Los más pequeños de la casa constituyen un mercado atractivo para las empresas.

Se estima que Latinoamérica estará poblada muy pronto por aproximadamente 154 millones de personas menores de quince años. El mercado que mueven los más chicos tiene un tamaño verdaderamente asombroso y no dejará de crecer. Se estima que el 32% de la población venezolana tiene menos de 15 años y léase son potenciales consumidores, personas que elegirán el producto que desean comprar.
A la hora de analizar este segmento del mercado, las cifras son categóricas: más del 40 por ciento de los niños entre 6 y 11 años influye en la elección de los restaurantes de comida rápida, y el 75 por ciento decide qué quiere comer; el 85 por ciento va con sus padres a realizar las compras de la casa; visitan los negocios más de 250 veces por año; gastan la mayor parte de su dinero en golosinas, bebidas, snacks y comida rápida.
Nos guste o no, los niños son grandes consumidores. Hasta tal punto, que el mercado que constituyen no es uno sino que son tres: un mercado que compra, otro que influye y un tercero que crece y desarrolla fidelidades.
Desde el punto de vista del marketing, trabajar para ellos implica ponerse un “nuevo sombrero” y volver a repensarlo todo. Las empresas saben muy bien que se trata de un público cada vez más difícil de seducir y que es mucho más crítico que el resto de la población, especialmente los varones, a la hora de comprar un producto o elegir una marca.
Los niños de hoy son más independientes, tienen más responsabilidades y más dinero para gastar. Se distraen con juegos que jamás habíamos imaginado, y gracias a la cultura de la TV son capaces de asimilar miles de imágenes y mensajes en cuestión de minutos.

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