Si bien es cierto cada 1ro. de mayo es la oportunidad para que el rito sindical plantee aumento general de salarios y reivindicaciones económicas de todo género. En esta ocasión, sin dejar de considerar la importancia de las exigencias laborales, se impone una profunda reflexión en este 2015 en torno al destino definitivo del sindicalismo venezolano.
Desde el Estado Chavista se ha propiciado una suerte de antimodelo sindical, donde una cúpula dirigente, pretende imponer aquella ideología oficial soviética donde no se admite la posibilidad de conflictos laborales, porque supone que no existe contradicción entre los intereses de los trabajadores y el Estado, ya que el Socialismo del Siglo XXI representaría para la clase trabajadora la conquista del paraíso obrero.
En el discurso del patrono Estado se difunde la idea, de descalificar a quienes realizan el conflicto laboral como contrarios al sistema, de ser provocadores y agentes extranjeros, lo que en el pasado sirvió para justificar violentas represiones contra movimientos obreros independientes (Sevares J. 1989), hoy lo vemos en nuestro país en múltiples protestas laborales.
Para impulsar esta política de anulación de los sindicatos, el Estado cuenta con una casta de sindicaleros, dispuesta a entregar las conquistas históricas de los trabajadores, a cambio de la fidelidad a la disciplina del régimen, quien utiliza los manidos argumentos de la “guerra económica” o la supuesta invasión de armadas imperiales, para precarizar cada vez más las condiciones laborales.
De ello, son testigos numerosos sectores de trabajadores, quienes sufren el desmantelamiento de sus contratos colectivos hoy empobrecidos al extremo, como son los casos del sector petrolero, telecomunicaciones, hidrológicas, eléctrico, siderúrgico y el tan renombrado Contrato Marco del Sector Público, que duerme el sueño de los justos en el Ministerio del Trabajo.
En definitiva, esta política degradante de los sindicatos, los convierte en comisarios del PSUV y del Estado, al desaparecer la función reivindicativa por la orientación policíaca, de imponer a los trabajadores la obligación de firmar toda iniciativa estatal o asistir a actos públicos como condición para mantener un puesto de trabajo.
En el caso venezolano es más grave aún, ya que intervienen otras variantes como la intervención de mafias en el sector privado, que imponen a patronos y sindicatos el control del empleo, de las pólizas de HCM, transporte, mantenimiento e incluso la construcción de obras en las áreas empresariales, a cambio de protección personal y familiar. Todo esto sucede ante la impunidad encubierta por el Estado.
Por tanto, el proceso de reconstrucción del sindicalismo en Venezuela se orienta, a definir las estrategias para la refundación de sindicatos libres, como dijera una vez Lech Walesa en la Polonia de Gierek y Jaruselski: “los obreros polacos no queremos sindicatos de esclavos, por eso fundamos Solidarnosc”. Para lograrlo debemos superar la irracional dispersión del sindicalismo existente hoy en nuestro país.
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