por cambiar el rumbo de cómo se han venido haciendo las cosas, los resultados lo demuestran, esa no es la forma. Se requiere transmitir confianza, garantizar seguridad de que lo que se invierta tendrá su justa remuneración, de que los trabajadores serán alentados por el gobierno para que colaboren con sus patronos y no que con su actitud destruyan las empresas.
Otro aspecto a tener presente en estos momentos, es que aun cuando exista la buena disposición de empresarios a sembrar unos, otros a criar y levantar sus animales y a fabricar los productos industriales necesarios, la escasez no se solventará de la noche a la mañana, en el mejor de los caso sería para final de año que este problema se solucionaría. Por tanto, le corresponde al Ejecutivo solucionar inmediatamente el inconveniente de las divisas y empezar mediante acuerdos con el sector privado a buscar la forma de desmontar el control de cambiario, garantizar verdaderos estímulos a la producción, devolver a los privados las empresas expropiadas y generarle confianza a la población. En concreto, es la hora de pensar más racionalmente en la economía y la sociedad y sacrificar algún posible beneficio político que se pudiese obtener. Lo más importante es la calidad de vida de la población.