En el caso de Venezuela es un hecho cierto, en donde hay hambre en un número significativo de habitantes, consecuencia de su escenario turbulento, de ingresos que jamás alcanzan para la adquisición de lo alimentos básicos, la compra de una canasta que permita alimentar decentemente a la población, más, cuando día a día, se da un incremento de precios que limita el poder adquisitivo de muchos de los venezolanos.
De acuerdo a senalesdelostiempos.blogspot.com, las Naciones Unidas indican que el aumento mundial de los precios de los alimentos, está llevando a un «asesinato en masa silencioso» y los mercados de materias primas han llevado «horror» al mundo.
Jean Ziegler, relator especial de la ONU sobre el Derecho a los Alimentos, dijo al periódico ‘Kurier am Sonntag’ que la expansión de los biocombustibles, la especulación en el mercado de materias primas y los subsidios a las exportaciones de la Unión Europea, significan que Occidente es responsable de la hambruna masiva en los países más pobres.
Ziegler señaló, que estaba obligado a mostrar la «locura» de la gente que cree que la hambruna depende del destino. «La hambruna no ha tenido relación con el destino desde hace mucho -tal como lo pensó (Karl) Marx. Es más bien, como si detrás de cada víctima, hubiese un asesinato. Esto es un asesinato en masa silencioso», dijo en una entrevista.
Ziegler culpó a la globalización por «monopolizar las riquezas de la Tierra» y dijo que las multinacionales eran responsables de un tipo de «violencia estructural».
«Y nosotros hemos oído de operadores de mercado, de especuladores y bandidos financieros, que se han vuelto locos y han construido un mundo de inequidad y horror. Tenemos que detener esto», afirmó. Dijo además, que cree que un día, la gente que sufre la hambruna, podría levantarse contra sus perseguidores. «Es tan posible como lo fue la Revolución Francesa».
Lo cierto es, que esta triste realidad, como lo comenta ‘Boletín de Universia-Knowledge Wharton’, se acabó la era de los alimentos baratos. Desde hace días, el arroz es noticia en todo el mundo. Y, posiblemente, lo seguirá siendo no sólo durante las próximas semanas. La tendencia mundial ha tocado techo: los “stocks” sólo hacen que disminuya, especialmente desde 2001, lo que, sumado a un incremento constante de la población, el resultado que se obtiene en algunas zonas del mundo es el hambre. Los expertos consultados dicen que no estamos ante una crisis, sino ante un nuevo nivel de precios. “El efecto de la subida de precios sólo puede ser traumático en aquellos países del tercer mundo donde se produzcan revueltas sociales reales”, alertan.
Las fuertes subidas de los ingresos per capita en China, India y otras economías emergentes, han provocado un aumento de la demanda de los alimentos. Estos cambios reducen el suministro de cereales disponibles para el consumo humano. Además, el incremento de la producción de los biocombustibles subvencionados, estimulado aún más por el aumento del precio del crudo, provoca un aumento de la demanda de maíz y otros cereales y aceites comestibles. Según el último ‘Panorama Económico Mundial del FMI’, (Fondo Monetario Internacional), “aunque los biocombustibles todavía representan un 1% del suministro global de combustibles líquidos, entre 2006 y 2007 fueron responsables de casi la mitad del incremento del consumo de las principales cosechas de alimentos, sobre todo por el etanol que se extrae del maíz producido en EE.UU.”.
Nos agrega el boletín, que la subida actual de precios se debe a una “tormenta perfecta”, como denomina Costa, derivado por diversos factores que han propiciado esta subida: “Producciones bajas por temas climáticos y causas naturales, básicamente en Australia; por la incorporación del mercado chino e indio a hábitos de consumo que requieren un uso más masivo de cereales; el uso de cereales para biocombustibles; el aumento de materias primas como los fertilizantes por el aumento del precio del petróleo; una reducción acumulada de los terrenos dedicados a cultivos en los últimos decenios y, adicionalmente, un efecto especulación: de los ‘hedge funds’ invirtiendo en materias primas, de algunos países del Este, y de la distribución especulando sobre aumentos futuros”, enumera Costa. En la misma línea se muestra Rafael Pampillón, profesor de Economía del ‘IE Business School’: “La subida de precios la ha generado el subsidio al etanol y a los biocombustibles, que han generado un efecto perverso al escasear los alimentos”.
También hay que tener en cuenta, que los altos precios del petróleo afectan a las últimas técnicas agrícolas, que dependen cada vez más de la energía. Debido al bajo crecimiento del suministro y el fuerte aumento de la demanda, las reservas de cereales están en su nivel más bajo, desde principios de los ochenta. Costa dice que los efectos naturales y demográficos están modificando las relaciones con la naturaleza, “y la relación con los alimentos será uno de los efectos. Creo que los precios se estabilizarán mínimamente en un nivel algo superior, aunque con fuertes oscilaciones en ese nivel por razones de especulación”. Por su parte, Pampillón reconoce que los precios se mantendrán así de altos mientras “se siga subsidiando los biocombustibles, la economía mundial siga estando relativamente fuerte, y mientras los países desarrollados prefieran una energía más barata, aunque utilizar productos agrarios encarezca los alimentos, sobre todo, para los más pobres”.
Se agrega además, que el comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, afirmó recientemente que hay dos formas de reaccionar ante la crisis alimentaria a la que nos enfrentamos. La primera, con un mayor crecimiento de las producciones agrícolas internas y más proteccionismo. La segunda, con un acuerdo en el marco de la Ronda de Doha -la gran negociación emprendida para liberalizar el comercio mundial-, que facilitaría un comercio más eficiente de alimentos económicamente más asequibles. “La solución pasa necesariamente por eliminar los subsidios de los biocarburantes. Por primera vez, hasta los medios de comunicación se muestran unánimes. La producción agraria mundial ha crecido más que la población y los alimentos no tendrían que faltar”, opina Pampillón.
Se insiste en señalar, que el mundo puede vivir actualmente con un barril de petróleo a 110 dólares, y empezamos a pensar cómo podremos vivir con un precio de 300 dólares”, ejemplifica Costa. Pampillón cree que la tendencia actual, tanto en EE.UU. como en la Unión Europea, es hacia un mayor proteccionismo. “A corto plazo, los mercados se fragmentarán todavía más. Todas las crisis lo que hacen es cerrar y proteger las economías. Pero se tiende hacia una globalización, y cuando haya un crecimiento sostenido y se reduzca el temor, los mercados tenderán a integrarse”, comenta Pampillón.
Los académicos piensan que las consecuencias más drásticas las amortiguarán los países más necesitados. “Los diez países con crisis alimentarias actuales y los considerados treinta potenciales, pueden requerir las medidas más drásticas”, dice Costa. Pampillón reconoce que, a nivel mundial, se producirán disturbios, revueltas o movimientos migratorios.
En el futuro, Costa cree que el ser humano se adaptará, paso a paso, “a mares agotados, inutilizables por plagas de medusas; a energía a 300 dólares el barril, pero con automóviles ecológicos que reducirán los consumos y emisiones un 3,87%; a materias primas alimentarías a un 700% de su precio con efectos puntuales espectaculares por problemas de lluvias, desertización y consecuente enriquecimiento de los fondos de inversión que hayan apostado por ellos, aunque nos habremos felizmente adaptado a producir vino en los Pirineos y en el Sur de Inglaterra”, augura.
En una reunión en Washington, Estados Unidos, el FMI pidió que se tomen fuertes medidas en contra del aumento de los precios y de la crisis financiera internacional. El de abril del presente año, los ministros de las ocho naciones industrializadas, (G-8, grupo formado por los 7 países industrializados más importantes del mundo, más Rusia), reunidos en Tokio, realizaron un llamamiento a emprender acciones urgentes que reduzcan los disparados precios de los alimentos que dañan y perjudican a las naciones en desarrollo y a las clases sociales más pobres y postergadas.
«El problema de la comida afectará directamente a la vida de los pobres. Hemos alcanzado una determinación común y es que necesitamos adoptar los pasos necesarios», dijo el ministro de Exteriores japonés, Masahiko Komura, que presidió la reunión, en una rueda de prensa conjunta de los ministros del G-8.
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