¿Por qué a algunas personas les va mejor en la vida que a otras?
¿Por qué algunas, con alto coeficiente intelectual y que se destacan en su profesión, no pueden aplicar esta inteligencia en su vida privada, que va a la deriva, del sufrimiento al fracaso?
¿Y por qué otras con un alto Coeficiente Intelectual terminan trabajando para otras que tienen un CI más bajo, pero que saben conectarse, influir y relacionarse mejor?
La respuesta está en las emociones, y en la capacidad para entenderlas y manejarlas: la Inteligencia Emocional es parte de nuestra inteligencia global, una parte a menudo negada y desdeñada, opacada por el brillo de la razón y del Coeficiente Intelectual, más fácil de definir y medir.
En la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen nuestra capacidad:
• para pensar y planificar
• para llevar a cabo el entrenamiento con respecto a una meta distante,
• para resolver problemas y conflictos,
definen el límite de nuestra capacidad para utilizar nuestras habilidades mentales innatas, y así determinan nuestro desempeño en la vida.
Y en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y placer, directos o indirectos, con respecto a lo que hacemos -o incluso por un grado óptimo de ansiedad-, esos sentimientos nos conducen a los logros.
Es en este sentido que la Inteligencia Emocional es una aptitud superior, una capacidad que afecta profundamente a todas las otras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.
Fuente: http://www.inteligencia-emocional.org/aplicaciones_practicas/inteligencia.htm