Panamá ha estado, en diciembre y en enero, en el centro de las noticias mundiales por el conflicto suscitado entre las empresas constructoras de la ampliación del Canal, que querían más plata, y el Gobierno de Panamá, que no estaba dispuesto a hacer el papel de Santa Claus, aun cuando se tratara de época navideña.
Cuando se inaugure la ampliación del Canal de Panamá y puedan circular con esa vía los supertanqueros portadores de petróleo y grandes barcos portadores de contenedores, pero con una capacidad de carga el doble que la actual, no solo se generarán ingresos adicionales, por peajes y servicios conexos, para la economía panameña, sino que serán muchos los agentes económicos de la región y del mundo que se verán afectados, y que ya en el día de hoy están tomando las decisiones económicas que la nueva situación les exige.
El costo del trasporte será menor y eso abaratará el costo de muchos productos que se transan internacionalmente. También se reducirá el tiempo de rotación de las mercancías y del capital, con lo cual ganarán los países exportadores, los consumidores finales y los puntos en que esta nueva generación de barcos tenga que recalar para comprar bienes servicios que solo se pueden proporcionar en tierra.
Ya hoy en día, los astilleros de todo el mundo están construyendo, o recibiendo órdenes de construcción, de esa nueva generación de barcos que podrán transitar por el nuevo canal bioceánico y, obviamente, detrás de ellos están las grandes compañías petroleras y navieras. Se trata de empresas mundiales que mueven millones y millones de dólares, y que no podían, a estas alturas de los acontecimientos, ser meramente espectadoras de un conflicto entre Panamá y las empresas constructoras que intentaran paralizar las obras de ampliación del canal.
Pero esos superbarcos no solo necesitan un canal más ancho y más profundo para poder transitar entre el Pacífico y el Atlántico, sino que necesitan también de puertos más grandes, con mayores instalaciones y con mayor profundidad, en los países de origen y de destino. Los principales puertos norteamericanos de ambas costas ya se están preparando para poder atender ese tipo de barcos, e incluso muchos puertos latinoamericanos están tomando las previsiones del caso. El propio Panamá tiene ya hoy en día, tanto en el Pacifico como en el Caribe los dos puertos más grandes de toda América Latina, y esos puertos serán ampliados, de modo de mantener su rango y su prestancia, pues es importante construir puertos que puedan ser puntos de transferencia del comercio de contenedores a nivel no solo regional, sino mundial. Puertos grandes y eficientes, zonas francas, conexiones aéreas a todas partes del mundo, playas y hoteles de primer nivel, un gran centro bancario, entre otras cosas, convierten a Panamá en un centro de negocios de primera importancia a nivel regional y mundial. Colombia es otro país que hace grandes inversiones en infraestructura portuaria, sobre todo en Cartagena, a la espera de la nueva situación geopolítica y geoeconómica que se abrirá junto con las compuertas del nuevo canal.
Venezuela no parece estar preocupada de esta nueva situación geopolítica y geoeconómica que se producirá ya en esta década. Pdvsa no se sabe que esté construyendo, ni sola ni en sociedad con nadie, los supertanqueros que podrían llevar su petróleo a China o al conjunto de Asia, si esa fuera su visión estratégica. Tampoco se sabe que Bolipuertos esté preocupado de generar grandes estaciones de transferencia de contenedores, que puedan convertir a Venezuela en una plaza importante en el comercio entre las costas pacíficas y atlánticas de la América del Sur.
Se suele repetir que entre las muchas cosas favorables con que la naturaleza ha dotado a Venezuela, se encuentra su privilegiada posición geográfica, entre el norte y el sur de las Américas, y de cara a Europa, en el centro de todas las vías. Sin embargo, esa situación no solo nunca se ha aprovechado cabalmente, sino que está mucho mejor aprovechada por otros países de la región, con mayor visión estratégica. La naturaleza genera oportunidades, pero son los gobiernos y los pueblos los que aprovechan o se farrean esas oportunidades.
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