Es la agricultura, estúpido.

¿Recuerdan el famosísimo eslogan  de Bill Clinton popularizado en su primera campaña Presidencial ? De eso se trata; claro, con las  adaptaciones de rigor.

Desmitificando la Política Agrícola del Puntofijismo.
(Con ánimo constructivo)

Aclaro: como modelo de concertación entre factores políticos para garantizar estabilidad institucional fué inobjetable. Incluso: aplicable, con las alteraciones que impone el inexorable tiempo, a los momentos archidificilisimos  que confrontaremos iniciada la transición.

Mi foco apunta en otra dirección: lo evidente, a mi modo de ver, errores de diseño y ejecución del conjunto de medidas dirigidas al sector agroproductor; obviamente, reconociendo que se hicieron muchas cosas que aprueban, de sobra, el examen. Pero en un intento de apreciación de conjunto, en cuanto a los resultados globales de la Política Agrícola ejecutada, creo que el «debe es mayor que el haber» circunscrito el análisis a ese importante lapso de nuestra historia Republicana. 

¿Creció el Producto Interno Bruto Agrícola -PIBA-, esto es, el valor a precios constantes de lo que produce el sector?, Si. Entre 1960 y 1988 creció, a valores contantes a una Tasa Media Anual de 4,5%; (Baptista, A); en ese lapso la producción agrícola se multiplicó por un factor de 3.3; pero entre 1988 y 1998 bajó a 0,8 % anual, lo que significa que, en valores por habitante, en los últimos 11 años antes que Chávez arribara al poder el crecimiento del sector agrícola fue abiertamente negativo. Entre 1960 y 1998, el PIBA creció a una Tasa Media Anual de 3.4% (Baptista, A); puesto que la población pasó de 7.496.400  a 23.412.742 (INE), en dicho periodo, creció  2.9 % anual, luego,  el crecimiento medido por habitante, que es la forma correcta de hacer tal medición fue de apenas 0,52 %. Una nimiedad.

Ahora, ¿es importante crecer? Obvio, que no fue el caso. Solo que tan importante es crecer en términos de Producto Interno Bruto, como lo es la orientación de ese crecimiento, puesto que esto último determina la sostenibilidad, o no, en el tiempo de ese crecimiento.
¿Por dónde comenzar?

1934.

Franklin Delano Roosevelt comienza a ejercer su primera Presidencia en los EEUU -1933- en el momento en que la Gran Depresión iniciada en 1929, presentaba sus más sombríos resultados. Optó por un programa de gruesos  estímulos fiscales y una fuerte devaluación del dólar. Todos los países de la región acompañaron esa caída de la moneda norteamericana devaluando las propias, para no apreciar sus monedas, evitando así, herir  de muerte a su sector exportador. Si una moneda se devalúa respecto a otra, si ésta no modifica su relación de cambio, entonces, se aprecia. Es decir, los productos internos se encarecen relativamente respecto a los externos, en consecuencia, pierde competitividad. Economia Internacional  básica. Cosa rara:  Venezuela no lo hizo. El único. Así el dolar que se intercambiaba a 7.70 Bs de la época, bajó a 3.35 en octubre de aquel año. Esa absurda revaluación de nuestra unidad monetaria pulverizó la rentabilidad de los sectores exportadores internos agroalimentarios, decretando, en cierto modo, toda posibilidad real de construir una agricultura competitiva y de aceptables niveles de eficiencia económica.


Por ejemplo: un exportador de café que recibía 1 $ por su quintal exportado, al cambio se le convertían en Bs 7.70 de la época; luego de la fatídica revaluación recibia solo 3.35. Su ingreso bruto había descendido por efecto de una medida de política económica de naturaleza cambiaria 56 %. He allí un posible polvo, entre otros, de esos que trajeron estos barriales que nos enlodan actualmente. Señalamos que entre 1934-2020, salvo el periodo 1989-1993, la moneda venezolana ha estado permanentemente sobrevaluada, acotando, que tal circunstancia, a todo efecto práctico, opera como un pesado impuesto a las exportaciones de todo tipo, incluyendo las agrícolas. El sesgo antiexportador de la economía venezolana tiene en la  histórica sobrevaluación del bolívar una de sus más fuertes fuentes explicativas.
A ver: los presentes problemas se agravaron a partir de 1999 y mucho…pero su partida de nacimiento data de mucho más atrás. Es la verdad histórica.

Ahora, el error, ¿sólo lo encontramos en  la Política Cambiaria aplicada al sector?

Claro que no. Lo que Felipe Gómez Álvarez llamó Agrosoporte Físico, sin lo cual es imposible erigir un modelo de agricultura eficiente se cumplió a trazas. La vialidad, los drenajes externos a las unidades de producción, explotar toda la potencialidad en materia de riego que tiene el País se acometió muy insuficientemente y, lo más importante, la nivelación de las áreas de siembra con la corrección de los drenajes internos es alarmantemente deficitario en nuestras zonas de siembra.

La Política de Financiación fué en líneas generales poco transparente en su ejecución, y muy contaminada en su orientación, sujeta a indebidas presiones de grupos de interés que restaron  ostensiblemente eficacia en sus resultados.

Ceñir la Política de Precios a los productos agrícolas  a decisiones administrativas del Ejecutivo y, lo que es peor, fijar los precios, generalmente, atendiendo al nivel del más ineficiente de quienes producían, por cuanto se definía la Política Agrícola en función de los consumidores, desatendiendo, las mas de las veces, los intereses de los productores fué un nefasto error que no se debe repetir; por ejemplo, entre 1979-1982, el 42 % de los ingresos publicos que se le asignaron al Ministerio del Agricultura y Cria los ejecutó la Corporación de Mercadeo Agrícola, esencialmente, para pagar cosechas y subsidios. Un inmenso caudal de recursos prácticamente perdidos. Ojo: no defiendo una política de precios abiertamente liberal para el sector, pero es  evidente que una  política que busque asegurar niveles adecuados de rentabilidad  a base sólo  de precios mínimos al productor, condena a este a sobrevivir sólo a expensas de dádivas del Ejecutivo y de los lobbys correspondientes a la burocracia pública.

La irracional politica en materia de tenencia de la tierra es de pelicula. Prevaleció siempre una concepción conforme a la cual la tierra era de quien la trabaja, pero éste no ejercia disposición sobre ella. Algo asi como, el predio es suyo, pero el Estado es quien al final resulta ser el dueño. Así de resbaladizo fué y es el tema de la propiedad rural. Absurdo. No hay un caso en el mundo, donde Pais alguno haya desarrollado su sector rural, si previamente no ha instituido inequivocamente los derecho de propiedad sobre el factor tierra.

Quizás, la mayor de las equivocaciones, la  constituyó, en la práctica, la absurda orientación «endógena», de crecimiento hacia adentro, de nuestra producción agrícola, divorciada totalmente del mercado mundial de alimentos, fundamentada, obviamente tal situación en ingentes y crecientes ingresos petróleros, los cuales permitían importar todo aquello que nuestras ineficiencias productivas impedían generar.

Ese era el estado, dibujado en líneas muy gruesas,  de la agricultura venezolana al momento de instaurarse la denominada revolución Bolivariana.

El Sector Agrícola hoy.

Autoabastecernos, a los niveles de productividad nuestros, en cereales -maiz, arroz, sorgo-, implica que debemos cosechar cada año 1.420.000 has; este 2020 escasamente cosecharemos unas 150.000 has. El 10 %.
En el 2012 en carne bovina, aves, cerdo y pescado consumimos  unos 90 kg/hab/; este año rondaremos los 20 kg/hab. Significa 77 % menos. El elevadisimo déficit proteico que confrontamos los venezolanos actualmente está asociado a tal circunstancia.


Entre 2013- 2020 el Producto Interno Bruto Agrícola -PIBA-, caerá 76 %, según estimaciones propias,  basadas en la caída del PIB de acuerdo a datos del Banco Central y la estimación que el FMI  proyecta para el año corriente. ¿Qué significa? Que el PIBA debe crecer sobre el 20 % anual los próximos 6 años para en el 2026 alcanzar el valor que tenía en el 2013. Claro, regresando al principio, no es sólo crecer, sino hacerlo en la dirección correcta, esto es, de cara al mercado, lo que implica eficiencia biológica y competitividad económica, si queremos un crecimiento sostenible, base de un futuro con estabilidad social y gobernanza política.

… ¿y el estúpido?…

Clinton se refería a George Bush -padre-, puesto que éste sólo ponía el acento, en su campaña por la reelección, en la Política Exterior dado el arrollador triunfo del ejército norteamericano en la Guerra del Golfo, en momentos en que el ciudadano común sufría los embates de una coyuntura económica interna un tanto complicada; en nuestro caso, primeramente, es, la clase política, en tanto y en cuanto,   una vez ganado el regreso a la institucionalidad democrática opte  por los cambios estructurales que requiere el manejo macroeconómico de un lado, y la actividad agroalimentaria de otro.

La prueba de fuego lo constituirá la Reforma Fiscal, puesto que si al sector agrícola no se le asigna, al menos, el 3 % de los ingresos presupuestarios totales del Gobierno Central y, una parte importante del gasto en inversión  de las Gobernaciones de estado, excepto Vargas y Nueva Esparta, no será posible relanzar al sector por la senda del crecimiento económico diversificado y sostenible. Confiamos  que se hará lo correcto. Pero también, el llamado es, al pueblo consumidor, acostumbrado a ver al productor de alimentos, no como un actor económico importantísimo, sino como un agente social que está obligado a producir, a precios muy bajos, independientemente de conceptos básicos como rentabilidad y eficiencia económica.
Sino se producen cambios de paradigmas en ambos -y, otros- aspectos de la vida nacional, resulta un tanto difícil avistar el futuro que merecemos.
¡Confiemos que aprobaremos las asignaturas pendientes!