A medida que los servicios públicos van en picada con destino a la prehistoria, como lo demuestran las noticias que nos relatan a diario los medios, no es de extrañar que pronto en materia de transporte transitemos de las actuales chirrincheras o perreras a carretas de tracción sanguínea, de hospitales en ruinas a curanderos indígenas, o de la electricidad recurramos al carbón como fuente de energía, más aún al escuchar al actual Secretario de Gobierno del Estado Zulia, manifestar que en la región hay apagones constantes por la cercanía de la tierra de la Chinita al astro rey. Quizás eso haya sido el origen de la famosa frase del poeta zuliano Udón Pérez, “Maracaibo, la tierra del sol amada”.
En realidad en el trasfondo del cataclismo que vivimos los venezolanos, jamás conocido desde nuestra historia colonial hasta el presente, lo presenciamos en la tragedia hoy visualizada como la diáspora, que en concreto se expresa para trabajadores en general: obreros, empleados y profesionales universitarios, quienes teniendo un empleo estable, prefieran abandonarlo que permanecer en nuestro país en la indigencia.
El relato reciente de una madre venezolana inmigrante en Cúcuta quien manifiesta: “aquí estamos mi esposo y yo con cinco hijos, pasamos necesidades, aguantamos sol parejo, pero al menos comemos”, relata resumidamente el colapso económico y social que ha obligado a casi 4.000.000 de venezolanos a huir en estampida, como lo relatan medios extranjeros.
La pérdida de identidad con su trabajo, la decepción frente al gobierno madurista y la angustia de vivir en un país en ruinas, ha determinado que alrededor de 20.000 trabajadores de PDVSA hayan puestos pies en polvorosa, simplemente abandonan sus cargos, ante la prohibición de renunciar esperan sus vacaciones, no les importa perder sus prestaciones sociales hoy devaluadas, total con éstas no podrán comprarse ni una nevera o una lavadora.
Este impacto ha sido brutal para la administración pública en general, se habla de más de 50.000 docentes de escuelas y liceos, de miles de obreros y empleados de alcaldías, ministerios y gobernaciones, incluso del sector privado donde los empleadores no encuentran estrategia alguna para retener a valiosos y calificados trabajadores.
El sector eléctrico no escapa a esta hemorragia laboral, cuando gerentes de Corpoelec, en calidad de anonimato, explicaron que en 2016 el personal en el estado Zulia superaba los 4.000 profesionales en sus distintas áreas. A finales de diciembre la cifra oscilaba en los 3.000 profesionales y, en 60 días, la cantidad de personas difícilmente llega a los 1.500, números que siguen disminuyendo cada semana. Información corroborada por el presidente de la Federación de Trabajadores Eléctrica (FETRAELEC), y otros sindicatos afiliados al sector, en los últimos seis meses más de 18 mil empleados han renunciado a la estatal eléctrica por bajos salarios y violaciones del contrato colectivo.
El caso relatado por un trabajador del sector es dramático. “Yo soy ingeniero eléctrico y mi salario no llega a los 3.000.000 de bolívares. Dime cómo puedo costear con ese sueldo una canasta básica que ya sobrepasa los 100 millones de bolívares. Lamentablemente, me cuento entre los próximos a renunciar y me marcharé a Chile donde me están ofreciendo un salario de 1.100 dólares”. Esta angustia proviene al ganar ese salario y no poder comprar mensualmente siquiera un pollo para la dieta familiar.
En resumen todos estos casos citados determinan la fuga del recurso más preciado de un país, como lo son los trabajadores, a quienes hay que recuperar en futuro próximo, al restablecerse el estado de derecho y sentar las bases de la reconstrucción nacional.
Froilan Barrios Nieves Movimiento Laborista