Desde y para el público
En el manejo de la “cosa pública”, hay, por lo general, desinformación o irresponsabilidad en su administración. El ejercicio de “lo público”, es, en la mayoría de veces, un atractivo botín para “meterle” mano, bien los amigos o el funcionario mismo involucrado. El servicio de lo público, desde y para el público, constituye hoy la más trascendente tarea de toda oferta política que pretenda el reforzamiento del sistema democrático en Venezuela.
Debemos habituarnos a que todo lo público, todo lo que dependa del gobierno, todo sin excepciones, debe ser transparente. que permita control y fiscalización oportuna, responsabilizando a cada funcionario encargado de sus áreas específicas de trabajo, exigiendo que a más alta calificación y deber público, mayor peso de Ley caiga sobre él. También se debe progresar en los diversos procesos de descentralización, venciendo todas las dificultades y resistencias que se ven y, sobre todo, que se sienten en el ejercicio democrático de algunas localidades, todavía ineficientes y politiqueras en su mayoría. Además, se debe mejorar, radicalmente, la calidad organizativa de la administración pública; máxime de la cualidad profesional de sus recursos humanos. Se debe potenciar el servicio público como una acto de lo que –obviamente- es: “un servicio público”; alejar la arbitrariedad y mal comportamiento en el trato y ejercicio de función de los servidores públicos.
Gran parte de las soluciones de los problemas democráticos en Venezuela, radica en LA NECESARIA Y PROGRAMÁTICA REINSTITUCIONALIZACIÓN DE LO PÚBLICO. Más que hablar de reformas del Estado y constitucionales, en Venezuela debe acometerse la inmediata tarea de darle sentido y más organización al funcionamiento de lo público.
Sobre las “tentaciones” y la Democracia
Asimismo, el Estado debe emprender, decididamente, una lucha contra el complicado problema de la corrupción. Para combatirla, se deben adoptar medidas que implicarían la aplicación de fuertes sanciones para los funcionarios que resulten incursos en actos de enriquecimiento ilícito. No obstante, la mejor forma de evitar esas “tentaciones públicas”, debe radicar en el apego a una sólida ética colectiva. Para esto, el ejemplo de honestidad y sencillez de las jefaturas principales de gobierno: Presidente, Ministros, Gobernadores, Alcaldes, Diputados, Concejales y, de todos los altos y medianos niveles de la administración pública, será un indefectible estímulo para hacer, del comportamiento honesto y eficiente, una pauta general del proceder público.
Convertir nuestro actual sistema democrático, en un modo real de servilismo público de los gobernadores a sus gobernados, es un reto en el que se amerita la conjugación de varios elementos: redefinir el proyecto democrático en nuevas condiciones, con nuevas demandas y presiones, con acceso de nuevos actores, nuevos sentidos y, sobre todo, con ganas de legitimar y desarrollar a profundidad, nuestro ejercicio democrático como sociedad. La democracia es un ejercicio incesante, muy movible, nunca definitivo, cuyo signo más genuino es su utilidad para la sociedad que la escoge, y ésta última, a través de su participación directa y animada, es la responsable de potenciar y darle la viabilidad necesaria, para el perfeccionamiento constante del llamado régimen de libertades; por eso siempre nos va a otorgar la oportunidad de recimentar sus bases, de mejorarla como sistema.
La labor es interesante, vale la pena.
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