“En América Latina, es la rebelión estudiantil y la frustración de la clase media lo que lleva a los cambios”
“Donde no hay investigación no hay universidad”
“Estamos hablando mucho de autonomía y se nos está escapando. Muchas de nuestras universidades tienen profesores improvisados que mal pueden enseñar porque no investigan. Lo que salvó a la Compañía de Jesús fue su vocación docente”
Macky Arenas – Su currículo es muy sólido, casi agota saber lo que ha hecho y lo que está por hacer. Quienes lo conocemos admiramos su inteligencia privilegiada y su memoria sorprendente. Su pasión por el conocimiento es tan fuerte como la que inocularon a todo jesuita. Sin embargo, puede ser tan sencillo y tan sereno como los que en verdad saben que saben. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia. Ex – Rector de la Universidad Católica del Táchira. Ex – Director del Instituto de Investigaciones Históricas de la UCAB, donde actualmente se desempeña como investigador. Autor de más de cuarenta libros sobre temas históricos, en particular sobre historia de la Compañía de Jesús en Iberoamérica. Estas son sus reflexiones para los lectores de ABC de la Semana.
— Pareciera ser este uno de los conflictos más profundos y desgarradores que ha vivido la universidad venezolana. ¿Cómo percibe el panorama?
— Lo veo complicado porque desde el momento en que la academia es regida por la política, se pierden los valores académicos. Entonces, la lógica no es la de la academia, sino la de la política y en política todo está permitido. La solución es difícil. Con los sueldos que tienen los investigadores y profesores hace que los de valía se vayan. Lo que queda es mediocridad. Ese es el primer problema que tenemos hoy en la universidad: la mediocridad. Perdimos el sentido de lo que es la academia.
— ¿Cómo definimos Academia?
— Es la ciencia del saber, de la divulgación del saber y la generación del conocimiento. Como ya decía Guillermo Humboldt, el profesor debe enseñar lo que investiga. Ya muchas de nuestras universidades tienen profesores improvisados que mal pueden enseñar porque no investigan. La universidad ha olvidado su misión primigenia que es el conocimiento. Son universidades docentes, es decir, institutos universitarios. Donde no hay investigación no hay universidad.
— ¿Debe la universidad tener la exclusiva de la investigación?
— Entiendo que la universidad no, sino que debe formar estudiantes que sepan en el futuro manejar la llave de cada una de las ciencias. Ese es el método. Pocos profesores enseñan hoy a pensar y cómo afrontar los problemas. Es más fácil presentarse con un libro, memorizarlo y seguirlo. También ha cundido el desaliento entre el profesorado serio. El alumno de hoy cree que no merece ser aplazado, vienen los temores y todo el mundo pasa.
— ¿Qué reflexión puede hacernos acerca de la Autonomía?
— Cuando asistía a reuniones de rectores les decía: “Señores, tengamos cuidado, estamos dejando que todo el mundo pase y llegará un momento en que el Estado resolverá hacer un examen por su parte”. Entonces, estamos hablando mucho de autonomía y se nos está escapando.
— Hay varias formas de violencia en la universidad…
— Ciertamente. A mí me tocó actuar en el Táchira en el marco de varios secuestros. Recuerdo que en uno de ellos me tocó tratar con el ELN. El muchacho, de unos 28 años, me pareció que se expresaba bien, que tenía disciplina mental, que habría estudiado –en algún momento- en una universidad y se lo hice saber. Me dijo que había estudiado en la universidad de Pamplona, Colombia. “Era tan mala –me dijo- que no me quedó más remedio que inscribirme en la subversión”. Y me añadió: “Yo no entiendo al presidente Chávez, porque todas estas universidades piratas que está fundando serán semillero de guerrilleros”. Lo miré sorprendido y agregó: “Mire, la guerrilla nuestra es rural y selvática; la de ustedes es urbana y anárquica y mientras exista anarquía no hay solución”. Yo le decía: “Chico, tú eres un condenado a muerte, cualquier día el ejército, la policía o los paramilitares, las Farc o incluso los tuyos te pueden matar”. El respondió: “Y usted cree, padre, que si salto la talanquera voy a durar más?”.
— Carga muy dramática la de esa conversación…
— Así es. Pero vamos al punto, las universidades han perdido su norte. Hay causas internas y externas, pero ciertamente la actitud del gobierno por someterlas es lo peor para el pensamiento libre.
POBREZA INTELECTUAL
— Lo cual indica que esto es lo menos parecido a un gobierno ideológico. ¿Qué es esto para usted?
— No hay ideología. Sus discursos son reiterativos. Un jesuita, en los años 60, hizo un trabajo sobre los discursos y lo llamo “La palabra-tema”. Estudió las palabras y los adjetivos que se manejaban: no pasaban de 30 las palabras. Típica pobreza intelectual.
— Los comunistas de verdad se interesaban por brillar en el mundo del pensamiento, de la cultura, de las artes…
— Han tenido gran influjo en el arte, en la ciencia, los buenos, claro, porque los funcionarios de partido son otra cosa. A eso hemos llegado: ¿quiénes manejan las universidades hoy? Funcionarios de partido para garantizar las relaciones gobierno-universidad. Para mí, hoy, esto no tiene salida. Sin embargo, siempre he pensado que los estudiantes en América Latina, su rebelión, es la que lleva a los cambios.
— Es verdad que hay problemas económicos serios, pero el caso es que la cuerda revienta por lo más delgado…
— Han llegado hasta a acabar con las Humanidades, con muchas de las carreras que humanizaban al hombre. Hoy tenemos un pensamiento deshumanizado, pura técnica. Y tendremos que volver a recuperar la esencia del hombre, del hombre que piensa, que ama, que sufre, que espera, que quiere transformar la sociedad. Todo esto tendrá un retorno.
— He oído decir que este Papa, por su experiencia en Argentina, podría pasar a jugar un papel como el de Juan Pablo II, desarrollar un discurso liberador contra esta plaga que sufrimos en Latinoamérica como es el populismo ¿Ha oído sobre eso?
— Si, claro, eso tiene que venir. El Papa Francisco utiliza un lenguaje cercano, transparente y trascendente. Nada estridente. Uno podría preguntarse a dónde va, pues por una parte hay que salvar al hombre que se extravió en el camino; pero por otra la Iglesia, humanista, cristiana, debe mostrar un lenguaje que pueda ser asimilado por las mentes juveniles y las nuevas generaciones. Sin humanismo estamos perdidos.
— A veces preocupa las elevadas expectativas que se tienen sobre él, aunque ello sea positivo pues genera esperanza. Alguien dijo que él habla pasito pero que esperemos sorpresas. ¿Está en la “genética” jesuita ese comportamiento?
— Pues sí. San Ignacio decía que utilizar las palabras y las formas de los otros para salir con la tuya. Y eso es un proceso lento. Pero, mira, para mí el principal problema del populismo nuestro –y una vez se lo dije a Chávez- es que lo que para el gobierno es verdad para nosotros es mentira; lo que para ustedes es justicia, para mí es injusticia. Se ha falsificado y corrompido el idioma. Necesitamos de un intérprete que vuelva a dar a cada concepto el valor de su transparencia y la profundidad de su significado. Este es el dilema en el cual se juega en los populismos, porque han corrompido el lenguaje. No podemos entendernos.
— Y han creado un catecismo del engaño…
— Una cartilla, un catecismo, es correcto. Volviendo a lo fundamental, en el mundo de la ciencia hay que mirar hacia afuera, por dónde va el primer mundo, cuáles son los grandes planteamientos de los científicos hoy. Desde el punto de vista técnico nuestro retraso es evidente. Y desde el punto de vista humanístico, con la quiebra del catolicismo en Europa, en Francia, en Alemania, pues ha llegado también el naufragio ideológico de lo que fue la fuerza vital del pensamiento católico. Los hombres que yo conocí en Frankfurt eran gente abnegada, sacrificada, estudiosa, que pretendían estar al día y dar respuestas. El problema del mundo moderno es que todo el mundo se hace preguntas pero nadie da respuestas.
— Si el gobierno entra en esas corrientes de modernización tendría que dejar la obsesión por el poder absoluto…
— Fíjate lo que está viviendo Brasil. Las clases medias emergentes, que vienen de abajo, se han percatado de lo que vale la cultura, un mundo más humano donde se reparta mejor la riqueza pues quieren vivir bien. El populismo no libera del rancho que muchos llevan en la cabeza. Sacan un título, pero siguen en el barrio. De ellos no podemos esperar grandes soluciones. Son las masas que se mueven aquí y allá, las que hablarán. Recuerdo cuando cayó el gobierno de Allende, a los 4 o 5 meses, tuvo aquí una conferencia el que había sido ministro de Hacienda y dijo textualmente: “A nosotros no nos tumbó el obrero, ni la pobreza, nos tumbó la clase media”. Y esa clase media es la que se está perdiendo en Venezuela, no sólo en términos económicos, sino intelectual y cultural, religiosa. Las clases medias tienen el riesgo de volverse agnósticos y obviar la religión, pero la retoman cuando son mayores.
— La pobreza es funcional a los regímenes opresores, especialmente de izquierda. La cultivan y tal vez por ello es más difícil removerlos del poder…
— Pero llega un momento en que todo se quiebra, explota. Yo nací el año 1934 y en el 36 comenzó la Guerra Civil Española. Los de mi edad sólo conocimos bombardeo, hambre, miseria, no había colegios, el de los jesuitas era hospital. Cuando oigo ciertos discursos me retrotraen a mi niñez y pienso que el día en que esto explote habrá mucha violencia. En España hubo un millón de muertos, el venezolano no va a dar la vida por esto pero sí habrá mucha violencia.
El Padre José Del Rey considera que el populismo ha corrompido el lenguaje.
LA ESPECIFICIDAD JESUITA
— Los jesuitas han sido excelentes educadores. Muchas generaciones, entre ellas la mía, nos hemos educado con ustedes. Usted investiga sobre la historia de la Compañía en Venezuela, ¿podría contarnos algo al respecto?
— A los jesuitas nos expulsan en 1767. Como docentes, sólo tuvimos colegios en Mérida, Caracas y Maracaibo. Sin embargo, el influjo del pensamiento jesuítico fue muy grande. Todo lo que es el Occidente del país iba a formarse a la Universidad Javeriana. Muchos de los caraqueños fundadores de la universidad de Caracas, se graduaron en la Universidad Jesuítica de Santo Domingo. Los libros que se manejan, sobre todo al llegar la Independencia, son de autores jesuitas, Suárez, Mariana y demás pensadores que influían en las universidades latinoamericanas. Carlos III nos expatria –significa que te quitan tus bienes, tu nacionalidad y puedes incluso ser ejecutado- nos lanza a los Estados Pontificios. Los borbones se mueven y consiguen en 1773 que el Papa Clemente XIV extinga la Compañía de Jesús.
— ¿Y dónde fueron a parar?
— La emperatriz Catalina II de Rusia –ironías de la vida- se lleva a los jesuitas con un doble propósito: les entrega la educación de Bielorrusia, para pasar luego a Rusia, pues los consideraba la representación de la modernidad; por otra parte –algo que ha sido muy poco estudiado- a finales del siglo XVIII ella quiere invadir y penetrar América y pensó en servirse de los jesuitas para poder hacerlo. Pero ¿cómo se salva la Compañía de Jesús, que tenía el doble peso del Papa queriendo sepultarla y los borbones extinguirla? Por su vocación docente. Siempre digo que si perdemos nuestra vocación docente estamos cavando nuestra fosa.
— ¿Alguna vez han estado en riesgo de perderla? ¿O más bien los jesuitas se han visto perjudicados por la tentación de sumarse a cuanta revolución consiguen en el camino?
— A comienzos del siglo XX teníamos más de 70 expulsiones en todo el mundo, pero no era por eso, sino porque la vocación docente del jesuita siempre ha estado marcada no sólo por la enseñanza, por estar al día en la Ciencia, sino también nos distinguimos por ser polémicos en todos los campos del saber. Si se pierde esa característica, esa motivación, nos convertimos en desconocidos. Puede ser que alguno se involucre en revoluciones baratas, pero qué puede conseguir sin personalidad propia, si no tiene bien claro a dónde debe ir hoy la Ciencia. Es la Ciencia lo que mueve al mundo y no la política, que es mediocre, va de fracaso en fracaso. Hay política de altura, aquella que discute sobre la sociedad, sobre el valor del individuo, del bien social, de la importancia del trabajo. Es parte de nuestra misión estudiar eso, pero no hacer política barata. Por eso nuestras universidades han tenido preferencia sobre ese tipo de estudios. Si te conviertes en un revolucionario más, que va con su cartera al hombro y dice tonterías, pierdes tu substancia.
— ¿El Papa, aunque su discurso sea revolucionario, es un conservador?
Tuve un profesor en Frankfurt que se definía así: “Soy un conservador porque tengo cosas que conservar”. Claro, se refería a las ideas, no a los bienes materiales. ¿Cuántos conocemos que cambian de partido como de camisa? ¿Qué buscan? ¿Qué ideología es esa?
(*) El ABC del Padre José Del Rey Fajardo (SJ) – Docente e investigador de la UCAB. Ex – rector de UCAB del Tàchira.
Fuente: http://www.abcdelasemana.com/2013/08/02/el-abc-del-padre-jose-del-rey-fajardo-sj-docente-e-investigador-de-la-ucab/