A principios del mes de junio Brasil y Argentina, llegaron a un acuerdo bilateral para normar el comercio automotriz entre ambos países. Mediante ese acuerdo, las importaciones de bienes automotrices realizadas por Argentina, desde Brasil, sin pago de aranceles, solo podrán ser 1,5 veces mayor que las ventas que Argentina haga a Brasil del mismo tipo de bienes. Puede parecer un buen tipo de arreglo, pero es indudable que si se necesitan tensiones, discusiones, negociaciones y decisiones como éstas son única y exclusivamente, porque la liberación del comercio bilateral -que se supone es la columna vertebral del acuerdo que une a los países firmantes del Mercosur- no está funcionando. Hay que agregar -para entender cabalmente la significación de ese acuerdo- que el comercio automotriz representa el 40% de las exportaciones argentinas a Brasil, que en su totalidad alcanzaron a poco más de 16 mil millones de dólares en el año 2013. Brasil, por su parte, exporta a Argentina por un total aproximado de 19 mil millones de dólares, el 32% de los cuales está representado por bienes del sector automotriz (capítulo 87 del arancel). En otras palabras: El comercio argentino-brasileño, amparado por la normativa Mercosur, se ha convertido fundamentalmente en un comercio de vehículos, partes y piezas, el cual necesita de negociaciones adicionales entre los gobiernos, pues la normativa Mercosur por sí sola no arregla los déficits y desequilibrios que se producen en ese campo.
Cuando los cuatro países que conformaron originalmente el Mercosur –Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay- pusieron plenamente en marcha, en 1995, las cláusulas comerciales que se establecían en el convenio constitutivo, hubo un notable incremento del comercio entre los países miembros. Hubo una apasionante luna de miel que llevaba a pensar que el comercio intra Mercosur seguiría en crecimiento por un período largo, con el consiguiente estímulo a la economía de cada uno de los países participantes. Precisamente porque el comercio reciproco no era alto, había mucho espacio para que creciera, como efectivamente sucedió.
Actualmente el comercio bilateral es indudablemente más alto, pero no da muestras de crecimiento. Más aun, desde el 2011 las exportaciones recíprocas han disminuido. En los comienzos del Mercosur, Brasil no era el principal socio comercial de Argentina, como lo ha llegado a ser hoy en día. Además, el comercio existente era favorable a Argentina. Actualmente Argentina envía a Brasil el 21% de sus exportaciones, mientas que importa desde Brasil el 26% de sus compras internacionales. Pero el comercio bilateral se ha hecho favorable a Brasil, a pesar de que este país compra a Argentina solo el 6,8% de sus importaciones, y le vende el 7,2% de sus exportaciones. China, y no Argentina, ha llegado a ser el principal socio comercial de Brasil, seguido de Estados Unidos. Argentina ocupa un tercer lugar como socio comercial de Brasil, mientras que Brasil es el principal socio comercial de Argentina. La dependencia de Argentina, con respecto al comercio con Brasil, por lo tanto, es mucho mayor que la dependencia de Brasil con respecto a Argentina.
Cuando la economía de ambos países crece, el comercio exterior de cada país aumenta y se incrementan las importaciones y exportaciones recíprocas, todo lo cual puede restarle significación a los problemas sectoriales que puedan existir. Pero cuando la economía de uno u otro -o peor aún, de ambos a la vez- está en problemas, la tentación de solucionar esos problemas por medio de modificaciones al comercio bilateral es muy grande. Y Argentina está en estos momentos en problemas. Y Brasil también.
Argentina se encuentra técnicamente en recesión. Las cifras oficiales, en días recientes, y las cifras de organismos privados y de organismos no tan privados como el Congreso, desde hace varias semanas atrás, han puesto de manifestó que la economía argentina ha decrecido en el primer trimestre de este año, y que también lo hizo en el cuarto trimestre del año anterior, lo cual genera una situación que se define internacionalmente como recesión. Esa situación va de la mano con el aumento del paro, y en el caso argentino, además, con aumento de la inflación, que ya ha alcanzado niveles de 13,5% en los cinco primeros meses de 2014, lo cual permite pronosticar una tasa cercana al 30% para el conjunto del año en curso. A eso se agrega la sorpresa dada por el fallo de los tribunales norteamericanos, que obliga a Argentina a pagarles a los llamados fondos buitres, lo cual es una decisión que, si se acata, muchos otros acreedores que estaban dispuestos a recibir menos, exigirán las mismas condiciones; y si no se acata, deja a Argentina en una situación complicada con el conjunto del sistema financiero internacional. Todo ello genera aumento del riesgo país, imposibilidad de acceso fluido al mercado financiero internacional y, por lo tanto, necesidad urgente de divisas. Solución posible: reducir importaciones desde Brasil.
Brasil, por su parte sigue creciendo, pero a tasas cada vez más bajas. Para el presente año, la proyección que hacen los diferentes analistas internacionales es que el crecimiento llegará a 1,2%, lo cual es una tasa muy baja para cualquier país. Y Brasil, apenas salga del Mundial de Fútbol, entrará de lleno en la campaña presidencial, en la cual la oposición levanta con mucha fuerza la idea, que el Mercosur es una camisa de fuerza que impide la apertura internacional que un país como Brasil necesita para crecer. Pero hasta ahora, la Presidente Roussef, a diferencia de su colega argentina, no parece buscar soluciones a sus problemas por la vía de acrecentar el proteccionismo. Hasta ahora la línea de respuesta de Brasil a la ralentización de su crecimiento parece ser el tratar de negociar un tratado comercial con la Unión Europea, para ampliar por esa vía sus exportaciones.
Ya quedó suficientemente claro para todos los miembros del Mercosur, que la entrada de Venezuela al bloque, no implicó un salto adelante en las ventas a este nuevo socio. Más aun, justo cuando se concretaba el arancel cero al comercio con Venezuela, este país entró en una fase económica y política en la cual sus compras externas, provenientes de todos los países, se ven disminuidas, con lo cual el impacto del “efecto Venezuela” se redujo prácticamente a cero.
Y en la tratativa con la Unión Europea, Brasil choca nuevamente con Argentina, que no ve con mucha simpatía un tratado de esa naturaleza. Esa negociación se ha tomado mucho tiempo, precisamente porque ha sido difícil concertar una propuesta común que hacerle a los europeos. Si eso no camina, es posible pensar que Brasil buscará una negociación solo, o con alguno de los otros los socios del Mercosur, pero sin seguir atado eternamente a Argentina. Eso no implicaría necesariamente una ruptura del Mercosur. Ya Venezuela se descolgó de esa negociación con la Unión Europea, lo cual generó, sin drama alguno, un mensaje claro en el sentido de que el Mercosur puede negociar en bloque, o puede negociar tratados que solo sean válidos para algunos de sus países miembros. Una figura de esa naturaleza es bien parecida a una ruptura de la unión aduanera, pero sin muertos ni heridos, tal como de hecho ha sucedido con la Comunidad Andina de naciones.
Efectivamente, la CAN, enfrentada al hecho de que Ecuador y Bolivia no simpatizan mucho con la idea de firmar tratados de libre comercio, resolvió, hace ya varios años atrás, autorizar a Perú y a Colombia a que lo hicieran por su cuenta, rompiendo así de hecho con arancel externo común. Eso implicó que Perú negociara y firmara sendos TLC con China y con Estados Unidos; y que Colombia, a su vez, lo hiciera con Estados Unidos. La CAN mantiene, en esa medida su carácter de una zona de libre comercio, pero ha dejado de ser, en la realidad de los hechos, una unión aduanera. Algo parecido podría suceder en el Mercosur, si Brasil y algunos de los otros países miembros, deciden, con autorización del resto del bloque, negociar por su cuenta con la Unión Europea, sin Argentina ni Venezuela.
Otro asunto importante que debe enfrentar el Mercosur en el futuro cercano, es la respuesta a la invitación que le formulara la Alianza del Pacifico, para que estudien los mecanismos de convergencia que puedan darse entre ambos bloques subregionales. Eso puede significar para el Mercosur, una apertura comercial que agilice sus exportaciones, al mismo tiempo que una búsqueda de esfuerzos compartidos en el camino de las exportaciones conjuntas hacia Asia, que es el objetivo último y más importante que se plantea la Alianza del Pacífico. Una convergencia de ese tipo tendría, indudablemente, consecuencias económicas y políticas de gran significación. Implicaría, entre otras cosas, que el Mercosur, que perdió en algún recodo del camino su oportunidad de ser el punto de confluencia de los esfuerzos integracionistas de la América del Sur, pueda volver a reencontrarse con el conjunto de la región.
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