La dieta de la madre durante el embarazo, si es especialmente rica en carne, afecta negativamente a la fertilidad de sus hijos varones. Esa es la conclusión de un estudio epidemiológico realizado en EE.UU., en donde se permiten los esteroides anabolizantes para el ganado que están prohibidos en Europa. El problema no está en el consumo de la carne en sí sino en los contaminantes que ésta contiene, sobre todo, en forma de sustancias promotoras del crecimiento. Otro estudio estadounidense indica un mayor riesgo de cáncer de mama en las mujeres que han consumido mucha carne asada en barbacoa a lo largo de su vida.
La relación entre el consumo de carne y sus posibles consecuencias perjudiciales se basa, creen los científicos, en el efecto de las hormonas y sustancias que actúan en el organismo de las mujeres, sobre el que existe un creciente número de indicios. Sin embargo, los autores de los estudios reconocen que no son concluyentes y que no se pueden descartar en los resultados la influencia de otros factores.
Los hombres cuyo esperma se analizó en el primer estudio nacieron entre 1949 y 1983. Aquellos cuyas madres tomaron durante el embarazo más de siete comidas de carne de vaca a la semana resultaron tener una concentración de esperma un 24% inferior como media que aquellos cuyas madres tomaron menos raciones a la semana. De estos, además, muchos tenían una concentración de esperma que sería considerada subfértil según las pautas establecidas por la Organización Mundial de la Salud, (OMS).
La hormona DES
«La asociación entre la ingestión de carne y la calidad del esperma puede estar relacionada con la presencia de esteroides anabolizantes y otros productos biológicos extraños en la carne de vaca», ha señalado Shanna Shaw, directora del estudio publicado en la revista Human Reproduction. Lo que quiere hacer ahora Shaw es repetir el estudio en hombres europeos nacidos después de 1988, que es cuando se prohibieron estas sustancias en Europa, para comprobar el efecto de las hormonas. «Además, los pesticidas, otros contaminantes y el estilo de vida, añadidos a un gran consumo de carne, pueden jugar también un papel en la reducción de la fertilidad masculina», reconoce esta investigadora de la Universidad de Rochester.
Las sustancias promotoras del crecimiento, como la hormona sintética dietilestilbestrol, (DES), se han utilizado en EE.UU. desde 1954. El DES se prohibió para su uso en ganado vacuno en 1979 pero se siguen utilizando otras hormonas, naturales como el estradiol y sintéticas como el zeranol. Son los residuos de estos productos químicos los que preocupan a los expertos, como Frederick vom Saal, de la Universidad de Missouri, a pesar de que tanto la Agencia para la Alimentación y los Medicamentos de EE.UU., (FDA), como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, (FAO), y la OMS han fijado una dosis diaria límite. «La reducción de la calidad del esperma puede ser únicamente la punta del iceberg y estos productos pueden estar relacionados también con otros problemas reproductivos en las hijas de las mujeres», ha comentado.
«El consumo de residuos de esteroides en la carne por mujeres embarazadas y niños pequeños es especialmente preocupante»
Entre estos problemas cita la incidencia del síndrome del ovario poliquístico, la edad de la pubertad y el ritmo de crecimiento postnatal. Vom Saal se refiere a que las pruebas tradicionales toxicológicas, sobre las que se basa la estimación de la dosis diaria aceptable, no se pueden extrapolar al efecto real de los residuos en poblaciones humanas. «Teóricamente, el consumo de residuos de esteroides en la carne por mujeres embarazadas y niños pequeños es especialmente preocupante», señala. Tampoco son tranquilizantes las noticias para las mujeres que han consumido mucha carne en barbacoa a lo largo de su vida y esto no depende, al contrario de lo que sucede en el análisis anterior, de que se trate o no a las vacas y terneros con sustancias anabolizantes.
Ahumada o a la barbacoa
Llegada la menopausia, estas mujeres presentan un riesgo más elevado de tener cáncer de mama que aquéllas cuyo consumo ha sido menos elevado. En un estudio publicado en la revista Epidemiology, los investigadores tomaron 1.508 mujeres con cáncer de mama y 1.556 mujeres sanas como control y estimaron su ingestión de carne ahumada o hecha a la barbacoa a lo largo de su vida basándose en sus propios recuerdos. No se observaron efectos en las mujeres premenopáusicas. Sin embargo, en las mujeres de edad posmenopáusica se observó un incremento del 47% en el riesgo de padecer cáncer de mama en aquellas con una alta ingestión acumulada de carne cocinada de estas formas. Este riesgo aumentaba en un 74% en aquellas mujeres que además habían ingerido muy poca fruta y verdura a lo largo de su vida.
Los científicos, liderados por Susan Steck, de la Universidad de Carolina del Sur, creen que este incremento del riesgo puede ser debido a la formación de compuestos carcinogénicos como los hidrocarburos policíclicos aromáticos, (PAH), y las aminas heterocíclicas durante el asado a la leña o el carbón. Sin embargo, la relación parece darse únicamente en los tumores de mama dependientes de las hormonas, (estrógeno y progesterona). No se pueden excluir, sin embargo, por ahora, la influencia de otros factores relacionados más con la naturaleza de la carne, como el alto contenido de grasa, que con la forma de cocinarla, como parecen indicar estudios anteriores.
Fuente: consumer.es