Argentina y el comercio en Yuanes

Las autoridades argentinas anunciaron recientemente que han acordado con China el uso de los yuanes como medio de cambio en ese comercio internacional reciproco. Esta decisión, siendo en general de talante positivo, merece algunas reflexiones adicionales.

Argentina exporta a China, según cifras del año 2022 un total de 7.924 millones de dólares y realiza importaciones desde ese país por un monto de 15.855 millones de dólares. Argentina tiene, por lo tanto, un déficit de alta magnitud en su comercio con China. Sus importaciones desde ese país son aproximadamente el doble que sus exportaciones.

Si las exportaciones e importaciones se valoran y se contabilizan en yuanes, eso significa que Argentina, al exportar mercancías a China, recibirá una cierta cantidad de yuanes, que al ser la moneda nacional de China, es ese país el que la crea, la produce o la imprime de acuerdo a su particular política monetaria y cambiaria. Comprar bienes en el mercado internacional pagando con su propia moneda – y que esa moneda se utilice por otros países para sus respectivas operaciones de compra y venta de bienes –  es una situación que todo país querría para sí mismo, y que le trae significativas ventajas. Ya querría Chile, por ejemplo, comprar en pesos en el mercado internacional y que esos pesos quedaran utilizándose en las transacciones entre diferentes países, sin que ninguno le cobre a Chile el valor de esos pesos. Estados Unidos, que compra internacionalmente pagando en dólares, es decir, en su propia moneda, se ha beneficiado de esa situación durante décadas.  China, en forma lenta pero sostenida, trata de que una porción creciente del comercio internacional se haga en su moneda, y que ésta se use como moneda de reserva.  En su derecho está de aspirar a ello.

¿Qué hará Argentina con esos yuanes que reciba por concepto de sus exportaciones a China? Los tendrá que destinar rápidamente a pagar el monto de sus importaciones procedentes de China, pues es difícil que encuentre otros usos en el campo de las actuales relaciones comerciales y financieras de Argentina.  Pero como las importaciones desde ese país son superiores a las exportaciones que se dirigen hacia allá, los yuanes que reciba no alcanzarán para financiar todas sus compras. Esa diferencia entre las importaciones y las exportaciones deberá pagarse en dólares – más de 7 mil millones de dólares según los datos de 2022 – a menos que los chinos acepten que eso quede como una deuda pendiente de pagar en un mediano o lejano plazo, lo cual es muy difícil que suceda. Argentina no podrá pagar esa diferencia en yuanes, pues los yuanes no alcanzarán, a menos que salga al mercado cambiario internacional a comprar esa moneda, para lo cual también necesitaría dólares, y se convertiría en una operación nada ventajosa para Argentina. Esa deuda comercial con China tendrá, por lo tanto, que pagarla directamente en dólares, provenientes de las otras exportaciones que Argentina realiza hacia terceros países.

¿Qué se logra con todo esto? Argentina podrá mantener en sus reservas internacionales – que sirven para resguardar y posibilitar sus operaciones de comercio exterior – una cantidad menor de dólares, pues una parte de dichas operaciones se realizarán en yuanes. Una parte del comercio exterior argentino se sustrae, parcialmente, por lo tanto, de las necesidades de dólares, que son sumamente escasos y caros en la economía.

Pero hay otro problema que es necesario incorporar en el análisis. Si un exportador argentino privado exporta sus mercancías hacia China, ¿Qué moneda recibirá a cambio? ¿Recibirá yuanes? ¿Y qué hará con ellos? ¿Los cambiará en el Banco Central de Argentina? ¿En qué moneda? ¿En dólares o en pesos argentinos? La opción más conveniente para ese exportador es recibir dólares, ya sea directamente de los chinos o a través del Banco Central argentino. Pero si recibe dólares –por una vía o por otra –  todo el convenio para operar en yuanes pierde todo sentido. Y si recibe pesos argentinos, la operación sería bastante poco ventajosa hoy en día para ese exportador privado. Incluso es posible que ese exportador decida canalizar sus ventas –tanto como pueda – hacia otros compradores internacionales ubicados inequívocamente en el área dólar.

Y como las políticas económicas tienen que procesarse habitualmente a través de su incidencia sobre los comportamientos de los agentes económicos privados – excepto, desde luego, en el caso de las empresas estatales, que no son el caso argentino, ni en las compras ni en las ventas internacionales – entonces no es seguro que la política de comerciar en yuanes genere mucha simpatía en el seno del empresariado privado argentino. Ojalá, en todo caso, que el gobierno argentino encuentre respuestas a los interrogantes planteados y mejore tanto como se pueda su difícil situación económica.