Amigo lector, la vida institucional del país está llegando a su punto muerto. Desde luego, es lógico que usted piense que esta afirmación no reboza optimismo. Después de todo, como reza el refrán, un optimista es un pesimista bien informado. Bien, los hechos, la realidad que es terca comienza a demandar soluciones a los problemas acumulados. Aquí podríamos hacer uso de un dicho cubano: lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo. Sin embargo, es apropiado advertirlo, es indispensable un bastonazo contundente para que se comprenda la urgencia del necesario cambio que es imprescindible en la actual situación del país. Se está padeciendo las arbitrariedades de un poder casi absoluto y la presencia de peligrosos compromisos coyunturales.
Hablando de garrotazos, recientemente se han producido coincidencias en la formulación de soluciones para enfrentar este desastre nacional. Me refiero a cierta concurrencia en relación a una política pública específica: la dolarización de la economía. Esta medida es percibida, por expertos del oficialismo y de la oposición, como una salida a los problemas estructurales de nuestra economía. Jairo Latotta en el portal Aporrea, por ejemplo, la ha propuesto como un mecanismo para terminar "con la exportación de capitales para EE.UU. de manera ilegal al cambio especulativo paralelo y para acabar con la inflación".
En un reciente foro celebrado en esta ciudad el economista Guillermo García expresó, igualmente, la conveniencia de una medida de esta naturaleza. Para este experto, la dolarización es la política apropiada para sacar rápidamente a la población de la crisis económica que enfrenta el país. Ahora bien, usted amigo lector que no es experto en estos temas, muy bien pudiera preguntarse ¿qué es la dolarización? Bien, busquemos su definición. Este instrumento de política monetaria es precisado como una opción cambiaria consistente "en el abandono oficial por parte de un país de su propio patrón monetario y la adopción del dólar estadounidense (US$) como moneda de curso legal". Existen experiencias concretas de dolarización en la región: Ecuador, Panamá y El Salvador.
Desde luego, no existe unanimidad sobre este tema. Hay quienes piensan que dolarizar implica tirar la toalla. Ángel García Banchs, por ejemplo, sostiene que esta medida, "equivale a botar el sofá y no el cónyuge, verdadero culpable de la traición". En otras palabras, para este economista el problema es de naturaleza institucional y apuesta a que tarde o temprano se producirá una recuperación en este ámbito en el país.
No soy economista y, en consecuencia, no es juicioso opinar sobre los aspectos técnicos de una opción de política económica de la complejidad de la que estamos hablando. Sin embargo, humildemente, sostengo que lo medular de la crisis en el país no es lo económico. Esta dimensión, por así decirlo, es táctica no estratégica. Lo fundamental es transformar el modelo político que ha estado vigente desde el siglo pasado. No en balde, sectores del oficialismo coinciden con los de la oposición sobre la viabilidad de una medida de esta naturaleza. Ello obedece al carácter "técnico" que supondría su aplicación.
Me voy a permitir sugerir lo siguiente: hacer peso en el plano de la distribución del poder político. En el marco de una democracia federalizada en todos sus aspectos, por ejemplo, sería posible y viable experimentar soluciones alternas a esta situación monetaria que, dicho sea de paso, no es nueva, es crónica y expresa el agotamiento del modelo democrático e institucional que ha estado vigente desde el siglo pasado.
En el cuadro del actual esquema de poder, siguiendo a Banchs, su aplicación implicaría "botar el sofá y no al cónyuge".
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Fuente: http://m.notitarde.com/nota.aspx?Id=338701