Históricamente, en Venezuela gobiernos populistas han perpetuado la tradición de entregar beneficios a la población (calificados muchas veces de “dádivas”) para obtener dividendos electorales. Y la gente se ha apropiado de tal manera de esa práctica -en su indefensión cívica-, que hoy ha fortalecido una noción distorsionada de la participación: siente que es un mecanismo para recibir favores y resolver sus problemas más básicos.
Esa práctica perversa, que en el lenguaje político llaman clientelismo, compromete un voto por una cocina. Hoy está más consolidada en el estado Zulia, luego de 13 años de una promesa de manejo del poder a través de la democracia participativa.
La más reciente investigación del Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos (Cesa) de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de LUZ demostró que la mayor parte de los zulianos considera que la participación ciudadana puede darse solo a través de las iniciativas del Gobierno. 47% de los consultados asume esta postura de poca fe en las potencialidades del ejercicio ciudadano. Apenas 29% cree que puede darse de forma independiente y 23% se mantiene en una actitud neutral.
El estudio, en el que se indagó sobre capital social a través de una encuesta a 2.235 personas en los 21 municipios de la región, demostró que la población está dispuesta a participar pensando en un beneficio a cambio.
En los estratos muy pobres, la situación es más dramática. Precisamente, 42% y 52% de los estratos D y E opina que la participación debe darse solo para alcanzar favores gubernamentales.
“La necesidad de participar está asociada a resolver las condiciones de precariedad, como la mera subsistencia”, explica la investigadora responsable del estudio y profesora de LUZ, Natalia Sánchez.
Apoyar al Gobierno es participar
“Quien no apoya al Presidente de la República se autoexcluye de los beneficios que brinda la participación”, piensa el 46% de los zulianos. Aunque esta tendencia no representa la mayoría, se divide casi en la mitad, frente al 52% que piensa lo contrario y tilda tal postura de equivocada.
La concepción personalista de la participación (solo para resolver problemas personales, muy individuales) está muy posicionada en la mente de los zulianos. Según este estudio, la gente está convencida de que el dinero del Estado puede llegar únicamente a sus manos si participa.
Hay un sectarismo marcado en esta noción de participación, tal como muestra el estudio. 28% juzga que una comunidad apática no debe recibir ayudas del Gobierno. La mayoría, 37%, no apoya esa idea. Pero llama la atención que otro grupo de 31% se muestra neutral frente a ese escenario.
“La expresión Si no quieren participar, entonces que no obtengan beneficios, muestra un claro ejemplo de cómo un esquema cultural distorsiona las necesidades de protección y subsistencia de los más pobres, pero también distorsiona las necesidades de entendimiento e identidad de los estratos que cuentan con mejores condiciones socioeconómicas”, explica Sánchez.
El poder consolidado
Numerosos estudios sociológicos y antropológicos han demostrado en los últimos años que el poder tutela las iniciativas de la población y esta ha asumido que debe ser el Estado el que dirija sus vidas y no al contrario.
El actual Gobierno capitalizó un enorme poder político sustentado, precisamente, en la promesa de una participación real entre los venezolanos sin que estuvieran sometidos a las truculencias del poder. Para Sánchez, luego de 13 años, esta tendencia dista de la realidad, porque 63% de los consultados afirma que aunque participe, solamente los poderosos podrán lograr un cambio social.
“La estatización clientelar de la sociedad venezolana se mantiene, así como la identificación del actor político responsable del acercamiento a la sociedad de los beneficios derivados de la renta petrolera”, concluye la investigadora, quien asegura que las condiciones socioeconómicas privilegian un tipo de participación, con una agenda de solicitudes y prioridades centradas en la demanda de condiciones básicas.
Más radicales
El estudio del Cesa demuestra que los estratos de peor condición socioeconómica son los más radicales frente al tema de la participación. “Observamos que los gobiernos en Venezuela encuentran aceptación fácil entre la gente cuando impulsan programas clientelares como regalar casas, electrodomésticos y dinero, pues los más necesitados premian esa política con votos y sienten que esa es su manera de participar”, sostiene la investigadora de LUZ, Natalia Sánchez.
La profesora considera que la golpeada clase media venezolana, en contraste, se ha autoprocurado la solución de sus propios problemas y necesidades y por eso no considera importante participar. “La independencia económica inhibe la valoración de participación en el Zulia”, sentencia Sánchez.
Fuente: http://www.agenciadenoticias.luz.edu.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=2856&Itemid=156