En los sistemas de ciencia y tecnología más avanzados crece el papel de las empresas en el financiamiento y la realización del esfuerzo de I+D (Investigación más desarrollo) lo que va desplazando cada vez más el énfasis del esfuerzo hacia las tareas de desarrollo las que predominan sobre la investigación básica y aplicada.
Como se mencionó, en Estados Unidos las empresas financian el 59% de las actividades de I+D, mientras el Gobierno cubre el 36% y las universidades y organismos no lucrativos el 18%. La realización de ese esfuerzo se distribuye así: las empresas el 72%, el Gobierno el 10% y las universidades y organismos con fines no lucrativos el 18%.
Por ejemplo, en ese país el apoyo federal a actividades de I+D ha descendido del 70% al 60%, en tanto ha crecido el financiamiento de otras fuentes. Respecto a este mismo país es sumamente improbable que aumente sustancialmente la financiación a la ciencia básica universitaria en los próximos años. Continuará el incremento del número de centros de investigación conjuntos entre universidades y empresas y continuarán ejerciéndose presiones sobre las universidades para que aumenten sus contribuciones económicas. De igual modo disminuirán los financiamientos a investigadores individuales. También las universidades europeas reciben presiones para satisfacer necesidades de investigación a corto plazo (Nichols y Ratchford, 1996).
En Alemania las empresas gastan el 61,4% de I+D y realizan el 69%; Suiza 74,5% y 74,8%, respectivamente (Herman, 1996).
La situación es bien distinta en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, por ejemplo en México, el Gobierno financia el 68% del gasto I+D y las empresas el 32%, en tanto la realización del esfuerzo se distribuye así: Gobierno 51%, empresas 30% y universidades 19%.
El énfasis empresarial en I+D es un rasgo que diferencia claramente los países industrializados y los que han avanzado menos en ese camino. En los Estados Unidos la I+D financiada por las empresas aumentó entre 1974 y 1994 un 144%, mientras el aporte del Gobierno federal creció 30%.
Según Salomón (1996) la disminución relativa del apoyo público viene a expresar un cambio profundo en las políticas de la ciencia. En la etapa de la guerra fría la rivalidad entre las superpotencias y la escalada armamentista generaron hacia la ciencia actitudes gubernamentales de marcado apoyo. Todo lo que era bueno para la ciencia se consideraba bueno para la sociedad. El informe de Vannevar Bush, asesor científico del presidente de los Estados Unidos, "La ciencia, frontera sin límites" (1945) "no sólo fundó la legitimidad de la intervención del poder federal en el sistema privado de las industrias y las universidades, sino que fue también el origen de las ideas formuladas sobre el proceso lineal de innovación, al afirmar que la ciencia es, por ella misma, el acelerador del progreso técnico y la instancia decisiva para el logro de los objetivos nacionales en todas las áreas de competencia gubernamental. La movilización de los científicos y de los laboratorios, que había rendido tantos frutos desde la Segunda Guerra Mundial, debía pues perpetuarse en tiempos de paz – hasta el punto de que en los Estados Unidos un tercio de los científicos e ingenieros trabajó en problemas y con contratos vinculados con la defensa. Siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos, los más grandes países industrializados (excepto Alemania y Japón) establecieron las mismas prioridades: defensa, átomo, espacio, electrónica".
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