El mundo está cambiando

México y Colombia han tomado recientemente sendas medidas de política económica que tienen mucha importancia en el contexto de las nuevas tendencias que se van imponiendo en el comercio internacional.

México ha decidido unilateralmente, y en el pleno ejercicio de su soberanía, aumentar los aranceles de muchos de los productos importados que provienen de países con los cuales México no tiene acuerdos de libre comercio. Eso implica que se encarecerán y/o se reducirán las importaciones procedentes de China, en primer lugar, y también de India y Corea del Sur, que son sus principales proveedores.  Estas medidas afectarán muy en particular las importaciones de calzado, vidrio, plásticos, cerámica y suministros para la industria del acero, el aluminio, textil y confecciones.

Las importaciones desde Estados Unidos y Canadá, los socios de México en el TMEC – el tratado de libre comercio de América del Norte (Ex Nafta) –  no se verán afectadas con esta medida, o incluso puede que se vean afectadas positivamente, pues es altamente probable que sustituyan las compras que dejarán de realizarse desde los países ya mencionados. Chile, que también tiene un TLC firmado con México no se verá afectado, aun cuando el comercio con México es de niveles más bien reducidos.

Este incremento de los aranceles se justifica por la necesidad de ayudar a las micro, pequeñas y medianas empresas mexicanas, que se ven afectadas por las importaciones actuales, y todo ello -que tiene un claro carácter proteccionista –  se hace dentro de la letra – aun cuando no necesariamente del espíritu – de los acuerdos y compromisos contraídos como socios de la Organización Mundial de Comercio.

Colombia, a su vez ha tomado la decisión de renegociar –  después se ha pasado a utilizar la palabra “revisar”-  el tratado del libre comercio que tiene firmado y vigente con Estados Unidos, argumentando que dicho tratado ha perjudicado en forma sustantiva a la agricultura colombiana. Esta medida, independientemente de su resultado, pone de relieve que los TLC no están escritos en piedra, sino que pueden renegociarse a solicitud de las partes. Una renegociación de este tipo no es fácil, pues el TLC implica perjuicios, pero también beneficios para los países que los firman, y en esa – como en toda negociación – las partes tienen que estar dispuestas a ceder en algunos aspectos para conseguir ventajas en otros. Pero la ruptura del inmovilismo es una cosa que no se puede menos que saludar como una actitud positiva por parte del gobierno colombiano.

Para Chile, estas decisiones de dos países latinoamericanos deben llevar a visualizar que las cosas en el ámbito del comercio internacional se están modificando – por la vía de las decisiones unilaterales y/o de las renegociaciones de lo existente – y seguramente se modificarán más aún en los tiempos que vienen, y el país debe estar atento al resultado de esos procesos. Para nuestro país, el balance que se puede hacer de los TLC que se han firmado con múltiples otros países no es enteramente positivo en todos y cada uno de sus aspectos, y no hay que renunciar a la posibilidad de mejorarlos en aquello que nos parezca necesario.  Pero para ello se necesita analizar críticamente el presente y no asumir que el mundo y todos los tratados firmados son inmodificables. Desgraciadamente, entre los muchos problemas que tiene el país, estos temas no están en el primer plano de la discusión y del debate. Desgraciadamente.  

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