Las advertencias de los principales funcionarios de los bancos centrales, como Christine Lagarde y Andrew Bailey, de que las criptodivisas se utilizan en transacciones turbias y conllevan el riesgo de pérdida total, no parecen ser un elemento disuasorio suficiente.
En su libro La desnacionalización del dinero, F.A. Hayek sostenía que los gobiernos nunca han dedicado su poder a proporcionar un dinero adecuado a lo largo del tiempo. Sólo «se han abstenido de abusar de él cuando estaban sometidos a una disciplina como la que imponía el patrón oro». El respaldo en oro del dólar americano como moneda de reserva mundial se suprimió a principios de la década de los setenta, y desde entonces las monedas de papel, las llamadas monedas fiduciarias, se han convertido en la norma. Tras esta decisión, las monedas de papel han perdido drásticamente su valor frente al oro. Desde el cambio de milenio, este proceso se ha acelerado considerablemente.
Durante los últimos veinte o treinta años, la Reserva Federal y otros grandes bancos centrales han estado bajando constantemente los tipos de interés y comprando grandes cantidades de bonos del Estado, así como otros activos como bonos corporativos y valores respaldados por activos. Esto ha socavado la confianza en el dólar americano y el euro como principales monedas de reserva del mundo. Se ha producido una huida hacia los activos tangibles, de manera que las acciones, los bienes inmuebles y los metales preciosos han subido mucho de precio. Han aparecido competidores por el «exorbitante privilegio» (Giscard d’Estaing) de la moneda de reserva, ya que quienes emiten las monedas de reserva mundiales se benefician de oportunidades de préstamo prácticamente ilimitadas y de inmensos beneficios por la creación de dinero. La competencia tiene tres dimensiones.
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