Chile y Brasil firmaron la semana recién pasada un nuevo Tratado de Libre Comercio. Este tratado complementa el Acuerdo de Complementación Económica 35 firmado en el contexto jurídico de Aladi y que se encuentra en pleno funcionamiento desde hace varios años.
Siendo el acuerdo recién firmado el más reciente entre los elementos de su misma especie, en el seno de la América del Sur, vale la pena estudiar su contenido para ver las tendencias que allí se manifiestan.
En primer lugar, se pone de manifiesto que los acuerdos comerciales que solo se proponen metas en materia de rebajas arancelarias – o a lo sumo en materia de normas de origen – ya no reflejan plenamente el tipo de acuerdo que se hace necesario en los tiempos actuales. Además de aquello, los países necesitan ponerse de acuerdo – para que los procesos de integración realmente funcionen – en cuestiones tales como el comercio electrónico, el funcionamiento de las cadenas globales que se extienden por dos y más países, los problemas medioambientales, las normas laborales, las medidas tendientes a darle transparencia a las operaciones comerciales y financieras, la agilización de trámites aduaneros, la lucha contra la corrupción, etc. Todos o muchos de estos nuevos temas aparecen abordados en el reciente TLC entre Chile y Brasil.
En segundo lugar, se consolida la tendencia a que los países se pongan de acuerdo bilateralmente en el análisis de nuevos temas y problemas en el campo del comercio internacional, sin esperar a que esas temáticas se aborden y se acuerden en la Organización Mundial de Comercio, organismo en el cual es difícil la negociación de asuntos de esta naturaleza. Los acuerdos bilaterales como el de Chile y Brasil no rompen ni violan ningún acuerdo previo logrado en el seno de la OMC, pero van más allá de lo acordado en dicho organismo, lo cual hace que lo bilateral o multilateral se convierta, cada vez más, en el instrumento fundamental para ir avanzando en las normativas que presiden el comercio internacional.
En tercer lugar, se manifiesta claramente que los países necesitan negociar nuevas normas que imperen en el comercio internacional, puesto que van surgiendo nuevos problemas o nuevas situaciones imposibles de prever hace 10 o 20 años atrás, tal como sucede, por ejemplo, con el comercio electrónico. Además, se negocia porqué no es conveniente dejar que esas nuevas circunstancias y problemáticas se desarrollen caóticamente o queden regidas únicamente por la ley del más fuerte. La negociación de acuerdos y la regulación de los mercados sigue visualizándose como el mejor camino por donde es posible avanzar hacia un mundo más integrado y ordenado.
La Asociación Latinoamericana de Integración, Aladi, en cuya institucionalidad jurídica se firman este tipo de acuerdos en el seno de la América Latina, sigue siendo un organismo que cumple, en esa medida, un rol relevante en los procesos de integración a nivel continental.
El Mercosur – bloque regional al cual pertenece Brasil – y la Alianza del Pacífico – acuerdo al cual pertenece Chile- dan, con este acuerdo, un importante paso adelante en materia de acercamiento entre ambos bloques subregionales, lo cual los coloca a los dos como los protagonistas fundamentales en el campo de la integración latinoamericana.
Año atrás Venezuela participaba en estos debates y decisiones integracionistas, defendía en ellos sus intereses nacionales estratégicos e influía como un jugador de peso en el escenario internacional. Hoy en día, en medio de su elevado nivel de aislamiento, debe enterarse por la prensa de las decisiones tomadas por otros países y que afectan, tarde o temprano, quiéralo o no, la inserción de Venezuela en los circuitos comerciales internacionales.