“Soy amplio y contengo muchedumbres…” Con estas rotundas y sabias palabras de Walt Whitman, Jorge Luis Borges presentó en 1973 en Buenos Aires, al venezolano Arturo Uslar Pietri – de quien celebramos ahora, ciento un años de su nacimiento- en ocasión de recibir el Premio Alberdi-Sarmiento, “en el dorado Salón de La Prensa”, al decir de Uslar. Nada más atinado, pudo escoger Borges para definir, en su concisa erudición, el significado de aquel hombre, que había visto la luz un 16 de Mayo de 1906 en la capital de Venezuela. Amplio y contentivo de muchedumbres, versátil y universal, pues durante su fecunda y larga existencia, abordó con proverbial pericia y talento, variados campos del saber, el servicio público y la creación y, legó invaluables aportes a su país y al resto del mundo. Como orfebre de las palabras, supo Uslar encarnar lo que Sastre preconizaba acerca del escribir: “el artista del lenguaje es el que ordena las palabras de tal manera que, según la iluminación que les da y el peso que les pone, significan una cosa u otras, y aún otras más, en cada nivel diferente“. Esta maestría de la palabra escrita, está presente particularmente en un magnífico cuento de Arturo Uslar Pietri, llamado “La Pluma del Arcángel”, el cual en lo personal no me canso de disfrutar y recomendar.
Cuesta mucho concebir al país, sin la benéfica presencia, -cuando no influencia directa-, de Uslar Pietri en su quehacer diario. Uslar, llegó a constituirse, más allá de sus innegables méritos literarios, en una especie de Cecilio Acosta del Siglo XX venezolano, con todo lo que ello significa como hombre fundamental y necesario. Un ciudadano, que no sólo se consustanció con Venezuela, sino que además pudo pensarla, sufrirla, soñarla de diversas formas, tanto desde sus programas de TV, como desde la enjundiosa columna que, domingo a domingo, nos ofrecía, como fruto maduro de su visión del mañana, así como de sus múltiples preocupaciones, ante el aciago presente que, se colaba hasta sus dolidos huesos, en una admirable y singular simbiosis. De estas preocupaciones, hay una que era constante en su prédica y, aparece reseñada en una entrevista que le dio al poeta Rafael Arraiz Lucca, decía Uslar: “Yo creo que la educación venezolana está totalmente equivocada, aquí hay que regresar a Simón Rodríguez, a educar para vivir en un país llamado Venezuela. Los estudiantes pasan aquí por distintas etapas, sin enterarse de lo que es Venezuela, reciben unas ideas convencionales, unos prejuicios negativos….Nuestra educación es muy mala, es memorística e inadecuada”.
Aún cuando sea un horrendo lugar común, hay que decirlo; la mejor manera de honrar la memoria y obra, de un hombre universal, como Arturo Uslar Pietri, es meditando sus propuestas y, en la medida de las posibilidades y de la realidad, instrumentándolas, con ese mismo ahínco y afecto que, le imprimió este ser excepcional nacido en Venezuela hace algo más de un siglo.
¿Podremos hacerlo algún día, escapando de estas vidas circulares como nos lo reclama el epígrafe de esta nota?
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