Las tres miserias a combatir

En la península ibérica y más específicamente en tierras lusitanas nació un hombre de gran valor literario, humano, multidimensional: Don Fernando Antonio Nogueira Pessoa (1888-1935), mejor conocido como Fernando Pessoa. A él le debemos muchos poemas y reflexiones, pero sobre todo, estamos en deuda con la forma tan simple y grande con la que resumió, en breves oraciones, buena parte del drama del mundo: “Combatir, siempre y en todo lugar, a los tres asesinos: la ignorancia, el fanatismo y la tiranía».

No se necesita de mucho esfuerzo para vislumbrar el poder atomizante de la ignorancia. Por ella, pueblos enteros se arrojan al acantilado del atraso y vagan por muchos años por el desierto circular y trágico de la desgracia existencial, arrastrando a generaciones, a sueños incumplidos y no pocas frustraciones. Precisamente, debido a la más fecunda ignorancia los pueblos son presa fácil de los fanatismos (sobre este particular sobran las palabras en nuestra Venezuela). En efecto, aquellos que sólo por el goce sensual del poder, engañan, seducen, y además no son capaces de llevar ninguna obra colectiva de mejora y redención, no traducen su accionar diario en liberar a la gente de las cadenas de la ignominia, sino que más bien las refuerzan con perversos mecanismos demagógicos, les colocan las camisas de fuerza de la ceguera mental y la indigencia. Para un historiador del futuro será verdaderamente asombroso constatar, cómo la más supina ignorancia ha permitido el desenvolvimiento paulatino de un proceso funesto, destructor de futuro y catalizador del más categórico retraso de orden nacional.

Adosados estos elementos paralizantes del progreso espiritual y material, el campo está abonado para que surja, con la fuerza de los terremotos, la tercera miseria: la tiranía. Pese a ser un lugar común, no es menos cierto que todo poder basado en su usufructo y no en el bien general, necesita perpetuarse, y ello pasa a ser tan vital como el aire que se respira, o el alimento que se engulle. Por todos los medios posibles se buscará el continuar al mando, ya que la vida es inconcebible sin esa prebenda ejecutiva, sin el refocilarse en las mieles del mandar. El Barón De Montesquieu alertaba desde hace 400 años, acerca de los peligros y las inclemencias de la etiología de esta miseria afirmando que: “No hay tiranía más cruel que la que se perpetra bajo el escudo de la ley y en nombre de la justicia”.

El combatir, tal como lo pedía el gran Pessoa, estas tres miserias, no es tarea exclusiva de los políticos de oficio; es definitivamente labor del colectivo, es un esfuerzo diario y concentrado, que necesariamente nos lleva a ejercicio pleno de esa condición de ciudadanos que tanto mencionamos y en tan contados momentos hemos ejercido.

El país reclama del esfuerzo cívico y democrático de sus pobladores para vencer, entre otros factores, a estos tres tipos de asesinos. Todo esto no constituye una tarea fácil o rápida; es una toma de conciencia progresiva, una manera de ir volcando nuestra voluntad, constancia y deseos de superación. Este puede llegar a ser un país de primer orden si dejamos atrás, en el olvido, a esas condiciones que, en el caso particular de Venezuela, han ocasionado tantos males.

Estamos obligados a construir entre todos, sin excepción, ese país en el que reine la solidaridad, la sensatez y la más prístina y respetuosa democracia.

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