Ondas electromagnéticas y salud

¿Son nocivas para la salud las ondas que emiten aparatos como las antenas de telefonía y los teléfonos móviles?

Ésta es una pregunta que, de forma recurrente, se formula buena parte de la población acerca de unos dispositivos que se han extendido tanto y de manera tan rápida en los últimos años, que ocupan un importante lugar en la vida cotidiana. A falta de evidencias científicas que sostengan sus efectos sobre la salud humana y ante la posibilidad de nuevos descubrimientos, se debe aplicar el principio de precaución. No obstante, si hay un riesgo demostrado de manera indiscutible: utilizar el móvil mientras se conduce aumenta las posibilidades de sufrir un accidente de tráfico.
En la memoria colectiva permanece la detección de varios casos de cáncer infantil en la escuela García Quintana, de Valladolid, donde varias antenas de telefonía móvil se localizaban muy próximas al centro escolar. El temor a los efectos sobre la salud de esta tecnología, que todavía hace pocos años que se utiliza, asalta cada cierto tiempo. Pero, ¿qué ha averiguado la ciencia al respecto?

Las ondas electromagnéticas que emiten las antenas de telefonía y los móviles no son ionizantes. Esto significa que, aunque tienen efectos térmicos, no se han demostrado sus efectos genotóxicos (no rompen las cadenas de ADN, es decir, del material genético), ni sobre la reproducción y el desarrollo fetal, el sistema inmune ni el endocrino, o una relación entre las emisiones de ondas electromagnéticas y el cáncer. Al menos, a los niveles de dosis de radiación permitidos por los organismos internacionales, según la potencia a la que se emiten. Así lo afirmó Ferran Tarrasa, jefe de Ingeniería de la Planta de la Central Nuclear de Ascó (Tarragona), durante una conferencia sobre ondas electromagnéticas y salud pronunciada en fechas recientes en Barcelona.

Limites máximos

En España, el Real Decreto 1066/2001 estableció las medidas de protección sanitaria contra las radiaciones de la telefonía móvil y fijó los límites máximos de estas radiaciones en 2 watios por kilo, de acuerdo con los límites recomendados por la Comisión Internacional para la Protección contra las Radiaciones no Ionizantes (ICNIRPP). Además de instaurar estos niveles, esta normativa reconoció que la telefonía móvil no hace tantos años que es una realidad y, por lo tanto, prevé que los límites fijados de radiaciones varíen si aparecen nuevos estudios científicos que así lo aconsejen, lo que no ha sucedido hasta ahora con numerosos trabajos que se han realizado desde 1998.

La situación varía en otros países donde, asegura Tarrasa, se han fijado límites inferiores a los 2 watios por kilo recomendados por la ICNIRPP; no por razones científicas, sino por decisión política, con el fin de tranquilizar todavía más a la población.

Los estudios que se han realizado hasta ahora son de dos tipos: «in vitro», es decir, en cultivos celulares, sobre los que se comprueban los efectos de las microondas a distintas potencias; e «in vivo», en animales de laboratorio o en humanos voluntarios, a quienes se somete a dosis de radiofrecuencia, según los límites fijados por la normativa, bajo condiciones controladas de forma estricta.

Evidencia científica

Se entiende que los estudios en una pequeña muestra de ratones no bastan para demostrar una relación de causa-efecto entre las radiaciones recibidas por estos animales y la generación de una enfermedad, ya que sería necesario un número mucho más amplio. Además, el hecho de que una antena de telefonía esté muy cerca de una escuela no es suficiente para concluir, que ésta es la causa de ciertos casos de cáncer, ya que puede haber otros factores en las inmediaciones que influyan en ello, explica Tarrasa.

Sin embargo, en 2006 el comité europeo que se dedica a analizar los nuevos riesgos para la salud, no debidos a enfermedades definidas sino a otras causas asociadas, emitió un informe donde señalaba que no se había podido demostrar que estas ondas electromagnéticas tengan efectos negativos sobre la salud a niveles de exposición por encima de los límites establecidos por la ICNIRPP, si bien no hay datos a largo plazo.

En 2009, un estudio epidemiológico de la Sociedad Danesa del Cáncer analizó unos 60.000 casos en 16 millones de personas de Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia durante 30 años, entre 1973 y 2003. Se pretendía comprobar si la aparición de los teléfonos móviles había inducido algún cambio en la tasa de incidencia de esta patología y su conclusión fue que las tasas posteriores a la introducción y uso de los celulares en la sociedad no habían variado. «Los teléfonos móviles no son un factor de riesgo para los tumores cerebrales», afirma el especialista.

Otra revisión de la Universidad Complutense de Madrid y del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencia y Salud, sobre estudios de la exposición a las microondas de la telefonía móvil, demostró que su uso en adultos durante un periodo de diez años no se ha asociado a una mayor tasa de tumores cerebrales.
Mientras, una de las investigaciones más recientes, realizada por la Academia de Ciencias, Tecnología y Medicina de Francia, ha analizado los últimos 97 estudios sobre la red de telefonía móvil y ha descartado efectos genotóxicos, influencia en el sistema inmune o efectos carcinogénicos por exposición en zonas donde hay antenas.

El único riesgo directo del teléfono móvil que se ha demostrado, es la posibilidad de sufrir un accidente mientras se conduce. Mantener una conversación, sin el uso de manos libres, aumenta el riesgo de accidente de circulación entre tres y cuatro veces. «Y éste es un riesgo real, confirmado, por culpa de la distracción del teléfono móvil», destaca Tarrasa.

CREENCIAS ERRÓNEAS DE ANTENAS Y MÓVILES

El miedo a las antenas de telefonía móvil, a menudo, ha llevado a la población a pedir que las alejen de un determinado punto. Pero esta medida es un error ya que, cuanto más cercana esté una antena de telefonía, menor será la potencia a la que emita. En cambio, cuanto más lejos se localice, mayor será la potencia que tendrá que usar para recibir y enviar las señales de los teléfonos móviles. Por esta razón, lo más favorable para proteger la salud no es siempre instalar pocas antenas y en puntos alejados, y «cada vez tenemos más antenas, pero que emiten a menos potencia», declara Ferran Tarrasa.

Llevar los teléfonos móviles en el bolsillo cuando hay cobertura, no entraña riesgos. Al conectar con una antena de telefonía para establecer una llamada, recibirla o enviar un sms, el móvil transmite a la máxima potencia para garantizar la sincronización y señalización con la red; la potencia se acerca a los límites fijados por la normativa, aunque siempre se encuentran por debajo. Después, una vez que se establece la llamada, la potencia baja.

«El riesgo de las antenas de telefonía y de los móviles no es cero, pero es mínimo y no se han podido demostrar efectos perjudiciales graves para la salud», según el experto. No obstante, se debe aplicar el principio de precaución, que consiste en ser prudente cuando no hay una evidencia científica suficiente respecto a una determinada cuestión y, en especial, en el caso de los niños.

Fuente: http://www.consumer.es/web/es/salud/investigacion_medica/2010/01/28/190723.php