Resulta paradójico que este venezolano quien bregó con ímpetu por neutralizar nuestros mitos, no haya podido desembarazarse del embrujo que provocan estos relatos. “Arturo es el hombre”, fue el lema de su campaña presidencial en el año 1963. “La campana”, su logo. Esta combinación de frase y signo apelaban al inconsciente colectivo del venezolano. En cierta manera, y aquí entra a jugar la imaginación de escritor publicista, se intentaba sustituir el arquetipo del “hombre fuerte”, por el de “hombre de ideas”. En esta ocasión, el postulante se “vendía” como portador de argumentos poderosos, atrayentes e ilustrados que se impondrían por la fuerza de su razón. A cambio, Uslar candidato, solicitaba al venezolano algo sencillo y, hasta cierto punto, placentero: que votaran por él. Después de todo, “Arturo es el hombre”.
Hoy en día la apelación política chavista pareciera ser la misma. Extravagancias de la historia. En esta ocasión el requerimiento no se apoya en las “luces” sino, al igual que en “Las Lanzas Coloradas”, en la razón de la fuerza. De ahí la consigna terminante de: “Patria, Socialismo o Muerte”.
Los mitos y sus hechizos aún permanecen inalterables, dentro de la cultura de la dirigencia política venezolana. Dos, han sido recurrentes en nuestro pasado y presente histórico. Uslar Pietri engarzó “El Festín de Baltasar” y el “Minotauro”, con la riqueza providencial que generaba nuestra renta petrolera. Dispendio y amenaza. El primero, nos empobrece y, el segundo, nos devora e impide que seamos lo que verdaderamente podemos ser. Necesitaríamos, entonces, invocar a la figura de Teseo para que destruya esta figura mitológica que encarna el petróleo.
Nos aproximamos a la “Hora de los hornos”, la que construyen los ciudadanos más allá de la voluntad de los “iluminados” de siempre.
Su breve pasantía por la política no desmerece, en ningún sentido, a este insigne escritor. Sus cuentos, novelas, ensayos y obras teatrales constituyen parte imprescindible de nuestro acervo cultural.
No en balde Arturo Uslar Pietri fue definido como “nuestra conciencia moral en tiempos borrascosos”.
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