El modelo de desarrollo a seguir

Este modelo que ha dado no poco réditos a la economía y sociedad en general, resulta interesante de revisar en algunas de sus peculiaridades, pues ha sido aplicado con buen pie en países como Chile y Perú, por nombrarlos como integrantes del hemisferio y que también ha mostrado éxitos en Taiwán y Singapur.

Brasil, en 2003, y basados en un esquema holandés, constituyó un consejo de desarrollo económico y social, que integraron empresarios, trabajadores, organizaciones sociales, universidades y el gobierno. Su objetivo: “crear un ámbito plural, donde se presentan y discuten temas nacionales, se construyan soluciones, se generan respuestas para la administración, y se concilien los intereses de los diferentes actores sociales”.

¿Qué tienen en común estas formas dinamizadoras de la economía y del bienestar general tanto en América como en la ya no tan lejana Asia? Basta pasar la mirada por estas naciones para descubrir que han hecho de la proliferación de un sólido e integrado parque de industrias pequeñas y medianas, la médula de su motor de despegue. Para ello han establecido planes de captación de inversiones y tecnologías extranjeras, de adiestramiento de su fuerza laboral, de apoyo a los industriales nacionales, ingentes inversiones en la educación y la ciencia, apoyo a la exportación, a la par de medidas que han logrado frenar la inflación, establecer equilibrios macroeconómicos, aumentar el empleo de calidad y el poder adquisitivo. Aun cuando en la enumeración resulte sencillo, no lo es. Ha requerido planes concretos, paciencia y tiempo para la maduración de los diferentes factores.

Un denominador común en todas estas exitosas experiencias es que el Estado ha fungido de orientador, de conciliador entre los actores, por lo que su presencia ha sido catalizadora, proporcionando pautas en lo educativo, en infraestructura necesaria y como es lógico brindando seguridad jurídica y personal.
Ingredientes que abonan el terreno para el florecimiento de la actividad industrial con maximización del valor agregado, sustituyendo, progresivamente, economías basadas en la exportación de materias primas a fundamentadas en la venta al exterior de productos de alta sofisticación y valor. En suma, gobiernos que se han empeñado en reducir la brecha tecnológica que separa a nuestros países de aquellos con elevados niveles de desarrollo. Naturalmente son naciones que han aprendido a establecer negociaciones ganar-ganar. A juicio de Thomas Friedman, dos veces ganador del premio Pulitzer: “el viejo modelo de países desarrollados y no desarrollados está pasando.

Están los países Paci (países de alta capacidad de innovación) y los PBCI (Países de baja capacidad de innovación)”. Para convertirse en un Paci se requiere un muy buen nivel de educación y fomentar y apoyar la innovación y el emprendimiento. Los líderes mundiales que están inmersos en este progreso entendieron con claridad que toda inversión en educación e investigación es poca. A este respecto en los países asiático se gasta hasta un 3,5% del PIB en investigación y desarrollo. A manera de referencia en América Brasil gasta en promedio 1,2%, mientras que Argentina y México invierten 0,6% y 0,4%, respectivamente, siendo la inversión en el resto de los países menor a estos valores.

Venezuela, abierta ante la posibilidad de emprender un camino hacia el progreso sostenido con inclusión y justicia, debe pasearse por todas estas experiencias y como dijo Pablo en las escrituras: “Observarlo todo y retener lo bueno”.

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