Venezuela: un drama agroalimentario

La producción endógena

Carlos Machado Allison M. – El llamado sector agropecuario y, en general, el sistema agroalimentario nacional, no ha dejado de ser noticia en los últimos años. Sobran las razones para que haya sido así porque, en un balance general del estado de la nación, el panorama es grave y la causa no es otra que el fracaso de las políticas públicas de la última década.

En efecto, un observador foráneo, procedente de un país moderno o aspirante a convertirse en tal, se quedaría con la boca abierta ante la colección de errores que transformó al país en un gran importador de alimentos. Así, desde el año 2001 el Gobierno viene tejiendo la más espantosa colcha de retazos que uno se pueda imaginar. El drama se inició con la Ley de Tierras y Desarrollo Rural, que luego modificada en dos oportunidades, termina por casi eliminar los derechos de propiedad. No sólo por su texto, sino por la interpretación del MPPAT y su temido brazo ejecutor, el INTI. Al amparo de esta ley y otras como la de Seguridad y Soberanía Alimentaria, han sido invadidas, ocupadas, recuperadas o expropiadas más de 3 millones de hectáreas, buena parte de ellas ubicadas en fincas ganaderas, aunque no han faltado acciones, que por las “vías de hecho” han afectado tierras dedicadas a la producción de caña de azúcar u otros rubros.

El Gobierno definió su política como de naturaleza “endógena”, orientada a incrementar la producción y con frecuencia señalaron que el objetivo era el autoabastecimiento y la llamada soberanía alimentaria, cosa que quién sabe lo que significa. La filosofía que animaba al Gobierno era sin duda socialista en extremo y anunciaron que se moverían hacia una agricultura basada en la propiedad del Estado y cooperativas, fundos zamoranos o empresas socialistas, mientras manifestaban a viva voz que la comida no era “mercancía”. El resultado, a diez años de distancia, no podía ser otro: disminución en la producción por habitante, reducción en la inversión privada, inflación en el precio de los alimentos e incremento en las importaciones.

Latifundio

La excusa, el combate al latifundio, aunque tal cosa, en su definición original, no existe en Venezuela hace muchos años. Lo que tenemos son fincas pequeñas, medianas o grandes, y estas últimas, en los llanos, requieren amplias superficies para la producción de ganado.

Las cifras son, al final del camino, más explícitas que las palabras. Comencemos por las agresiones del Gobierno contra la propiedad y encontramos que de las 750 registradas alrededor de la tercera parte corresponden al sector agroalimentario, incluyendo las más conocidas: los hatos La Marqueseña, El Frío y Piñero, empresas de servicios como Agroisleña, de envases como Owens-Illinois, centrales azucareros y procesadoras de cereales.

La intervención sobre las tierras “para hacerlas productivas” alcanza o supera 3.000.000 de hectáreas, pero no se ve en ninguna estadística que la producción haya aumentado.

Todo lo contrario, la producción nacional de carne bovina ha caído de 428 mil toneladas en el año 2000 a 270 mil en el 2009 y sigue en descenso. La de caña de azúcar de 8,9 millones de toneladas a 7,3 en los mismos años, sin que se vea el resultado positivo alguno de la adquisición de centrales azucareros o la construcción de nuevos, como el CAAZ con sus corruptelas y obvias incompetencias en su construcción.

Caen las frutas

También ocurrió una caída en la de frutas que pasó de 3,2 millones de toneladas a 2,5 y en la de raíces y tubérculos que de 1,153 mil toneladas a algo más de 950 mil en el año 2009. En el único grupo de rubros en los que el Gobierno pudo apuntarse algún éxito, entre 2000 y 2008, fue en los cereales, pero en los dos siguientes años, 2009 y 2010, el aumento también se perdió, ahora y por vez primera en más de 25 años las importaciones de arroz son importantes. Estas cifras corresponden al tonelaje total, pero por habitante, resultan peores. En efecto la población de Venezuela crece al 1,6% anual, con unas 450.000 nuevas bocas que alimentar y para que todo quede igual, la producción de cada rubro debería crecer en esa misma medida. Sin embargo no fue así y además durante los años del “boom” petrolero (2004-2008) aumentó la demanda de alimentos, pero no la producción. De allí la inflación y el desabastecimiento.

Escándalo

El crecimiento de las importaciones ha venido de la mano con el desarrollo de la red gubernamental, fuertemente subsidiada, de centros de distribución. El escándalo de los alimentos descompuestos, varios miles de toneladas, fue y lo comentamos en su oportunidad, la punta del iceberg de una colección de órdenes equivocadas y ejecuciones improvisadas. Para que no ocurrieran episodios de desabastecimiento y tratar de controlar la inflación, se ordenó importar grandes cantidades de alimentos sin tener la capacidad, ni la experiencia del sector privado, para procesarlos. Tres funcionarios terminaron en la cárcel, por seguir las órdenes superiores.

En el año 2000 la importación total de alimentos y bebidas (millones de dólares) fue de 1.793 y para el 2008 llegó a 7.572. Es decir que la política de desarrollo endógeno y autoabastecimiento terminó privilegiando con 5.779 millones de dólares a los productores de otros países y reduciendo, en la misma cantidad, la capacidad de generar empleo y riqueza en Venezuela. Las importaciones disminuyeron algo en el 2009 y aún no conocemos la cifra de cierre del 2010, pero con certeza será superior a 5 mil millones de dólares cuando, bajo otras condiciones, deberían limitarse a 2.000 millones para cubrir las necesidades de trigo, aceites, leche en polvo, cereales forrajeros, avena, frutas de clima templado y otros productos que cualquier país tropical debe importar.

Sin crecimiento

Esta desastrosa situación ubica a Venezuela entre los pocos países de América Latina en que no ha ocurrido un crecimiento importante de la agricultura. En efecto, la década pasada ha sido muy favorable para el crecimiento de la misma y países como Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Perú, México han visto crecer sus exportaciones agrícolas a buen ritmo. También ha crecido la disponibilidad de alimentos en sus mercados internos y la mayoría de ellos cuentan con cerca o más de 3.000 calorías diarias por habitante.
Aquí no sólo se ha abatido la producción, sino que también han disminuido las exportaciones a cifras ridículamente pequeñas a pesar de contar, todavía, con recursos humanos, tierras e industrias.

Con otra política, una que estimule al sector privado, sin restricciones y barreras burocráticas, control de precios y divisas, así como amenazas y acciones contra la propiedad privada, Venezuela podría estar exportando entre 1.000 y 2.000 millones de dólares en alimentos. Una meta que sólo podría lograrse bajo un sistema democrático, con un Gobierno capaz de revertir la de fuga de talento, la desinversión agrícola e industrial y el proceso de destrucción del sistema de ciencia y tecnología que sirve de sustento y apoyo al desarrollo.

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Fuente: http://www.abcdelasemana.com/2011/01/14/venezuela-un-drama-agroalimentario/

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