Las crisis de bienestar social humana que se observa a nivel mundial y que se ilustra solo con hacer referencia a que más de 4.500 de los 5.000 millones de habitantes que conforman nuestro planeta apenas mal subsisten no puede pasar inadvertida en esta época ya que, la televisión, la prensa escrita, la radio y ahora Internet se encargan de que todo se sepa y casi al instante. Esta situación, por demás ilustrativa no se puede dejar en manos o bajo el amparo de la responsabilidad exclusiva de las administraciones públicas que ya han demostrado que no saben o no entienden por no decir otra cosa, que su función debe ser ética, con equidad y justicia; en otras palabras, ese camisón luce muy grande para ellos solos. De manera que, esos hechos por si mismo han originado que dos nuevos protagonistas, las empresas y las entidades no lucrativas, participen de forma muy activa junto a las administraciones públicas en el desarrollo del denominado mercado social al que hemos hecho referencia.
La empresa, auténtico motor del desarrollo económico, se convierte también, en un importante y calificado protagonista del desarrollo social, aportando recursos y transmitiendo sus modelos organizativos y de gestión. Las entidades no lucrativas, en cualquiera de sus formas, también denominadas organizaciones no gubernamentales o entidades sin animo de lucro, son las especialistas en la gestión social y las conocedoras de la verdadera problemática que viven los colectivos desfavorecidos, por lo que se convierten en el socio ideal de las empresas en su estrategia social.
De la asociación entre esas dos instituciones surgirá un nuevo modelo de gestión social que permitirá que las organizaciones empresariales canalicen el compromiso que tienen con la sociedad de manera más efectiva y eficiente. Ese compromiso, es lo que se ha denominado en el lenguaje empresarial de muchas formas: responsabilidad social corporativa, responsabilidad social empresarial, marketing social corporativo o acción social y cultural entre otras.
En honor a la justicia y no para buscar culpables pero si, para reclamar mayor sensibilidad empresarial, luce oportuno recordar uno de esos dichos generados de las vivencias de los pueblos, o en todo caso aquí en Venezuela lo usamos; de que siempre todo lo malo no es malo por si mismo, sino que aún de las peores circunstancias se pueden obtener hechos positivos. Así que recordemos, el caso de algunos hechos que han sido ejemplos emblemáticos de escándalos financieros empresariales y del uso de mano de obra infantil en el proceso de fabricación de bienes, que han sido sujetos a enjuiciamiento internacional, pero que han servido para dar ejemplos al mundo empresarial de que las empresas son globales, especialmente las más grandes y que por lo tanto lo que hacen en un lado impacta en todas sus operaciones por igual y que las compañías para sobrevivir en el mundo de hoy deben asumir la responsabilidad social que les compete con sus diferentes grupos de interés.
Por la razón que haya sido de lo que no queda duda, es que la (RSE) o (RSC), ha empezado a echar raíces y hoy se perfila como una herramienta de gestión que surge como una respuesta de la empresa a las expectativas de la sociedad, que se traduce en una visión de negocios que integra armónicamente el respeto por los valores éticos, las personas, la comunidad y el medioambiente.
Ahora, remontémonos a nuestra realidad y comentemos como nuestras empresas ha dado sus primeros pininos. Algunas parecieran intentar ser buenos ciudadanos corporativos, pero pareciera que no saben como hacerlo, y por eso referenciaré la posición de Rochlin (2005)” Llevar la responsabilidad corporativa al ADN de su empresa”, que dice, a la Responsabilidad Social Corpora iva (RSC) le esta pasando lo mismo que le pasó a Calidad Total, donde los departamentos encargados de la Gestión de la Calidad Total languidecieron durante años como departamentos alejados del centro neurálgico de las empresas. Y no fue hasta que una revolución gerencial la convirtió en la pieza central de la estrategia corporativa, que ésta se alineó y arraigó en las capacidades y obligaciones de cada línea de negocios, cada ejecutivo, cada gerente y cada empleado. Actualmente, es casi absurdo concebir la excelencia en el desempeño sin considerar a la calidad como una pieza central.
Lograr que la RSC sea un elemento constituyente de la estrategia y la filosofía de los negocios empresariales, no ha sido fácil y hasta misterioso para muchas. Es más, ni siquiera las grandes empresas del mundo se han escapado a ello. Según los resultados de la encuesta realizada por el Banco Mundial, solo el 22% de las 100 multinacionales más grandes del mundo han progresado en la incorporación de la responsabilidad social a sus operaciones diarias. Es verdad, que se han dado algunos pasos en cuanto a la incorporación de algunos avances, tales como el establecimiento de estándares, códigos y herramientas que pudieran resultar útiles a la hora de medir el impacto de las diversas iniciativas de RSC que tienen las empresas. No obstante, estos no contribuyen de manera sustancial a avanzar hacía una alineación y planificación estratégica de la RSC.
Es cierto que cada vez más empresas y ejecutivos se están comprometiendo con la responsabilidad social corporativa, en nuestro país Venamcham se reunió hace pocos días a discutir el asunto; es decir, se está tomando conciencia que sus operaciones generan profundos impactos que contribuyen a moldear la sociedad que los rodea, y que deben actuar en función de que esos impactos sean beneficiosos y contribuyan a construir una sociedad mejor y más sustentable.
No obstante, debe quedar claro, que no se hace RSC con actos de buena voluntad o filantropía. No se debe confundir con la acción de construir una escuela en la comunidad donde opera la empresa, mantener un parque o efectuar donaciones a fundaciones culturales o artísticas. Tampoco lo es, el hecho de medir el desempeño corporativo en el cumplimiento que la empresa tiene con una variedad de estándares y códigos relacionados con la conducta social, medio ambiental y ética.
Una primera aproximación nos indica que al igual que la Calidad Total, la RSC tiene que alinearse e incrustarse plenamente en las operaciones estratégicas de la organización para producir un efecto transformador de largo plazo. En otras palabras, las actividades de responsabilidad social que no estén alineadas con las grandes metas de negocios no serán ni sólidas ni viables; es más, incluso podrían ser contraproducentes al contrariar el modelo de negocios y desviar recursos hacia actividades secundarias.
Una verdadera estrategia generará un valor mensurable y de largo plazo, tanto para los accionistas como para la sociedad. Existen hechos evidentes de valor agregado proporcionados por RSC en ámbitos tales como: reputación y construcción de marcas, la fidelidad de los consumidores, la retención de empleados y la atracción de nuevos talentos, e incluso la protección de licencias para operar.
Finalmente, queremos dejar claro que muchas empresas alrededor del mundo y en nuestro país tienen la obligación moral de contribuir a solucionar los problemas de pobreza en el tercer mundo, en el deterioro de sus entornos naturales y en las incesantes batallas comerciales; pero que son pocas, las que realmente se han dado cuenta de que su supervivencia depende de la respuesta que den, ya que necesitamos que las corporaciones formen trabajadores educados, contribuyan a que los consumidores dispongan de dinero para gastar, un ambiente natural sano y una coexistencia pacifica entre las naciones y entre sus mismos coterráneos. Si abordamos y discutimos de forma seria y con una buena dosis de sensibilidad, podremos seguir manteniendo esperanzas, de lo contrario lo más probable es que se sigan en turbiando las aguas donde vivimos.