Luchar contra el estrés

Silvina Premat – Cada vez más grupos de católicos se valen de la meditación como técnica de oración y algunos, incluso, como alternativa a los tranquilizantes y antidepresivos. Impulsados por el monje benedictino inglés Lawrence Freeman, que dirige la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, con sede en Londres, los católicos que recurren a la oración silenciosa están presentes en 60 países y en algunas universidades estadounidenses y organizaciones como las Naciones Unidas.

Unos 70 profesionales de distintas religiones participaron días atrás, en Luján, de un retiro que dio el monje benedictino en una casa del Centro de Espiritualidad Santa María.

Freeman visitó el país por primera vez para participar de esos ejercicios espirituales y presentar su libro Meditación cristiana y silencio, de Editorial Bonum.

En diálogo con LA NACION, el religioso –que fue invitado a participar de la Jornada Mundial de la Juventud que presidirá Benedicto XVI el año que viene– definió la meditación como “la forma de oración pura marcada por el silencio, la quietud y la simplicidad”.

Al término de los dos días de conferencias, meditación y diálogo, el monje propuso a los participantes del retiro que formaran grupos de meditación en casas, escuelas, empresas y parroquias, y les advirtió que podían encontrar sacerdotes que creyeran que esa experiencia no pertenece al culto católico.

“Freeman tiene razón”, dijeron varios participantes. Entre ellos, Magdalena Puebla, licenciada en Ciencias Políticas e impulsora de la venida al país del monje, cuyos libros conoció por televisión y se hizo enviar desde Inglaterra. Puebla tradujo Meditación cristiana y silencio. Según contó, tuvo que caminar mucho hasta encontrar una editorial que se decidiera a publicarlo. “Me decían que esto era algo demasiado oriental y desconfiaban de que llegara a tener lectores suficientes”, dijo Puebla.

Resistencias

“La meditación resulta una novedad para los católicos en general porque no conocen su propia tradición”, señaló Ana Fonseca, coordinadora en Brasil de la Comunidad Mundial de Meditación Cristiana, que surgió en torno a John Main, también monje benedictino. En 1975, Main armó en su monasterio de Londres el primer grupo de meditación y fue, hasta su fallecimiento, en 1982, el maestro de Freeman.

Los grupos de meditación comenzaron en Brasil hace once años y, según dijo Fonseca, ahora son unos sesenta en distintas ciudades. “Empezamos en casas de familia, escuelas, cárceles y hospitales, y desde hace muy poco estamos también en algunas parroquias; como he visto que pasa en la Argentina, también allá la meditación provoca resistencias”, dijo Fonseca.

Con esa misma resistencia llegó al retiro Julio Gorro, de 35 años, que desde hace diez años presta, según dijo, “servicio activo” a la Iglesia a través de su participación en el movimiento de Renovación Carismática. La diferencia entre la meditación y la forma en la que los carismáticos rezan es, de hecho, muy marcada. Ese movimiento se caracteriza por la exteriorización de las alabanzas y oraciones, y la contemplación, en cambio, por el silencio y la experiencia interior.

“Si hubiera sabido que se trataba de meditación, yo no venía”, contó Gorro a LA NACION, y explicó: “No sé si por mala formación o porque este tema está muy manoseado por temáticas como la New Age y otras expresiones, pensaba que la meditación era de origen oriental y no la quería. Ahora descubro que es una herramienta para poner en práctica al servicio de Dios”.

Andrea Sasi, gerenta de una empresa porteña, dijo haber encontrado en Luján una técnica para lograr algo que siempre buscó: centrarse y estar en equilibrio.

Otro de los participantes, Waldemar van Hof, pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, con sede en Bahía Blanca, dijo que en el retiro había descubierto que la meditación es una riqueza común que tienen las iglesias cristianas y que “puede ser como el hilo rojo que nos una entre nosotros y con las demás religiones”. El pastor consideró que los cristianos hoy “están entendiendo que esto no es un invento de los gurúes orientales que la difundieron a partir de los años 60”.

Para Freeman, “el único gurú es Jesucristo”, y la multiplicación de grupos de meditación registrada en los últimos quince años “describe el crecimiento del hambre espiritual que hay en el mundo”.

De hecho, dijo el religioso, hay médicos que muy fácilmente prescriben drogas para aliviar el sufrimiento producido por un abandono amoroso u otro tipo de experiencia dolorosa.

“Con excepción de los casos en que realmente son necesarias las drogas, sin ellas la vida es más vida. El verdadero remedio del alma es la meditación”, explicó.

El monje afirmó, además, que existe también el temor de que “meditar sea peligroso porque, al poner la mente en blanco, pueda entrar el demonio”.

Este temor se fundamenta, según dijo, en una mala interpretación del silencio. Los cristianos –subrayó– creen que el espíritu de Jesús habita en el corazón de cada hombre, y, precisamente, el silencio “es la forma de abrir el corazón a esa presencia”.

ZMás que una técnica

Según Freeman, es importante que la Iglesia enseñe a meditar “como disciplina espiritual [porque] si se la transmite sólo como una técnica puede dar buenos resultados físicos o psicológicos, pero no llevará a una experiencia profunda de paz”.

El religioso sentenció: “Si no tenemos esta experiencia de quietud y silencio, colapsaremos en el estrés y nos convertiremos en personas profundamente superficiales”.

El remedio que sugiere es la meditación porque su contenido es, según el religioso, el amor. “Los momentos más significativos de una relación de amor son aquellos que se manifiestan en el silencio”, ejemplificó.

El religioso está convencido de que esta disciplina es muy efectiva en la resolución de conflictos. “A menudo, las palabras fracasan cuando se intenta resolver un problema y a ellas les sigue la violencia”. Propuso, para estos casos, examinar el rol del silencio.

“No es fácil encontrar un grupo de personas que permanezcan juntas en silencio, pero lograr esto es más fácil que hacer que hablen todas juntas”, explicó. Y comentó que hay experiencias de grupos de meditación cristiana en empresas en las que, como consecuencia, “la gente encuentra más fácil comunicarse y se siente con mayor claridad mental para tomar decisiones”.

Muchos de los participantes del retiro son asiduos participantes en los talleres y cursos de autoconocimiento que da en Belgrano Katja Löhner, licenciada en Letras. Según Löhner, en el país hay muchísimos centros de meditación. “La ventaja del de Freeman es que está absolutamente reconocido por la Iglesia Católica –dijo–. La meditación conduce al silencio interior que permite abrir el ojo del corazón para poder ver a Dios.”

Fuente: diario La Nación, Argentina.

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