Según el antropólogo y politólogo Nelson Acosta, la tendencia histórica ha demostrado que cuando el Estado es rico, las sociedades son pobres; por esta razón, sostiene, que hay que invertir la ecuación e “intentar empobrecer al Estado” mediante la distribución directa de la renta petrolera y la descentralización política y administrativa, con la finalidad de que el poder llegue a las manos de los ciudadanos, mediante los Gobiernos regionales, los Concejos Municipales y los Comunales, y no se concentre en el Poder Ejecutivo.
Asimismo, Acosta señala que Venezuela sufrió un importante crecimiento económico cuando los precios del petróleo eran relativamente bajos; es decir durante los Gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera y antes del segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez y la Guerra de los seis días en Israel, cuando estos suben y se aplica un plan de inversiones conocido como la Gran Venezuela que originó una crisis inflacionaria y la devaluación de la moneda.
En este sentido, Acosta explica que cuando Chávez empieza su mandato presidencial, lo hace “con una suerte de coalición” con distintos grupos sociales y partidos políticos; pero en la medida que van aumentando los precios del petróleo, asimismo aumentó “el deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos” y “las tendencias autoritarias en el seno del Gobierno”, pues “existe una correlación entre los ingresos petroleros y la amplitud política”.
Ante este panorama y el de las elecciones presidenciales de este año 2006, Acosta señala que “en este momento estamos en los principios del fin del proceso político que comenzó y se institucionalizó en 1958, ese que, asentado básicamente sobre un auge petrolero, fue denominado Democracia Representativa y que empezó a agotarse a partir de la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez (…) y permite el advenimiento de lo que se conoce hoy día con el nombre del chavismo, el cual se ancla igualmente en un auge de la renta petrolera”.
Aunque así se ha manejado la política, Acosta manifiesta que Venezuela debe adentrarse en una nueva forma de ejercerla, bajo la cual el Estado transfiera la renta petrolera directamente al ciudadano, pues “de lo contrario este país continuará bajo el sistema que ha prevalecido durante la segunda mitad de siglo XX”, definido por él como “socialista”; entendiéndose como tal a aquél en el que los bienes productivos son propiedad del Estado.
Así, según Acosta, “lo que plantea la tarjeta “Mi Negra”, es una transferencia directa a los accionistas de la renta petrolera para que usted haga con su dinero lo que le parece conveniente y eso no es nada novedoso”, pues comenta que se aplica en la provincia de Valencia en España, en Alaska y Noruega.
De igual forma, expresa que este mecanismo se enmarcaría dentro de una democracia liberal y permitiría el enriquecimiento de la sociedad mediante el empobrecimiento del Estado, aumentaría la demanda e incentivaría la actividad productiva y la diversificación de la oferta por el aumento de la competencia.
Por el contrario, señala que así como en el Gobierno de Hugo Chávez, en otros también se han aplicado estrategias como las Misiones; es decir “distintos mecanismos distributivos por parte del Estado, y se ha demostrado que eso no funciona, sino otras experiencias y hacia ellas debemos ir”. En cualquier caso, Acosta considera que el candidato que resulte electo presidente en diciembre de este año, debe brindar una serie de garantías, y asimismo incentivar la confianza en los procesos para impulsar la economía.
En este sentido, manifiesta que “hay un alto nivel de desconfianza en el país que hace que los procesos electorales se vean con suspicacia; sin embargo la experiencia histórica nos demuestra que cuando un pueblo se organiza, participa en unas elecciones, las gana y está en la calle para defender su triunfo, no hay mecanismo que pueda impedir eso (…); lo que sí puede suceder es que usted gane y no pelee por su triunfo y, si no lo hace, se lo quitan”.
No obstante, cree que no existe ninguna voluntad por parte del sector oficial de cometer fraude, aunque si pudiera haber el ventajismo “que da las riendas del poder”. Sin embargo, considera probable que el ganador de los comicios presidenciales venza a su adversario por un margen muy estrecho de votos; caso en el que sería la Fuerza Armada Nacional la que actúe como árbitro, pues “hoy en día no pueden aventurarse a romper con la institucionalidad democrática sin ningún miedo a verse en una situación conflictiva”.
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