Directo a la vena

 El Gobierno ha promovido diferentes iniciativas legales para llevar auxilios de emergencia a diferentes sectores sociales, con diferentes modalidades y montos en cada oportunidad. Entre ella podemos mencionar el Covid 19, el subsidio de cesantía, el ingreso familiar de emergencia, la garantía estatal a las pequeñas y medianas empresas – que terminó favoreciendo por igual a las grandes- y otras de la misma naturaleza. Este entramado de iniciativas pone en evidencia la carencia de un programa marco que presida y englobe a todas y cada una de las iniciativas parciales.  También estas iniciativas han sido criticadas por lo menguado o mezquino de los montos de auxilio que se consideran en cada oportunidad, por lo lento y tardío de las iniciativas y por los mecanismos burocráticos que se hacen necesarios para llegar a ser beneficiarios de cada una de esas iniciativas. También – por último, aún cuando no lo menos importante – por los muchos sectores sociales que todavía quedan fuera de las diferentes modalidades de auxilio.

Pero a todo ello se agrega, en forma lenta y subterránea todavía, pero que ya está en la mesa de las preocupaciones actuales, la idea de auxiliar directamente a las grandes empresas, pues si no se compromete el funcionamiento e incluso la existencia de las mismas.

Sin embargo, lo que no comprenden muchas de las empresas – ni sus defensores mediáticos, gremiales y legislativos – es que las empresas solo podrán sobrevivir y medio funcionar, en la coyuntura actual, en la medida en que la mayoría de la población tenga ingresos como para llevar a sus casas los bienes más básicos de su consumo familiar. Es ese ingreso de la población el que generará demanda y mercado para las empresas grandes o pequeñas, las cuales podrán por esa vía mantener sus niveles de producción y de empleo, aun cuando no todavía en los niveles previos a la crisis, pero lo suficiente como para capear el temporal.

Si todas las empresas se acogieran a la posibilidad de cesantear a sus trabajadores – aun cuando eso sea simpático como empresas individualmente consideradas- eso traería rápidamente carencia absoluta de demanda para el conjunto de las empresas que componen el tejido empresarial del país.

Los sectores de menores ingresos, que reciben o que recibirán los menguados auxilios gubernamentales no tiene ningún interés en guardar ese dinero, ni en el banco ni debajo del colchón, para tenerlo disponible para emergencias futuras. La emergencia de todas las emergencias es hoy. Apenas reciban esos montos de ayuda económica irán cuanto antes al mercado a gastar esa plata, pues de ello depende hoy en día su sobrevivencia. Por diferentes canales propios de las cadenas comerciales, esa plata llegará inexorablemente a manos de las empresas productoras, grandes o chicas, con lo cual todas ellas se proveerán de capital de trabajo como para seguir produciendo y contratando personal.

La idea alternativa de socorrer directamente a las empresas productoras, por medio de créditos u otros mecanismos de salvataje, no aseguran que ellas tendrán mercado o demanda para los bienes que produzcan. La única medida inequívoca de generar liquidez al mercado es con inyecciones directas a la vena, es decir, con auxilios directos a los trabajadores.

Si los empresarios no fueran tan miopes, se darían cuenta claramente de lo anterior y harían valer su influencia política de modo de presionar al Gobierno para que proceda cuanto cuánto antes a entregar a los trabajadores, en la mayor cuantía posible, los auxilios económicos que todo el país le reclama. —