Aún frescas en la retina, las escenas de la derrota Vinotinto, ante el conjunto uruguayo, se impone hacer algunos señalamientos que, son oportunos (o inoportunos, de acuerdo a como se mire) y tal vez pertinentes. ¿Quién puede dudar que, bajo la conducción de este brillante estratega criollo, llamado Richard Páez, la selección Vinotinto pasó, en una imaginaria escala de 100 puntos , desde unos 5 hasta unos 58-60 puntos?. Este aserto es tan grande, como el tamaño de la amargura que se produce cuando el equipo pierde. La combinación de ambas realidades, produce esa sensación de amarga dulzura ó dulce amargor.
Clasificar a la segunda vuelta, luego de tener históricamente un sólo triunfo en Copa América, es meritorio, es significativo. El hecho de que en cada partido veamos segmentos de una lucha tú a tú, sin los ancestrales complejos de nuestros jugadores, es un logro que no tiene precio, pero si nombre: La era Richard Páez. ¿Qué duda cabe?. Este es el dulce, la cara amable del asunto.
La otra cara, esa que nos golpea en el espíritu, recordándonos que necesitamos seguir subiendo en la escala de puntos. Ese es el rostro amargo, el aciago recordatorio que sí queremos estar allí para más, es necesario organizar estrategias para dar el “próximo salto”. Ese brinco que, nos aleje del amargor y nos acerque a lo dulce de futuras victorias.
Tal vez, es el momento del pensar profundo. De crear alternativas, pese a las decisiones ya tomadas por la Federación. Quizás, el momento reclame replantear todo, para avanzar con viento en popa y nuevos bríos.
Gracias, Richard. Honor a quien honor merece.
Quiera Dios, que haya una fructífera y descarnada reflexión. Quiera Dios, que todo lo que se decida, sea para bien de la Vinotinto.
Dirección-E: jamedina11@gmail.com