No nos debe sorprender en el presente que se escriba, que el ritmo de vida laboral actual, las exigencias de ciertos cargos y la implicación profesional han provocado la aparición de diferentes enfermedades relacionadas con el estrés. Una de ellas es el Síndrome de “Burn-out” o síndrome de agotamiento profesional, también definido como estrés crónico-laboral o Síndrome de Tomas.
A todo ello se agrega que, el hombre, como entidad compleja, que puede habituarse a circunstancias adversas, pero al verse superados los procesos de adaptación, se origina un desborde que ocasiona trastornos orgánicos y psicológicos; el individuo superado por sus circunstancias laborales, agotamiento físico y emocional comienza a generar situaciones autodestructivas.
“La enfermedad de Tomas», en lo profesional, es compatible con la normalidad emocional y la normal adaptación a otros aspectos de la vida diaria. No exige para desencadenarse circunstancias especialmente duras ni personalidades predispuestas.
Quienes trabajan en profesiones que se encuentran en íntima relación con el sufrimiento humano, (tales como psicoterapeutas, médicos, enfermeros, personal de rescate, etc.), son igualmente vulnerables al desgaste por empatía y al “Burn out”, dado que la empatía es un recurso importante en el trabajo con poblaciones traumatizadas o sufrientes.
No se puede negar, que la vocación por el trabajo puede ser un arma de doble filo: brinda satisfacción si se crece profesionalmente, pero también puede ocasionar desilusión y apatía, si la propia tarea es percibida como intrascendente. En este último caso, el estrés crónico puede producir algunos síntomas como: resistencia a concurrir al trabajo, culpa y pérdida de la autoestima, miradas frecuentes al reloj, pérdida del interés e indiferencia, insomnio, dolores de cabeza, problemas conyugales y familiares, entre otros. Cuando varias de estas señales se combinan, hay que replantearse la forma de trabajar, incluida la extensión de la jornada y la relación con pares y superiores.
Las fuertes presiones a que se ven expuestos muchos profesionales, cuyas caras más visibles son el empeoramiento de las condiciones laborales, la caída salarial, el aumento de las exigencias por parte de las instituciones y la falta de expectativas de solución, se manifiestan a través de vivencias de vacío existencial y stress prolongado que van minando las defensas y debilitando las técnicas de respuesta.
Lo cierto, tal como cita Alejandro Rivera , el síndrome de Tomas lleva su nombre por el personaje de la novela «La insoportable levedad del ser», del director checo Kundera, donde el protagonista «Tomas», era un individuo que había perdido su autoestima, su actitud evidenciaba desánimo, tedio en la labor diaria y ausencia de expectativas de mejoría.
El índice de desocupación en nuestro país toca cifras históricas, pero no sólo los sin trabajo sufren las consecuencias de los cambios de la globalización, un alto porcentaje de gente con trabajo sufren enfermedades psicosomáticas causadas por la falta de adaptación a las nuevas reglas del mercado.
El “Burn-out” es un estado de agotamiento físico, emocional y mental, causado por el involucrarse en situaciones emocionalmente demandantes, durante un tiempo prolongado, (extraído de Pines and Aronson, 1989)
La feroz competitividad e inseguridad que rigen en el ámbito laboral, las exigencias del medio, los cambios trascendentales en los enfoques de la vida y las costumbres, condicionan un ritmo vertiginoso, que genera angustia, agotamiento emocional, trastornos en los ritmos de alimentación, actividad física y descanso, con dolencias físicas, psíquicas y factores de riesgo que ponen en jaque a la salud de los individuos del nuevo milenio.
No cabe la menor duda, que muchos profesionales en relación de dependencia, en el ámbito estatal o privado, desempeñan tareas en condiciones impropias, con horarios excesivos, inseguridad en el cargo, remuneración insuficiente y carencia de recursos materiales o humanos indispensables para una correcta labor, ellos, integran el universo de personas en riesgo de contraer el síndrome de agotamiento laboral .
Este síndrome es un cuadro polifacético y evolutivo, con un desarrollo histórico de enfermedad, conocido por los médicos desde la década del ’70, puede comenzar con cambios psicológicos que van incrementando su intensidad, desde el descontento y la irritabilidad hasta estallidos emocionales, afectando los sistemas físicos y psíquicos fundamentales para la supervivencia del individuo.
La gerencia debe tener muy en cuenta los efectos que genera este síntoma y lo que significa tanto para la productividad como para la salud de la persona, al respecto se tiene:
• Afecta negativamente la resistencia del trabajador, haciéndolo más susceptible al desgaste por Empatía, (Compassion Fatigue).
• Favorece la ‘Silencing Response’ o Respuesta Silenciadora, (Danieli, 1984, Baranowsky 1997), que es la incapacidad para atender a las experiencias de los consultantes, que resultan abrumadoras.
Gradualmente el cuadro se agrava en relación directa a la magnitud del problema, inicialmente los procesos de adaptación protegen al individuo, pero su repetición los agobia y a menudo los agota, generando sentimientos de frustración y conciencia de fracaso, existiendo una relación directa entre la sintomatología, la gravedad y la responsabilidad de las tareas que se realizan.
El concepto más importante es que el “Burn-out” es un proceso, (más que un estado) y es progresivo, (acumulación de contacto intenso con consultantes).
El proceso incluye:
1. Exposición gradual al desgaste laboral.
2. Desgaste del idealismo.
3. Falta de logros.
Los síntomas observados pueden evidenciarse como:
1. Físicos: fatiga, problemas del sueño, dolores de cabeza, impotencia, gastrointestinales, etc.
2. Emocionales: irritabilidad, ansiedad, depresión, desesperanza, etc.
3. Conductuales: agresión, actitud defensiva, cinismo, abuso de sustancias, etc.
4. Relacionados con el trabajo: ausentismo, falta de rendimiento, robos, etc.
5. Interpersonales: pobre comunicación, falta de concentración, aislamiento, etc.
Definitivamente, se tiene que tener mucho cuidado al respecto de este síndrome y considerar además de lo citado, que es conocido que las condiciones de trabajo inciden sobre el estado emocional del trabajador y no podrían ser una excepción, (salvo que fueran robots), quienes se desempeñen en el sector salud.
Un reciente estudio llega a la conclusión: “…que se trata tanto de un problema personal como de organización y que probablemente no sólo afecte la calidad de vida del profesional, sino que disminuya la calidad de la asistencia al paciente e incremente los costos asistenciales”.
No olvide, que el propósito de adaptarse y responder eficazmente a un exceso en las demandas y presiones laborales, produce sobre exigencias y tensiones que originan importantes riesgos de contraer enfermedades y afectar negativamente el rendimiento y la calidad del trabajo. Su significado en inglés es «quemarse en el trabajo» y es conocido en Europa como Síndrome de Tomas.
Para tratar el Síndrome de “Burn-out” y aliviar los síntomas es frecuente recurrir a productos, que ayuden a disminuir el nerviosismo y a conciliar el sueño. Sin embargo, algunos de estos tratamientos, como las benzodiazepinas, pueden provocar la aparición de efectos secundarios o tienen contraindicaciones con otros medicamentos.
Por eso es importante encontrar una alternativa eficaz y segura que permita al profesional seguir realizando su trabajo, pero que también le ayude a dormir por las noches y a reducir el nerviosismo.
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