Papel de los medios de comunicación

Sin demérito de estos importantes aspectos, ni de otros que también son trascendentes – como por ejemplo la cuestión de la propiedad de los medios y el esquema bajo el cual el gobierno otorga la concesión de su uso – se puede también reflexionar sobre la función de los medios masivos de comunicación desde un punto de vista mucho muy práctico, a partir de un sencillo modelo de comunicación.

Un emisor origina una idea que considera valioso transmitir, por lo que la entrega a personas con talento adecuado para convertirla en un mensaje cuyo contenido, gracias a un productor, adquiere la forma necesaria para que pueda difundirse al ser reproducido por un medio de comunicación que lo hace llegar a una audiencia la cual, atendiendo el mensaje, le asigna un significado.
Dentro de este modelo, el papel del medio de comunicación consiste en distribuir, transmitir, hacer llegar el contenido de la comunicación a un público deseado. Para lograrlo, debe ser capaz de generar una audiencia, captar y mantener su atención para que el mensaje efectivamente le llegue.
El valor que el medio de comunicación agrega durante el proceso de comunicación resulta, entonces, de la cantidad y la cualidad de la audiencia que es capaz de alcanzar. La audiencia generada por cada medio es diversa en términos de cantidad y cualidad. La cantidad va de lo masivo a lo selectivo, mientras que la cualidad puede medirse en términos tan específicos como el perfil sociodemográfico del público, o tan subjetivos como su grado de atención, credibilidad que le otorgan al medio, etc.
El punto central está en que el valor del medio de comunicación resulta de la audiencia que genera. Su papel, pues, es el de generar una audiencia. Sin audiencia, un medio de comunicación no tiene sentido. De hecho, en el modelo de comunicación, el medio es el eslabón que une a la audiencia con los participantes anteriores: productor, talento y emisor del mensaje.

Generar una audiencia, captar y mantener su atención es algo que los medios logran al conceptuar, desarrollar, producir y difundir un contenido editorial, que puede estar enfocado a lo formativo, educativo, informativo, noticioso, de entretenimiento, diversión o una mezcla de ellos.
No tiene mucho sentido discutir acerca de cuáles de estos contenidos son más o menos deseables, ni discutir acerca de si los medios tienen o no una responsabilidad social al respecto, si antes no queda claro que un medio de comunicación, merced a su contenido editorial, debe ser capaz de generar una audiencia.

En otras palabras, la primera discusión importante no es acerca de si debe existir o no un medio de comunicación que eduque o forme en términos de valores, religión o política; tampoco acerca de si deben o no asignárseles recursos financieros provenientes del público. La primera discusión debe girar en torno a cómo lograr que ese contenido editorial genere una audiencia con la cantidad y cualidad que lo justifiquen.

Toda vez que se tiene la atención de una audiencia con determinada cantidad y cualidad, cabe la posibilidad de insertar dentro del contenido editorial del medio de comunicación mensajes publicitarios y propagandísticos.
El medio ofrece a una audiencia determinada el beneficio de un contenido editorial de su particular interés y, al mismo tiempo, ofrece a los anunciantes el beneficio de contar con la atención que esa audiencia puede otorgarle a sus mensajes de comunicación.

Los cinco participantes que intervienen en el proceso de comunicación son claramente identificables en el caso de la publicidad que se le hace a los productos y servicios dirigidos al último usuario o consumidor: el emisor es el anunciante, la agencia de publicidad es el talento y los otros tres son el productor de material publicitario, el medio de comunicación y la audiencia o público meta.
El medio tiene entonces como primera responsabilidad programar, desarrollar y producir material que capture la atención de una audiencia por las características de su contenido editorial.
Y el medio tiene como segunda responsabilidad asegurar a los anunciantes, quienes insertan un mensaje o anuncio junto a ese contenido editorial, acceder a la audiencia.

Puesto que ni el contenido editorial de los medios ni su contenido propagandístico o publicitario resultan ser de interés generalizado, el papel de los medios se define mejor como generar una audiencia con características específicas de cantidad y cualidad.
La programación de contenido debe sujetarse a las características de la audiencia cuya atención se pretende captar, favoreciendo una diversidad de temas relacionados con los intereses específicos del público.
La función de los medios de comunicación, orientados a sus dos tipos de cliente, consiste en generar una audiencia determinada al ofrecerle el beneficio de un contenido editorial atractivo para ella, al mismo tiempo que ofrecer al anunciante el beneficio que para él representa contar con la atención de esa audiencia.

Así como la atención de la audiencia justifica la existencia del medio de comunicación, así también la medición de la cantidad y las cualidades de esa audiencia es lo que justifica su manera de operar. El contenido editorial se desarrolla para capturar esa cantidad y cualidad de audiencia; el cobro a los anunciantes por insertar mensajes se hace sobre la base de la cantidad y la cualidad de la audiencia.
En la práctica, los medios de comunicación facturan las inserciones pagadas sobre la base de tamaño, expresado en términos de tiempo o espacio, por ejemplo segundos de transmisión al aire en radio o televisión, o centímetros de impresión en periódicos y revistas. Una estructura de precios como esa responde muy bien a las condiciones de operación de los medios, pero tiene poco que ver con el grado de atención de una audiencia.
La falta de inversión de recursos en el desarrollo de contenido editorial se traduce en un medio pobre, de escaso interés y atendido por una baja audiencia; la falta de promoción de ese medio y la ausencia de información acerca de las características de la audiencia que lo atienden se traducen en una anomalía, al no permitirle a los anunciantes conocer la habilidad del medio para alcanzar esa audiencia.

Los medios no tendrían un mejor argumento de venta que sus reportes detallados de audiencia; las tarifas a pagar se fijarían sobre la base de la cantidad y cualidad de esa audiencia, posiblemente establecidas post facto. Pero lo más importante es que al pensar en términos de audiencia se empieza por justificar la existencia misma el medio.
No quiero decir, por ejemplo, que no se justifica que existan emisoras de radio o televisión con contenido editorial social, cultural o informativo en oposición a meramente comercial. Lo que quiero decir es que no se justifica que dichas emisoras no cuenten con la cantidad y cualidad de audiencia que justifique su existencia.

En otras palabras, no debemos luchar simplemente porque existan y se les asignen subsidios, provengan de donde provengan. Debemos luchar porque dichas emisoras desarrollen un contenido de tal manera atractivo que generen la atención de la audiencia. El reto es cómo desarrollar ese contenido.
No pensar en términos de audiencia significa una falta de respeto al público, la cual se traduce normalmente a un pobre contenido editorial que, a su vez, se refleja en una menor cantidad y cualidad de audiencia, disminuyendo el valor del medio ante los anunciantes, su público y la sociedad misma.

José Ignacio Domínguez

*Es consultor de mercadotecnia y profesor de cátedra del Tecnológico de Monterrey. Mexico