Lamentablemente, es práctica muy común, asociar la evaluación con la remuneración (dinero) y creo, sin lugar a dudas, sin temor a equivocarme, que es precisamente éste, actuando como catalizador, el que encabeza el listado de errores que maliciosamente se aglomeran para dar origen a “antes de la evaluación doy el resto”, es decir, en condiciones normales, trabajamos a un ritmo pausado, analizamos fríamente el entorno y todo con calma, justo pocas semanas antes del proceso de evaluación, aceleramos el paso, estudiamos la posibilidad de dar algún aporte extra, quitándole el polvo y sacando a pasear la creatividad. Resumiendo, trataremos a como de lugar de ganar puntos y congraciarnos con el jefe.
Con el inicio de los indicadores de gestión y la evaluación de desempeño, surgió y se formalizó una brillante idea, asociar la evaluación con la remuneración (dinero), excelente táctica para manejar a un profesional, perdón más bien, excelente táctica para manejar un mercenario del saber.
Probablemente no se percataron que estaban formalizando y justificando una nueva clase de empleado y con él, por efecto bumerán, estaban dándole forma, textura y color a la versión pirata de la Espada de Damocles, “resulta que ahora tengo que mejorarlo pero ¿cuánto hay para eso?”, “para que esforzarme, si total, no me van a dar más”, “yo daré justo lo que me pidan, no tiene sentido dar más”, “maquilla los resultados, de lo contrario no cobramos el bono”, “vamos a ajustar las metas para garantizar el bono”.
Ahora pregunto, ¿por qué no se asoció evaluación con brechas y entrenamiento, con responsabilidades, con la calidad y nivel profesional, con el proceso de mejora continua, con la superación personal, con la excelencia?
Bien, pero volvamos a nuestro error; éste pudiera estar acompañado, entre otros, por el desgano, la falta de seguimiento y control, la falta del sentido de pertenencia y pudiera haberse generado, por no trabajar en equipo, de no tener claro las funciones, de no tener claro las responsabilidades, no tener objetivos claramente definidos, no tener claras las reglas de juego, etc., etc. y para colmo de males, como si fuera poco, sentirse mal evaluado (generalmente se presenta una correlación inversa entre las expectativas del supervisado y la calificación dada por el supervisor), en fin, estamos ante la presencia de la punta de un iceberg.
Definitivamente, este error exige respeto. Cuando lo detecte, deténgase, retroceda la cinta, analice detalladamente los posibles porqués, no lo desestime. Tratar de resolverlo en forma aislada, es agregarle un error más a la colección de errores que lo rodean. Busque y trate de eliminar el o los orígenes. De ser necesario, pida ayuda profesional y verá como este error se desvanecerá.
Sólo a manera de consejo: Cuando observe un buen desempeño, no espere a mañana, reconózcalo al instante. No permita, por ningún motivo un desempeño mediocre. Aproveche la evaluación para mostrarle a su supervisado un resumen claro y preciso de su desempeño (para ello, requiere de una planificación de actividades, acorde con las funciones de su supervisado, sus correspondientes asignaciones en el tiempo y, gracias al seguimiento y control, muestre el status de su desempeño) y basándose en él, conceda la calificación adecuada, actualice el histórico y úsela como punto de referencia para la próxima evaluación.
Pobre el que se considere Marciano.
Mi querido amigo, si cometemos un error, ánimo, errar es de humanos, ¿Quién dijo miedo?, ¡perdimos una batalla pero GANAREMOS la guerra!
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