En este artículo se busca explicar las causas de las bajas tasas de crecimiento económico en México y sus regiones, a través de un análisis que contribuya a entender la dinámica económica de las entidades federativas y la existencia de pautas diferenciadas en cada factor explicativo considerado
De acuerdo con Esquivel (2010), de 1995 a la fecha, la economía se ha caracterizado por una estabilidad macroeconómica, pero también por un ritmo de crecimiento que es francamente decepcionante.
Desde el punto de vista institucional, su participación se redujo ya que se le dio mayor importancia al mercado. Este cambio en el contexto institucional se encuentra altamente relacionado con la pérdida de dinamismo.
De hecho, para Moreno-Brid y Ros (2004), la política de desarrollo seguida en los últimos quince o veinte años no ha captado adecuadamente el origen de los obstáculos principales al desarrollo de la economía mexicana, ni de los nuevos problemas creados por el proceso de reformas y de realineación en el binomio mercado-Estado.
Asimismo, resulta obligado mencionar la existencia de autores que discrepan con este punto de vista, generando con ello, al menos dos percepciones de los obstáculos al crecimiento. (Castañeda y Aguilar, 2010)
Desde una perspectiva de largo plazo, el crecimiento económico mexicano se caracteriza por el bajo e inestable ritmo de crecimiento. Las estadísticas que dan cuenta del bajo crecimiento económico, tienen que ver con la evolución del nivel de PIB per cápita en México de 1950 a 2010 en precios constantes, el cual muestra que de 1981 a 2010, el PIB per cápita de México tuvo un comportamiento sumamente errático.
Ahora bien, al revisar las tasas de crecimiento del ingreso per cápita, se presentaron sendas caídas en el ingreso real. Durante estos veintinueve años el ingreso per cápita en el país creció un 0,4% promedio anual.
Merece destacar que la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), impactó positivamente el crecimiento por algunos años, pero su efecto terminó por desvanecerse muy rápidamente, al pasar la producción por persona de 7,72% en 1995 a 3,8% en 2010.
Cuando el crecimiento de la producción por persona se analiza regionalmente, de acuerdo con Sánchez-Juárez (2011), las regiones “ganadoras” durante los últimos diecisiete años son aquellas que se localizan en el norte del país y se presume tienen fuertes encadenamientos productivos con la economía norteamericana. El resto de regiones del país no crecen o lo hacen lentamente.
Como bien lo ha indicado Katz (2011), son casi tres décadas en las cuales el crecimiento del PIB por habitante ha sido, en promedio cercano a cero. Mientras en 1980 el PIB per cápita de México representaba el 47% del promedio de naciones de la OCDE, para el 2005 representaba apenas el 34%. En consecuencia, el producto por trabajador de representar un 69% del promedio de la OCDE pasó a un 41%.
Un tema central es cómo la falta de crecimiento económico se ha traducido en una serie de males sociales que han deteriorado el tejido social y económico. Dos indicadores que dan cuenta de la descomposición social son la migración a los EE.UU. y los índices de violencia e inseguridad. Ambos indicadores, de 1997 al 2007, muestran una correlación positiva, lo que da cuenta de la salida de capital humano y su aprovechamiento en el exterior. El lado positivo de esto es la entrada de recursos, que sostienen a las familias mexicanas al sur del Río Bravo.
De acuerdo con Guerrero (2010), el número de homicidios vinculados al crimen organizado del 2001 al 2007 oscilaba alrededor de las dos mil 300 ejecuciones, en contraste en 2010 registró 11,800 ejecuciones. Para Escalante (2011), en 2008 cambia la tendencia de los 20 años anteriores y aumenta la tasa nacional de homicidios al pasar de 8 a 18 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Finalmente, podemos concluir que las instituciones de la economía mexicana no se han desarrollado plenamente, debido a que no existe el marco institucional adecuado y esto impide sostener y elevar las tasas de crecimiento económico. En razón a ello, debe quedar claro que el progreso no proviene únicamente del Estado, el mercado o la democracia, sino de una combinación interdependiente de estos factores. Aunque el mercado y la libertad económica son fundamentales, no son nada sin la complementariedad de un Estado transparente y una democracia participativa.
(*) Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Universidad Autónoma de Sinaloa
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Referencias bibliográficas
Castañeda J. y H. Aguilar (2010). “Regreso al Futuro”. Nexos, 01 de diciembre.
Escalante F. (2011). “Homicidios 2008-2009: La Muerte tiene Permiso”. Nexos, 03 de enero.
Esquivel G. (2010). “De la Inestabilidad Macroeconómica al Estancamiento Estabilizador: El Papel del Diseño y la Conducción de la Política Económica”. En: Nora Lustig (coord.). Crecimiento Económico y Equidad. México: Colegio de México.
Guerrero E. (2010). “Como Reducir la Violencia en México”. Nexos, 03 de noviembre.
Katz I. (2011). “México: ¿La Séptima Economía?”. Asuntos Capitales, 25 de enero.
Moreno-Brid J. y J. Ros (2004). “Instituciones y Económico: La Relación Estado-Mercado en México desde una Perspectiva Histórica”. Revista Mexicana de Sociología, vol. 66, núm. Especial, pp. 157-179.
Sánchez-Juárez I. (2011). “Estancamiento Económico Regional y Manufacturas en México, 1993-2010”. Investigación económica, vol. LXX, 277, pp. 87-126.