“El mundo que vivimos lo hicimos con un nivel de pensamiento.
Para cambiar el mundo,
primero debemos cambiar el nivel de pensamiento”
Albert Einstein.
“En tiempos de cambio,
quienes estén dispuestos a aprender heredarán la tierra,
mientras que los que creen que ya saben
se encontrarán hermosamente equipados para
enfrentarse a un mundo que dejó de existir”
Eric Hoffer.
¿Qué es una asesoría?: es una disciplina que asiste al asesorado (que le ayuda a salir del atolladero en que se encuentra, que le guía incitándole a usar sus habilidades, que le muestra los asuntos quitándole el velo que limita su percepción, que le sugiere actuaciones integrando al elemento fe) en su proceso de convertirse en un observador distinto y -por ende- en un actor diferente, facilitándole a éste la convicción de que sus acciones anteriores se debieron al hecho de haber sido el observador (el perceptor) que era.
Por lo anterior, se concibe como un método educativo transformador de criterios del pensamiento y la actuación gracias a la siembra e incorporación de ideas nuevas en el terreno fértil ofrecido por las personas que -como individualidades o integrantes de organizaciones- se muestran dispuestas a ello, siendo una técnica que se aplica durante un proceso que tiene una duración dada (limitada o ilimitada) según sea la circunstancia particular.
La díada “siembra e incorporación” supone la existencia de un sembrador y de un receptor; este último es quien asimila y hace suyo lo propuesto por el primero (quien actúa de una manera crucial, indeclinable y determinante por ser -a la vez- un motivador que adiestra). Esto de incorporar -poner en el cuerpo- es sentir en el cuerpo el principio, la distinción, la herramienta que se trabaja. Este método es diferente del proceso de enseñanza-aprendizaje netamente académico que busca la acumulación de conocimiento y sólo mide su memorización; a los jurados de las mesas examinadoras se les escuchaba decir: –“Veamos cuánto sabe este alumno: a la llegada de Colón, ¿cuántas tribus habitaban el territorio de Venezuela y cómo se llamaban?” y el interrogado respondía de memoria lo que se le había impartido o lo que había leído y se había grabado al caletre. Ante estas aseveraciones, cabe preguntarse: ¿se lo aprendió, lo hizo suyo, lo asimiló, lo cultivó y lo aplica? Quien lee estas interrogantes sabrá responderlas muy bien.
Entonces, ante un mundo distinto: es hora de aprender mediante un aprendizaje constante y vívido, porque no se está ante una época de cambios, sino ante un cambio de época que así lo reclama y que también pide estar en la carrera, preferiblemente: en la cresta de la ola (señalándole a ésta por donde meterse) y no debajo (siendo empujado por ella). La diferencia entre ambas posiciones permite alcanzar nuevos logros, nuevos resultados, como consecuencia de las nuevas nociones que se adquieren por observar desde un mejor punto.
Toda asesoría busca lograr un cambio de punto de observación y -por ende- de acción. Por esto, todo asesor busca el ascenso de cada uno de los asesorados, pues el logro (el cambio) debe nacer de la interioridad de éstos y de allí se manifestará hacia el mundo sin separarse de él, de sus “realidades”, pues es necesario cambiar muchas de éstas mediante un proceso que debe empezar a darse en el humano, dentro de sí -en su completitud- y sin dejarlo solo, sino mediante un direccionamiento auxiliado que le facilite las mejores decisiones para un ascenso seguro y provechoso. Al elevarse (sin cambiar de escenario: como quien se muda del primero al último piso de un edificio, que sigue viendo desde el mismo sitio, pero de un punto más elevado), él se convierte en la herramienta más poderosa: la que observa desde una mejor perspectiva y con una mirada muy agudizada, puesto que en lo sucesivo se convierte en el observador que está siendo y que puede ir decidiendo y procediendo no de modo reactivo, sino pro-activamente (procurando una actuación anticipada, determinante de las circunstancias y de los resultados) y pre-activamente (mediante un accionar simultáneo preventivo y activo).
En los cursos sobre mercadotecnia y publicidad se ha venido enseñando a actuar reactivamente: –“Cuando el resultado no es el deseado, cambie la acción, hágalo de otra manera”. Entonces el individuo busca cambiar la acción y eso no es accionar: es reaccionar, pues responde al estímulo de la falta del resultado buscado, pero… ¡con la misma manera de ser, de mirar y de proceder que tenía con la acción que le precedió!; es decir, la gente sigue un paso más atrás de la acción (con un panorama estrecho, sombrío y limitado), cuando que lo adecuado es ir un paso delante de ella y con un panorama amplio, luminoso e ilimitado de posibilidades.
Ahora bien, se tiene que admitir una realidad: el humano sólo puede ver 180° hacia delante, puesto que no es un camaleón ni un herbívoro (cuyos campos visuales son más amplios que eso), pero hay individuos que suponen verlo todo y que lo que ven es la verdad absoluta e incluso suponen que lo visto es inmodificable por cuanto es así y punto, cuando que lo apropiado es partir de la realidad: que sólo se puede ver 180° hacia delante y que lo visto puede ser una ilusión, puesto que el mundo es lo que apreciamos de él a través del cristal del sistema individual de percepción y que se necesita separar lo que “estamos siendo” de “lo que hemos sido” y de “lo que nos conviene ser” por razón de “¡ser lo que somos!” y para serlo se necesita cambiar algunas áreas de ceguera, pues no siempre vemos las cosas como lo que son, sino que las vemos como lo que somos y por ello terminan siendo como las vemos y no como lo que son.
Aquí es donde tiene cabida una asesoría justificada por una necesidad de “co-operación complementaria” -una expresión formada por tres voces: “co”, prefijo que denota “conjunto” (colectividad); “operación” (actuación, realización, proceder); y “complementaria” (simultaneidad que cumple lo que falta, no que suplementa parte de lo que falta ni que se presenta de modo sucesivo)- porque se necesita de otro/s que pueda/n ponerse en frente para que facilite/n la percepción de lo que está en los otros 180° que -por limitante corporal- no se puede percibir y es lo que explica el porqué ante una misma situación una persona hace una cosa y otra hace otra muy distinta (por ser el producto de un distinto punto de observación: de una actitud distinta y una aptitud diferente).
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