“Todo cambia, menos el cambio”;
Anónimo.
Al planificar la implementación de un cambio, conviene empezar por aceptar que éste ha de ocurrir desde las características que imperan en el presente hacia las deseadas, siendo imprescindible admitir que el presente deriva del pasado.
Todo cambio exige líderes, que deben considerar muchos factores; entre ellos: que el cambio ha de suceder desde lo general hasta lo particular, pues puede afectar la individualidad de cada miembro de la organización, porque les involucra y puede impactarles en diversos grados, incluso, si es una simple modificación en uno de los procedimientos que se cumplen. Por esto, todo direccionamiento acertado inicia por la determinación de las ideas que rigen el accionar de la gente de la organización, pues ésta constituye esa comunidad que tiene sus propios rasgos culturales y sociales. Esta apreciación es lo más importante para establecer el punto de partida que permita iniciar lo deseado sobre tal conjunto humano. A partir de allí se podrán precisar los elementos que han de ser tomados en cuenta para alcanzar la meta deseada.
Toda sociedad está conformada por sub-grupos, que se relacionan entre sí por medio de lo que se conoce como “personalidad básica”: los patrones comunes y permanentes que le dan coherencia; p. ej.: en su cultura, los británicos son semejantes entre sí, pero son muy diferentes a los venezolanos y de allí deriva que el comportamiento de aquéllos no sea igual al nuestro. Por esto, se deben conocer las características de la colectividad originaria, puesto que -obviamente- los sujetos asumen los patrones conductuales de los grupos de los cuales provienen.
Comprendido así, la precisión del comportamiento antropológico resulta ser algo fundamental para poder hallar el camino correcto.
La cultura venezolana está constituida por las maneras de pensar, de sentir y de actuar más frecuentes de la mayoría de los venezolanos. Con esto no se afirma que todos los venezolanos tienen todas las características de la “personalidad básica”, pero en cada uno se dan algunas o muchas de éllas y existen diferencias personales: “la excepción confirma la regla”.
En el libro “¿Quiénes Somos los Venezolanos? ” (Carías, 1982), se citan más de veinte características de tal “personalidad básica”: no se compromete, inconstante, débil sentimiento de identidad, baja autoestima, sumiso, flojo e indolente, segundón, irresponsable, desorganizado, pasivo, pantallero, humanitario, inmaduro, inseguro. En “El Comportamiento Folklórico del Venezolano y de las Instituciones Públicas” (Ochoa, 1988), se listan más de cincuenta: ventajista, ingenioso, impuntual, anárquico, ineficiente, incoherente, no valora el trabajo, y se cita que Maritza Montero –en “Ideología, Alineación e Identidad Nacional”– menciona otras: incompetencia, emotividad, autoritarismo, violencia. En “Autoestima del Venezolano” (Barroso, 1991), hay más de una treintena: falto de ética, teórico, mentiroso, dual, corrupto, facilista, mediocre, individualista, cómodo, etc. En “Así Somos… Las Virtudes del Venezolano” (Cortes, 2001), se listan varias características “positivas”: infinita paciencia, apego a lo tradicional, etc. En “Los Enemigos de la Quinta República” (Miró, 2001), se lee: Toma poco en serio las cosas, , no teme al peligro, busca figurar, le gustan los reconocimientos, las condecoraciones, los halagos, etc., sin importarle que no los haya merecido o que el mérito sea de otra persona; es creativo e ingenioso; es hipócrita, tiene doble cara, por delante dice una cosa y por detrás hace otra; propone, promete o recomienda cosas, pero no hace lo que promete o recomienda, le cuesta mantener continuidad en lo que emprende, es bueno para las campañas cortas, para los operativos, pero no para los trabajos a mediano y largo plazo; conformista, espera que otros tomen la iniciativa ante los problemas; prefiere que otros hagan las cosas; desordenado, indisciplinado, poco previsivo e improvisador; le gusta vivir el presente, sin planificar el futuro ni preocuparse mucho por él; no tiene sentido del cuidado y el respeto, le encanta sacar ventaja sin esforzarse, le gusta ser libre (una libertad a su manera, no le gusta que lo controlen, no le gustan las normas, su excesivo amor a la libertad lo lleva a la anarquía, a irrespetar la ley y a someterse a la autoridad con dificultad); es tolerante consigo, pero exigente con los demás.
Otros afirman que el venezolano es: falto de creatividad, no le gusta participar en la concepción y adopción de decisiones, pero también dicen que es generoso, igualitario, hospitalario, respeta a los padres, cálido, alegre y compasivo.
Lo citado es producto de la imitación de lo que otros hacen, pero esto es todo, pues en el mismo libro de Miró se lee que en el sistema educativo venezolano hay un conjunto de valores, de maneras de actuar y de pensar peculiares, que constituyen lo que puede denominarse la cultura educativa venezolana: una marcada tendencia hacia lo teórico; se insiste en la formación intelectual, más que en el desarrollo de destrezas, predominan un bajo nivel académico, la mediocridad, el conformismo, la desmotivación y la irresponsabilidad. Igualmente, este autor afirma que muchos docentes son impuntuales, irresponsables, cumplen su función con poco ánimo, humillantes, irrespetuosos, y agresivos, agregando que no son motivadores ni dejan que los educandos opinen, creando actitudes que éstos arrastran toda su vida.
Así, en las más profundas entrañas del venezolano se amalgama todo esto y se forma un ser despreocupado, que no se esfuerza por hacer lo que puede hacer por sí mismo y por los demás, ni se las ingenia para buscar soluciones a los problemas, y que no anhela que las cosas sean de otro modo, acentuándose esas conductas en detrimento de otras áreas personales y laborales, entorpeciéndose el crecimiento y el progreso en todo sentido, conformándose una sociedad de sumisos, desordenados, improvisados, conformistas, desanimados, desmotivados e incapaces de crear y de pensar por sí mismos, generándose un modelo caracterizado por un trabajo rutinario e ineficiente, donde se hace lo indispensable o lo menos posible y lo más lentamente, poco competitiva y productivamente.
Entonces, al diseñar la implementación de un cambio en una organización en donde haya venezolanos, conviene considerar esta realidad (que la mayoría es así y que no todos se conducen de esa manera), porque esto determinará -en mucho- su respuesta al cambio.