¿Qué persona quieres ser en 2021?

¿Qué propósitos te has hecho para este año  nuevo cuando 2021 ya está marcado por  la   pandemia?

Yo quiero ser una persona que contagia alegría.

M. Dorrio

www.aleteia.com

 El dolor de la pandemia de COVID-19, un acontecimiento que ha marcado definitivamente la actual época, persistirá mucho después de la remisión del virus. Cuando acabe la crisis inmediata, muchas personas habrán sufrido pérdidas inimaginables. Un gran número habrá perdido a seres queridos, cantidades ingentes se habrán quedado sin empleo y tal vez sin hogar, y varios cientos de millones habrán experimentado la angustia y la soledad del aislamiento social.

Amig@ lector@ ¿Ya has pensado algo sobre ese tema? Es fácil ilusionarse con dejar de fumar, iniciarse en la liga del ayuno intermitente, decidirse a ordenar el trastero o proponerse hacer 60 sentadillas cada 6 horas cuando se tienen todas las energías en el banco del alma.

El año pasado parece que se ha pagado un alquiler muy alto a esta pandemia. Se puede decir que más del 80% de las energías se gastaron en dicha crisis.

La sociedad ha gastado energía para: mantener la calma y no sucumbir al pánico; levantarse cada día e ir a trabajar; en muchos casos, a un negocio que no se sabe si conseguirá mantenerse a flote; controlar las lágrimas, o liberarlas silenciosamente en cuestión de segundos en el cuarto de baño y salir con la sonrisa de fiesta bien colocada; Ilusionarse con un futuro absolutamente incierto.

Y aceptar que ya se han cancelado eventos muy importantes como por ejemplo la Semana Santa de Sevilla.

Pero también se habrá ganado algo: la posibilidad de elegir.

Cuando se salga de este trauma colectivo, se podrá decidir volver a la antigua trayectoria o aprender de la experiencia para concebir y adoptar decisiones diferentes con vistas al futuro.

A todas las personas que habitan el planeta les interesa luchar contra este virus. Como ha dicho Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, se tiene “una oportunidad sin precedentes para unirnos todos contra un enemigo común, un enemigo de la humanidad”.

Es mucha la energía que se ha utilizado en esta pandemia, pero esa pequeña porción que queda se debe saber en dónde se quiere invertir.

Se debe cambiar el estilo actitudinal, se deben reconvertirse en esas personas que contagian alegría, no por mirar a la realidad con un filtro de ingenuidad, sino porque la realidad está llena de cosas bellas; y, cuando alguien las señala, es como cuando explican una obra de arte: te hacen estrenar tu realidad, tu vida, como recién sacada del horno.

De acuerdo con la psicología social hay dos tipos de personas: 1.- Tipo “corcho” que por su estilo de comportamiento parecieran ser un cable que tire hacia arriba de todo el que sienta que se hunde un soporte para todo el que quiera apoyarse. Regalando momentos, conversaciones, y abrazos (cuando se pueda), de esos que te impregnan el olor a «no estás solo» y a «cuenta conmigo» y, 2.- Tipo “plomo” son esas que dejan tras de sí una sensación de desasosiego, irritabilidad y amargura, y que consiguen contagiar su mal humor de una manera más violenta que el propio coronavirus.

Si en tu entorno hay una persona corcho, le aseguro que los problemas pesarán menos. Desahogarse con ellas suele ayudar a adoptar la perspectiva correcta para solucionar un conflicto o superar un dolor.

Otras características de las personas corcho son que no juzgan, que no se ofenden fácilmente, que disculpan siempre. La psiquiatra Marian Rojas define a estas personas como “personas vitamina”, y recomienda encarecidamente rodearse de ellas.

Por el contrario como se mencionó en párrafos anteriores, las personas plomo son esas que dejan tras de sí una sensación de desasosiego, irritabilidad y amargura, y que consiguen contagiar su mal humor de una manera más violenta que el propio coronavirus.

Las personas plomo ven siempre la versión más oscura de cualquier situación. Normalmente, son personas rápidas para colocarse en la acera de los ofendidos, y llevan una regla en la mano para medir, comparar, e inmediatamente, reivindicar. Este tipo de personas contribuyen al hundimiento, en mayor o menor medida, de todos los que les rodean.

Aunque la pandemia haya sacado a la luz feas actitudes criminalizadoras basadas en la xenofobia, también se está caracterizando por millones de pequeños actos de bondad que favorecen la unión de las comunidades. Si se elige rechazar el racismo y el odio, la reconfortante solidaridad que se ha visto en las últimas semanas puede dar paso a una acción en gran escala.

Se puede ir más allá de apoyar a l@s vecin@s y adoptar la decisión colectiva de brindar seguridad a las personas sin hogar o que están desplazadas.

Esta crisis ha abierto los ojos a mucha gente sobre la fragilidad de las circunstancias ajenas, destapando las desigualdades que han dejado a tantas personas con necesidad urgente de refugio y asistencia médica. Se puede y se debe continuar protegiendo a estas personas una vez que se haya contenido la pandemia.

Se puede decir no a más medidas de austeridad como las que se han impuesto en muchos países durante la pasada década, y que suelen golpear con especial dureza a las personas más marginadas. Ante las graves consecuencias económicas y sociales de la pandemia, los gobiernos van a tener que hacer las cosas de otra manera.

En resumidas cuentas, para ser personas corcho y alejarse de la tentación de resultar plomos, sólo se tiene que hacer una cosa: dar los consejos adecuados desde la humildad, desde el cariño, sin juicios. Es la perfecta persona corcho basado en el bluestyle

Imagen de Luisella Planeta Leoni en Pixabay

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