El Congreso del Perú ha aprobado recientemente la incorporación de ese país al TPP11. En Chile esa medida ha sido presentada como si implicase que Perú gana competitividad comercial en miles de productos que coinciden con los productos que Chile también exporta a los mercados de los países miembros de ese acuerdo internacional. En otras palabras, el argumento es simple; como Perú aprobó el TPP11, y Chile todavía no lo ha hecho, los productos chilenos serán desplazados de esos mercados asiáticos por los productos peruanos.
Todo esto, desde luego, forma parte de una sistemática campaña para que el Parlamento chileno apruebe cuanto antes el mencionado acuerdo.
Pero las cosas no son así. Tanto Chile como Perú tienen ya hoy en día, firmados y plenamente vigentes, tratados bilaterales de libre comercio con muchos de los países que componen el TPP11 y en ellos se establece la eliminación del pago de aranceles para las mercancías de cada país firmante de esos acuerdos. El TPP11 no modificará esa situación. Las rebajas arancelarias establecidas en esos tratados bilaterales seguirán existiendo en los mismos términos actuales, cuando se ponga en funcionamiento el TPP11. Lo que el TPP11 agrega no son nuevas rebajas comerciales, – –excepto para los países que no tengan tratados bilaterales firmados – sino nuevas disposiciones en relación al tratamiento de la inversión extranjera y otros aspectos no directamente comerciales. Pero Chile tiene tratados bilaterales de libre comercio con todos los pases integrantes del TPP11.Esos países son los siguientes: Vietnam. Malasia, Australia, Japón, Nueva Zelandia, Singapur, Brunei, México, y Perú. Chile, apruebe o no el TPP11, seguirá gozando de la apertura comercial recíproca con esos países.
Perú, a su vez, tiene tratados de libre comercio firmados y vigentes con Australia, Japón, Canadá, Singapur, Tailandia, México y Chile. Es decir, con 7 países de los11 que componen el TPP11. En esos 7 países, Chile y Perú comparten la misma situación de libre comercio, es decir, sus mercancías entran sin pagar aranceles a esos mercados. Ninguno de los dos países ganará nada nuevo al aprobar el TPP11, ni en términos de menores aranceles, ni en términos de modificar la competitividad de uno con respecto al otro.
Como los aranceles no pueden seguir reduciéndose una vez alcanzado el nivel de cero arancel, ninguno de los dos países tiene nada que ganar en el terreno propiamente arancelario, en aquellos países con los cuales ya existen tratados de libre comercio vigentes. No se pueden conseguir más ventajas competitivas por la vía de las rebajas arancelarias. De allí para adelante la competencia, con Perú y con el mundo, tiene que ser por la vía de ofrecer productos mejores o más baratos, es decir por la vía del avance en materia de ciencia, tecnología e innovación. Además, la competencia se da por la vía de reducir en tiempo y en costos los trámites burocráticos para efectos de las exportaciones, en aminorar los costos del transporte local e internacional y por eficientizar el funcionamiento de los puertos y aduanas, entre otras cosas. Esas cuestiones definirán en los próximos años la competitividad y el futuro de Chile, y ellas deberían estar en el centro de las preocupaciones del presente. Si se quiere firmar el TPP11 no es por razones arancelarias que dejen a un país con mejores condiciones competitivas que el otro, sino por razones relacionadas con la recepción de inversiones extranjeras y con las múltiples ventajas que se les conceden a estas.
Pero, además, hay otro aspecto que es interesante en todo este problema. En Chile hay particular interés en aprobar el TPP11 para dejar al próximo gobierno bien amarrado a tratados internacionales que después cueste mucho modificar. En Perú parece que sucede lo mismo en relación al próximo gobierno del profesor Castillo.