Algunas empresas parecieran intentar ser buenos ciudadanos corporativos, pero pareciera que no saben como hacerlo. Según Rochlin, a la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) le esta pasando lo mismo que le pasó a Calidad Total, donde los departamentos encargados de la Gestión de la Calidad Total languidecieron durante años como departamentos alejados del centro neurálgico de las empresas. Y no fue hasta que una revolución gerencial la convirtió en la pieza central de la estrategia corporativa, que ésta se alineó y arraigó en las capacidades y obligaciones de cada línea de negocios, cada ejecutivo, cada gerente y cada empleado. Actualmente, es casi absurdo concebir la excelencia en el desempeño sin considerar a la calidad como una pieza central.
Lograr que la RSC sea un elemento constituyente de la estrategia y la filosofía de los negocios empresariales, no ha sido fácil y misterioso para muchas. Es más, ni siquiera las grandes empresas del mundo se han escapado a ello. Según los resultados de la encuesta realizada por el Banco Mundial, solo el 22% de las 100 multinacionales más grandes del mundo han progresado en la incorporación de la responsabilidad social a sus operaciones diarias. Es verdad, que se han dado algunos pasos en cuanto a la incorporación de algunos avances, tales como el establecimiento de estándares, códigos y herramientas que pudieran resultar útiles a la hora de medir el impacto de las diversas iniciativas de RSC que tienen las empresas. No obstante, estos no contribuyen de manera sustancial a avanzar hacía una alineación y planificación estratégica de la RSC.
De lo que no queda duda, es que cada vez más empresas y ejecutivos se están comprometiendo con la responsabilidad social corporativa; es decir, se está tomando conciencia que sus operaciones generan profundos impactos que contribuyen a moldear la sociedad que los rodea, y que deben actuar en función de que esos impactos sean beneficiosos y contribuyan a construir una sociedad mejor y más sustentable.
Debe quedar claro, que no se hace RSC con actos de buena voluntad o filantropía. No se debe confundir con la acción de construir una escuela en la comunidad donde opera la empresa, mantener un parque o efectuar donaciones a fundaciones culturales o artísticas. Tampoco lo es, el hecho de medir el desempeño corporativo en el cumplimiento que la empresa tiene con una variedad de estándares y códigos relacionados con la conducta social, medio ambiental y ética.
Una primera aproximación nos indica que al igual que la Calidad Total, la RSC tiene que alinearse e incrustarse plenamente en las operaciones estratégicas de la organización para producir un efecto transformador de largo plazo. En otras palabras, las actividades de responsabilidad social que no estén alineadas con las grandes metas de negocios no serán ni sólidas ni viables; es más, incluso podrían ser contraproducentes al contrariar el modelo de negocios y desviar recursos hacia actividades secundarias.
Una verdadera estrategia generará un valor mensurable y de largo plazo, tanto para los accionistas como para la sociedad. Existen hechos evidentes de valor agregado proporcionados por RSC en ámbitos tales como: reputación y construcción de marcas, la fidelidad de los consumidores, la retención de empleados y la atracción de nuevos talentos, e incluso la protección de licencias para operar.
Bibliografía:
Rochlin, Esteve. “Llevar la responsabilidad corporativa al ADN de su empresa”. Harvard Business Review. Edición Especial. Agosto. 2005.