El sueldo de un profesor universitario en Venezuela no puede ser más deprimente: es mucho menor que el que devenga cualquiera de sus alumnos, de cualquier empleado medio y hasta de muchos obreros, taxistas, bachaqueros y cualquier otro trabajador de la economía informal. Si se compara con los sueldos que devengan los altos funcionarios públicos, los parlamentarios, los gerentes públicos y privados, ni se diga; y si se comparan con los de sus similares en otros países, la diferencia es de tal abismo como del cielo a la tierra.
De qué vale prepararse durante tantos años y pasar por los escollos que el mérito académico exige, para luego no recibir una compensación honrosa y justa. No proceder de inmediato a corregir estadisfuncionalidad por la que atraviesa el docente de nuestras universidades, es atentar en contra de la calidad del sistema educativo universitario público venezolano, ya que provocará que los profesores emigren a otros empleos y a otras latitudes donde se les brinde la oportunidad de nivelar su salario real.
Y no es solamente una cuestión de mejores salarios, se trata de que tampoco se le suministran los recursos adecuados para realizar sus labores académicas y de investigación, que les permitan hacerse más competitivos, no sólo nacionalmente sino a nivel internacional.
No obstante la situación que vive el profesorado universitario del país, no es comprendida por la clase gobernante actual. En la reciente XXIV Cumbre Iberoamericana, que comenzó este lunes 07/12/14 en la ciudad mexicana de Veracruz bajo el lema "Educación, Cultura e Innovación", el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza, se alejó de las intervenciones de los mandatarios en el debate sobre la importancia de la educación para el desarrollo, y señaló:
"Queremos poner una alerta sobre la movilidad, porque la hemos sufrido. En Venezuela no solo sufrimos la fuga de cerebros (…), también sufrimos el robo de cerebros", aseguró Arreaza.
Explicó que Venezuela formó a esos talentos con recursos públicos y los preparó en el extranjero "con divisas del pueblo venezolano, y luego se quedaron en el exterior".
Por ello, reclamó que "cualquier estrategia de movilidad de estudiantes, de investigadores, de profesores" esté "muy bien regulada, para que efectivamente vayan esos profesionales donde de verdad haya la necesidad y no se queden amparados en ese tipo de desarrollo de otros países en otras partes del mundo".
Como se puede observar de las palabras del alto funcionario, la visión del Ejecutivo es la de controlar la salida de los profesionales y no la de estimular su permanencia y contribución con el desarrollo del país, mediante el reconocimiento a su desempeño y al derecho a vivir junto con sus familias en condiciones decentes de vida.
Es difícil entender, que con los recursos que se han manejado en esta última década, la educación, la salud, la seguridad, vivienda y otros aspectos básicos, anden a la deriva como se percibe cada día en el país. Basta con observar cómo las denuncias y reclamos al respecto, son el orden del día en los medios de comunicación.
Si partimos de que el desarrollo social, tecnológico y económico de los países emergentes está fundamentado en el desarrollo de la sociedad del conocimiento; es decir, en el conocimiento científico y tecnológico que emana de su desempeño, ¿cómo se puede ser tan poco visionario, para no entender que acabar con la infraestructura académica y científica, es uno de los peores daños que se le puede hacer a una sociedad?
Se acaba con ella, cuando se les obliga a abandonar la docencia, la investigación y la extensión, por falta de una compensación adecuada a su preparación, dedicación y contribución con las generaciones que tendrán la responsabilidad de conducir al país en los años venideros.
La sociedad en general debe entender que, después que se haya destruido la capacidad académica-científica y profesional del país, nos costará generaciones para reponerlas; por tanto, es la sociedad misma, la que debe rechazar, oponerse a este tratamiento con nuestros educadores universitarios y exigir, el reconocimiento de estos profesionales que son a los que nosotros, los padres, les depositamos la responsabilidad y la confianza de una formación universitaria de calidad para nuestros hijos.
De poco le servirá al país, graduar personas con baja calidad en su formación; por el contrario, requerimos de profesionales excelentes, que sean capaces de aprender del conocimiento científico y generar y adaptar tecnologías novedosas, capaces de ayudarnos a recorrer exitosamente el futuro de Venezuela.
Sin embargo, para disponer de estos hombres que se han preparados para hacer y enseñar, se requiere que se les reconozcan sus méritos y se les remunere, para que puedan vivir con decoro; de lo contrario, se nos irán a otras fuentes de trabajos en el país o lo que sería peor, que emigren de Venezuela y sean aprovechadas sus virtudes por países que no han invertido un centavo en su formación.
Ya dejen de hacerle daño a Venezuela.
Dirección-E: [email protected]