ONG, ¿un concepto en crisis?

Azucena García – Las Organizaciones No Gubernamentales, más conocidas por su acrónimo, ONG, han comenzado hace varios años a utilizar otras denominaciones. Algunas han añadido una D para distinguir a las organizaciones que se centran en tareas de desarrollo, ONGD, y otras directamente han sustituido la G por la L para definirse como Organizaciones No Lucrativas, ONL. Este cambio responde, en algunos casos, al interés por alejarse del concepto «gubernamental», que provocaría cierta ambigüedad.
Si se entiende por Organización No Gubernamental a cualquiera que no dependa de un gobierno, las ONG cubrirían un campo tan amplio que, en ocasiones, se alejarían del tradicional concepto de solidaridad y ayuda humanitaria que denotan. Englobarían a todas las entidades de carácter no gubernamental, de manera que podrían considerarse como tales asociaciones cuyos fines no son siempre los mismos que los de las tradicionales ONG.

Origen de las ONG

Estas organizaciones se crearon tras la II Guerra Mundial. En este periodo tan complicado, se sintió la necesidad de ayudar a los ciudadanos desde instancias ajenas a los gobiernos, ya que su actuación en algunos casos había desequilibrado el bienestar general. Entonces se optó por una denominación que marcaba este límite de manera clara.

Las Organizaciones No Gubernamentales se reconocieron de manera formal en 1945, en la Carta de las Naciones Unidas. Años después, la Resolución 1996/31 de 25 de julio de Naciones Unidas definió a las ONG como «cualquier grupo de ciudadanos voluntarios sin ánimo de lucro que surge en el ámbito local, nacional, o internacional, de naturaleza altruista y dirigida por personas con un interés común». Sus rasgos diferenciadores son, precisamente, la falta de ánimo de lucro, los servicios humanitarios que llevan a cabo y, respecto a los gobiernos, se establecen como enlace y les transmiten las preocupaciones ciudadanas.

Cuando en los años ochenta la solidaridad vivió su época dorada y las ONG recibieron un gran apoyo por parte de socios y voluntarios, el acrónimo se mantuvo, a pesar de que las ONG se acercaron a las instituciones públicas, en algunos casos establecieron alianzas y recibieron ayudas económicas para la puesta en marcha de proyectos y programas, que se mantienen en la actualidad. No obstante, Antonio González, miembro de la Junta de Gobierno de la Coordinadora de ONG de Desarrollo (CONGDE), considera que «no hay ningún problema en que una organización social reciba financión publica porque viene de los ciudadanos» y se revierte en actividades de carácter social. «Es válido el hecho de que una organización reciba financiación pública -agrega-, el problema es cuando es excesivamente dependiente de un único financiador o tiene contraprestaciones que van en contra de la organización o de la independencia». En su opinión, el término no está en crisis porque las ONG son una expresión ciudadana organizada, «pero el hecho de que no tenga una tradución clara en cuanto a definición jurídica, qué está dentro y qué fuera, hace que haya un nivel de confusión que ha generado cierto desgaste».

Nacimiento de las ONGD

Con la intención de precisar su labor y distinguirla de la acción social, años después algunas ONG añadieron a este acrónimo la letra D, de Desarrollo -en referencia a la canalización de recursos hacia países en desarrollo-, y en 1986 constituyeron la Coordinadora de ONG de Desarrollo (CONGDE), que ha cumplido 25 años en 2011. Una página web conmemorativa recuerda, sin embargo, que su creación aglutinó a las ONG de Desarrollo que ya llevaban varios años en funcionamiento. Médicos Mundi, IEPALA y Ayuda en Acción dieron forma legal a la entonces Coordinadora de Organizaciones No Gubernamentales. «Pocos meses después, el 19 de diciembre de 1986, se sumaron seis organizaciones más, constituyendo la primera Junta de Gobierno», recuerda la CONGDE.

Estas nueve organizaciones fueron el germen de una red mayor, compuesta hoy en día por 17 coordinadoras autónomicas y 92 ONGD, como Acción contra el Hambre, UNICEF, ACSUR-Las Segovias, Alboan, Cáritas Española, Farmamundi, Cruz Roja Española, Fundación Entreculturas o Intermón Oxfam. Pero si se preguntara a los ciudadanos por estas entidades, ¿sabrían distinguirlas como ONGD y qué significa este acrónimo?

El rasgo común de todas ellas es que promueven el desarrollo «como un proceso de cambio social, económico, político, cultural, tecnológico, que surgido de la voluntad colectiva, requiere la organización participativa y el uso democrático del poder de los miembros de una comunidad». Además, luchan por erradicar la pobreza, practican la cooperación con los pueblos del Sur y otorgan una gran importancia a la igualdad de género, el respeto al medio ambiente y la promoción de los derechos humanos. El Código de Conducta de las ONGD establece sus características esenciales.

¿Ahora ONL?

El concepto Organizaciones No Lucrativas, ONL, no es nuevo. Algunos expertos hacen referencia a él desde hace algunos años. Este acrónimo se utiliza, en su mayoría, en países anglosajones, como Reino Unido y Estados Unidos, donde las organizaciones han evolucionado más y la implicación de los ciudadanos es mucho mayor. En España, en ocasiones, se opta también por la referencia a entidades no lucrativas, ENL, e incluso, José María Herranz de la Casa defiende la evolución hacia el concepto de organizaciones sociales (OS), que integra desde los movimientos sociales hasta las fundaciones. «El concepto de ONL designa de manera negativa a una realidad, le resta fuerza, pero las organizaciones sociales están formadas por ciudadanos, donde el poder reside en el valor de las personas y no en el hecho de que sean no lucrativas», recalca. Para Antonio González, ONL no es un concepto apropiado porque engloba «desde asociaciones deportivas hasta cajas de ahorros (hasta hace poco), colegios profesionales y un amplio abanico de fundaciones de carácter empresarial».

Autor de la tesis doctoral «La comunicación y la transparencia en las organizaciones no lucrativas», Herranz de la Casa insiste en que el acrónimo ONG «conlleva la carga ‘no gubernamental’, a pesar de que la financiación en muchos casos es gubernamental». En su tesis, recoge que «son muchas las terminologías y palabras que se utilizan para nombrar el concepto de organización no lucrativa», como Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), entidades sin fines de lucro, organizaciones voluntarias, organizaciones sociovoluntarias, organizaciones de interés social, Organizaciones al Servicio del Progreso Humano y Organizaciones Públicas No Estatales (OPNE), además de ONG, aunque también se ha propuesto Tercer Sector Voluntario no Lucrativo (TSVNL), «en un intento de homogeneizar todos los conceptos que definen este campo». «Quizá sería bueno definirse como Organización de la Sociedad Civil que, a pesar de tener riesgo de desgaste, es un término positivo, no negativo», considera Antonio González.

De momento, Naciones Unidas ha elaborado una Clasificación Internacional de Organizaciones No Lucrativas (ICNPO, International Classification of Nonprofit Organizations) compuesta por 12 categorías: cultura, deporte y ocio: educación e investigación; salud; servicios sociales; medio ambiente; desarrollo comunitario y vivienda; derechos civiles, asesoramiento legal y política; intermediarios filantrópicos y promoción del voluntariado; actividades internacionales; religión; asociaciones profesionales y sindicatos; y otras.

«En este análisis falta otro eje: la entidad jurídica que subyace», apunta Antonio González. «En España -prosigue-, detrás del concepto de ONG hay dos formatos jurídicos: asociaciones y fundaciones, que pueden estar o no dentro de esta categoría de solidaridad». A su entender, este contexto facilita que la confusión sea «completa» y que para los ciudadanos estos términos, al final, sean muy difíciles de entender». Por ello, no parece sencillo que se deje de identificar a estas entidades como ONG, sin ni siquiera percibir el matiz que encierra el concepto, pero el término se mantiene en constante evolución y, aunque es posible que las ONG lo sean por mucho tiempo, al menos, han comenzado a plantearse alternativas.

Fuente: http://www.consumer.es/web/es/solidaridad/proyectos_y_campanas/2011/07/01/201606.php