La gestión oportuna y consistente de las especificaciones de los bienes o servicios es crucial para convertir la misión de una organización en una realidad y renovarla haciendo que conserve su vitalidad; sin embargo la adaptación y flexibilidad con que esta se deslice en el medio organizacional requiere aquello que es ineluctable: tiempo. Tiempo para que los directivos corporativos y gerenciales, auxiliares del agente, se convenzan de la misión y las estrategias desarrolladas, tiempo para que los controles de proceso y gestión sean comprendidos y usados, tiempo para que el sistema se adecue a su realidad social y económica; y en fin, tiempo para que todos participen, no en el programa de implementación de la gestión, sino en la gestión misma: «esto lo que se trata de orientar o direccionar cuando se habla de la concientización».
Muchas veces hablamos sin tener una clara conceptualización de aquella idea que queremos referenciar, la mas de las veces pensamos y decimos respecto a aquellas ideas divergentes, con relación a las nuestras, que tal diferencia se debe a cuestiones de la semántica. Nada mas lejos de la realidad; y este es el caso de la Gestión. Averigüemos en un conTEXTo estadístico sobre esta versión y veremos lo enorme de la brecha conceptual que existe. Sin embargo, nosotros hoy, aquí necesitamos un concepto referencial que nos permita abstraer esa idea de gestión, aunque sea de una manera operativa y que permita examinar los obstáculos, las ambigüedades y límites del tal fenómeno.
Por tanto me veo obligado a llenar la etimología de qué es la gestión; lo que haré de una forma precaria pero ortodoxa, ajustándome al TEXTo académico. El término gestión es de origen europeo y en el Diccionario de la Real Academia Española, edición 1987, se dice que es «acción y efecto de gestionar», es decir, «hacer diligencias conducentes al logro de un negocio o deseo cualquiera»
Ahora, por otra parte, tenemos en nuestro pensamiento una serie de ideas que giran alrededor del concepto de gestión, como son administrar, diligenciar, gestionar, gobernar, dirigir y dirección. De modo que tenemos palabras llevadas a ideas o al revés o viceversa.
Así que las palabras que giran alrededor de la palabra gestión son administrar, diligenciar, gestionar, gobernar, dirigir y dirección. Gestión es acción y efecto de administrar ( en este caso una organización), … o una empresa; pero también se relaciona con diligencia o hacer gestiones para conseguir una “cosa”. Así que diligencia es a gestionar.
Ahora diligencia es el esmero por ejecutar una «cosa»; mientras que diligenciar es poner los medios para conseguir el logro de una “cosa”. La palabra gestión también se relaciona con dirigir es decir encaminar, enderezar, gobernar hacia cierto punto, … hacia una referencia. En este momento aparece la palabra dirección definida como la persona o conjunto de personas encargadas de dirigir una sociedad o empresa. Ergo, dirección es un sinónimo de gobierno… Por último gobernar se relaciona con administrar, regir: administrar bienes ajenos.
Muchos catalogan la gestión como un arte, otros como una ciencia. La gestión comprende una dualidad filosófica ya que por un lado se impregna de la necesidad de búsqueda y conocimiento de su propia verdad en su conTEXTo o entorno operativo, … en su mercado natural, es decir requiere de un saber; y por otra parte se empeña en una práctica que apela al mismo tiempo a la ciencia, es decir, a los conocimientos más o menos exactos, y al arte, es decir, al juicio y a la creatividad para hacer lo pensado: solo que es un imperativo y debe saber hacerlo; porque lo que está en juego es el desarrollo y estabilidad de la sociedad humana. Con la teoría de la gestión se forjan las herramientas para la acción operativa; definiéndose la eficacia, la operatividad, la motricidad como hitos direccionadores y alerta, de aquello que se está haciendo.
La gestión tiene un «no se que» mágico, en razón a su carácter sociológico; ya que la gestión en su conTEXTo de gobierno o gobernabilidad está ineluctablemente asociado al ser humano. La gestión vincula de modo «sine qua non» elementos técnicos y científicos con valores y creencias. Y esta dualidad no es aparente: podría decirse que es una condición necesaria y suficiente para el logro exitoso de la actividad económica de la organización, no sólo es un asunto de responsabilidad y autoridad.
En su dimensión técnica, la gestión comprende un conjunto de procedimientos y normas, validados en la práctica por el sistema social, que en su forma más concreta, son herramientas. Las cuales están vinculadas a cualidades estrictamente de orden humano como la moral, y por tanto las virtudes del ser humano. La aplicación exitosa de ciertos modelos de gestión puede llevar a los individuos a seguir aplicándola, incluso en situaciones diferentes o en otras esferas de la vida: «esto es lo ideal».
La gestión organizacional no tiene sentido alguno sin las prácticas directivas que relacionan las responsabilidades en su distintos aspectos, con la forma de la autoridad, la toma de decisiones, los flujos de información, la coordinación, el control, la evaluación y el direccionamiento estratégico. La gestión es acción y estructura en movimiento.
La función primordial de la gestión conceptuada bajo un sistema es producir organización en el sentido de poner en marcha dispositivos que permitan que las diligencias de dirección, de apoyo y conformidad se den de forma armónica y precisa; y que además permita resolver los conflictos que aparecen día a día en el seno de la organización y lograr el equilibrio entre los elementos del sistema.
Ver la gestión a su vez como acción y como estructura presenta algunas ventajas, sobre todo cuando se trata de analizar el cambio organizativo y la consecuente implantación de modelos de gestión. En procesos de cambio es muy claro; cómo la acción precede a la estructura. Por lo general un proceso de cambio exige un direccionamiento y una estrategia empresarial u organizacional que al ser desplegada en la organización va buscando y dando forma a la estructura organizacional que más se le adecua. Sin embargo, la relación es mutua, las estructuras preexistentes pueden ser una limitante o un apalancamiento para un modelo de gestión emergente; depende: «de la gente».
Todo esto nos lleva a considerar la evolución de la gestión y la organización; ya que las organizaciones pasan por diferentes fases durante su crecimiento, desarrollo, y consolidación. El sistema social que la conforman en su fase inicial, hacen crecer su sueño, su visión, en forma entusiasta. Pero después viene la etapa de estabilidad y rutina en el trabajo, perdiéndose la habilidad de innovar y la motivación, conformándose de esta manera una cultura organizacional predecible y difícil de cambiar; en virtud de lo cual es incompetente para ver los síntomas de su propia degeneración, la decadencia y por el contrario siguen pensando que están bien. A veces, un cambio en el ambiente, en el modelo de gestión o una crisis presiona al conjunto social y por ende a las instituciones, para que actúen de modo distinto, y se den cuenta que es necesario cambiar: cosa que por lo general no sucede hasta que es muy tarde.
El país como síntesis de todos los sistemas no escapa a este efecto, y es evidente que atravesamos por una crisis de valores sin precedentes en nuestra historia, que se manifiesta en alertas: económica, social, militar y política; trastocando nuestras vidas y a las instituciones fundamentales. Las organizaciones ahora se sienten fuertemente amenazadas no sólo financieramente, sino en sus propios cimientos filosóficos, y no han podido convertir las amenazas del entorno en oportunidades para el cambio; mientras el país les exige propuestas oportunas y viables para superar tan terribles circunstancias. Esta situación nos obliga, a la gente y sus organizaciones, a esforzarnos en encontrar soluciones creativas, haciendo uso de la gestión como valor fundamental para lograr superar las actuales deficiencias. Los valores morales en las organizaciones deben dibujar para esto un cuadro de eficacia, eficiencia, economicidad, calidad y mejoramiento: «la moralidad es para el hombre de bien , lo que la brújula es para el marino».